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Puntos sobre las íes

Rodolfo Gaona XIII

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Corrida en la plaza de Garcigrande en Brihuega, EspañaFoto Ap

1916

F

ue ese, uno de los mejores años que tuvo Gaona en España, repitiendo sus formidables triunfos una tarde sí y otra también, y cómo los públicos lo reclamaban, queriendo, que no queriendo, Joselito tuvo que tragar bilis y aceptó alternar con El Indio Grande, obviamente, rabieta de por medio.

Rodolfo era un ídolo en San Sebastián, plaza que se le dio durante toda su vida torera y, tan así las cosas, que en ese coso alternó, el 15 de agosto, con Joselito para vérselas con toros de Santa Coloma, tarde en que Gaona tocó las puertas de la gloria y si no llegó para quedarse, poco faltó para ello, y me parece que lo correcto es dejar la palabra al leonés, quien así recordó aquello:

“Mano a mano estuvimos Joselito y yo. Estuve colosal. Me alejé de un toro de rodillas un buen trecho para el primer pase y el toro se me arrancó como un huracán y tenía dos inmensos pitones. Dos francesas se desmayaron en el tendido.”

Gallito estuvo superior, pero aquella tarde sólo se cortó una oreja y fue para menda.

“Puse en aprietos a José con las banderillas. Él, banderilleaba mucho, con admirable serenidad y con una vista de que no hay ejemplo; ponía 12 pares en el morrillo, juntos los palos y sin que lo viera el toro. Un portento.

“Para la masa del público aquello era el acabose, porque pisaba cualquier terreno; lo mismo en los medios, que en las tablas, de dentro a afuera y en todas las suertes conocidas. Se le veía arrancarse como rayo desde las tablas y juntarse con el toro al dejar las banderillas y la ovación no se hacía esperar.

“Banderrilleábamos los dos. Salió él y clavó uno de sus pares eléctricos. Pasé cerca de él y le dije: así no se banderillea, para banderillear, hay que andarle a los toros. Y así lo hice; salí andando, hasta llegarle a la cara y allí cuadré y metí los brazos. Clavé un par superior y me ovacionaron. Tomé otro par y pasé cerca de José para decirle: ¡Así es como se banderillea! Entonces el público, que sabía que Joselito clavaba siempre a fuerza de carrera le exigió: ¡andando, andando!; salió sudando, pero sólo al principio del viaje, después apretó los talones y clavó eléctricamente.

Esa temporada del 16, la terminó Gaona en España con 63 corridas.

Por algo sería.

El 24 de diciembre debutó en Lima, contratado para seis corridas y cobrando por cada una de ellas seis mil duros españoles por tarde, suma nunca antes pagada a ningún torero.

A tal señor…

+ + +

1917

De todo hubo en aquel año para Gaona.

Toreó 77 corridas, contratado para el abono en Madrid y las principales ferias: Sevilla, Pamplona, Santander y Salamanca por sólo mencionar algunas, y en todas ellas con los dos Gallos y Belmonte, que tuvieron que tragarse al de León que era ya uno de los tres grandes de la fiesta en España. Gaona, por fin, había conquistado ya el sitio de gran señor de los ruedos.

Y vino aquello de los otros dos y el que los opacó.

De la pluma del gran escritor español don Manuel García Santos, quien muchos años después radicaría entre nosotros, hay que rescatar su relato de la corrida del 21 de junio de 1917, a beneficio del Montepío de Toreros:

“Toreaban la corrida que ha pasado a la historia Rodolfo Gaona, Joselito y Juan Belmonte. La rivalidad entre el mexicano y Gallito era de sobra conocida y todo se puso de manifiesto en la corrida que mencionamos. Ambos, arrancaron grandes ovaciones en los dos primeros toros. Belmonte, en el tercero de la tarde estuvo apenas regular. Continuaba Juan produciendo en el público aquella sensación de cosa acabada y de impotencia ante los toros a que lo llevaron sus ideas extrañas de suicidio, de lecturas desordenadas y de reacciones totalmente extravagantes. Cuando salió el cuarto toro, ya Gaona y Joselito eran los dueños del interés del público. Torearon de manera extraordinaria con el capote, se ofrecieron banderillas el uno al otro en ese toro y en el quinto y en los tercios de quites bordaron primores y levantaron tempestades de aplausos. Joselito le hizo al quinto toro una faena de las suyas, de esas faenas que lo habían hecho ser el amo de la torería…

+ + +

¡No, no!

Hay que suspender.

Seguiremos en 15 días.

(AAB)