Opinión
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Lazos perversos
M

edianoche en el jardín del bien y el mal. Para Lazos perversos (Stoker), su primer largometraje filmado en Estados Unidos, el realizador sudcoreano de culto Park Chan-wook, autor de la trilogía de horror Compasión para el señor venganza, Old Boy/Cinco días para vengarse y Señora venganza, eligió una asfixiante y sugerente atmósfera sureña de la Unión Americana.

Y es en ese territorio de Tennessee Williams y Eudora Welty donde el cineasta asiático se ofrece el lujo de rendirle un tributo apenas disimulado a otro realizador trasterrado, el británico Alfred Hitchcock, para elaborar, con ayuda de Wentworth Miller (actor en la serie televisiva Prison Break, aquí guionista), un thriller erótico, intensamente incestuoso, cuyo referente directo es La sombra de una duda (The shadow of a doubt, 1943).

Luego de la muerte accidental de su padre, la adolescente India Stoker (Mia Wasikowska), una joven extraña que no soporta el contacto físico y que de modo fetichista atesora los zapatos tenis que desde niña le venía regalando su progenitor en cada cumpleaños, debe permanecer a lado de su madre Evelyn (Nicole Kidman), con quien mantiene un trato distante y seco, al borde siempre de la exasperación. En este territorio de tensiones domésticas se produce la llegada inesperada del hermano menor del padre desaparecido, un misterioso joven, Charles Stoker (Matthew Goode), quien se hace llamar afectuosamente tío Charlie (como el pariente extraño que interpreta Joseph Cotten en la película antes aludida de Hitchcock).

La compleja fascinación que ejerce el recién llegado sobre madre e hija agudiza sus rivalidades y desencuentros, al punto de que Evelyn (una madre fuera de serie) escupe sin pudor a su hija todo su despecho (No resisto las ganas de ver cómo la vida llegará a destrozarte), en un revés melodramático que envidiaría el Michael Curtiz de Mildred Pierce (El suplicio de una madre, 1945).

Con todo, no es esta parte melodramática lo más interesante ni lo más convincente en la película; de hecho, el asunto roza a menudo el guiñol y la caricatura. Lo notable es el trabajo artístico de la mancuerna Park Chan-wook (director) y Chung-hoon Chung (fotógrafo), cómplices absolutos en el manejo de una sofisticación de la crueldad que insidiosamente se filtra en el relato con imágenes perturbadoras: una araña de largas patas finas trepando inadvertida por los muslos de la joven, la punta ensangrentada de un lápiz que ha sido el arma eficaz contra un acoso sexista, las flores blancas de un jardín súbitamente teñidas de sangre luego de un crimen, y de modo más fantasioso, la cabellera de Evelyn que al ser peinada se transforma en un luminoso campo de trigo.

Ciertamente asistimos a un thriller parecido a muchas otras historias de suspenso, donde un deseo sexual, anhelante o contrariado propicia actos de violencia o se acomoda muy bien con ellos, y donde las relaciones familiares se degradan de modo incontenible hasta sugerir una estirpe maldita (aquí la familia de los Stoker, vampirizándose mutuamente sus energías; por algo el nombre remite al autor de Drácula, Bram Stoker).

El realizador transmite esta malevolencia y esta vocación trágica del mejor modo posible, haciendo de la realidad una alucinación continua. En la mesa del comedor circulan las miradas y deseos contenidos de los personajes, insidiosa y retadoramente. Y la cámara captura esa tensión con movimientos elegantes y alejamientos muy estudiados. Viene luego el encuentro ilusorio de India y el tío Charlie ejecutando juntos al piano una pieza musical en un crescendo aturdidor y orgásmico.

Lazos perversos es una cinta de suspenso que tiene como corolario los saldos trágicos de un deseo insatisfecho en esa secuela de venganzas físicas y morales que es ya una constante temática en el cine de Park Chan-wook. Es también una cinta para cinéfilos con guiños bastante obvios, como evocar la célebre escena en la ducha en Psicosis (1960) o referir traumas infantiles del protagonista, similares a los presentados en Cuéntame tu vida (Spellbound, 1945), ambas cintas de Hitchcock.

El director coreano ingresa al cine occidental de habla inglesa con estos homenajes inocentes que de algún modo parecerían desmentir un poco la reputación sulfurosa de sus cintas anteriores, las imágenes sanguinolentas, los excesos de crueldad, o el recuerdo de un hombre devorando vivo un molusco. Los amantes del gore lamentarán tal vez el tono en apariencia mesurado de su cinta más reciente; no podrán sin embargo negar que en materia de dirección de actores y en el terreno de la dirección artística los aciertos son evidentes. Park Chan-wook ha elegido mostrar la violencia en una filigrana de perversión que maliciosamente juega con los tabúes del fetichismo y del incesto, con un clima de represión sexual y con la reivindicación final del placer femenino. La sofisticación visual que permea en Lazos perversos es la mejor tarjeta de presentación del cineasta coreano en el cine comercial estadunidense.

Twitter: @CarlosBonfil1