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Drogas: anecdotario mínimo / I

M

i amigo Juan Anzaldo pintaba para gran novelista, pero fumaba demasiada mariguana y otras cosas y llegó un momento en que dejó de interesarse por los que le rodeábamos, como no fuera para platicarnos de sus viajes y experimentaciones con sicotrópicos insólitos; se volvió aburrido, y después insoportable, y dejé de frecuentarlo. La última vez que lo vi me llegó con una historia corriente pero poco verosímil:

–Futa. La probé ayer y sí es cierto lo de la caca de conejo.

–¿Qué hay con ella?

–Que la pones a secar, te la fumas y se te viene encima el juicio final. Pero chingón.

–Lo dudo.

–¿No me crees?

–Bueno, todo es posible. A lo mejor te fumaste la caca de un conejo que había sido alimentado con mariguana. O con peyote.

Mi escepticismo le ofendió, a mí me molestó su entusiasmo crédulo y así fue que nos distanciamos. Sabrá Dios dónde y en qué ande el buen Juan Anzaldo. Hace unos días me acordé de él. Por si me lee, le dedico este pequeño anecdotario.

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Anamaría Ashwell: “El mito de los bardos gaélicos sobre una ‘gema’ que se agranda bajo la influencia de un ‘sapo’ o una ‘serpiente’ produciendo una iluminación universal en aquel que la consume, no es exclusivo de los bardos gaélicos e irlandeses que extasiados por esos poderes alucinatorios cantaron a la Diosa Blanca en tiempos medievales: la misma ‘gema’ se consumía y fue parte de los mitos fundacionales de casi todos los pueblos mesoamericanos” (La Diosa Blanca: gramática histórica del mito poético).

El primero al que se le ocurrió prohibir la mariguana fue al papa Inocencio VII, en 1484 (Cannabis: salud, legislación y políticas de intervención). Fue un legado religioso de la pugna entre Occidente y Oriente, apunta Juan Pablo García Vallejo en su Gacetta cannábica, porque cada cultura consumía estimulantes distintos, unos consumían vino y los otros hashish, pero al mismo tiempo demonizaron cada una el estimulante consumido por la otra, los occidentales no consumen hashish ni los musulmanes, alcohol.

La misma fuente asegura que Diego Rivera murió engañado, creyendo que la mota tenía orígenes mesoamericanos. Pero los primeros productos canábicos en el continente americano fueron las varias toneladas de cáñamo que venían cargando las carabelas de Colón, entre velas, redes y cuerdas. Hay que recordar que la Cannabis sativa, de la que se extrae la mariguana y el hashish, es también fuente de fibras vegetales de usos diversos, desde el cáñamo que usaba mi abuela para envolver paquetes hasta papel y telas para prendas de vestir.

En efecto, la planta es originaria de las cordilleras del Himalaya. Parece ser que su uso se extendió hacia Europa desde tiempos muy remotos porque, a decir de Wikipedia, se ha hallado, en un antiguo cementerio situado en la actual Rumania, un brasero ritual con semillas carbonizadas de cannabis.

Se pachequeaban los asirios, los arios, los escitios, los tracios y también, a decir de Ibn Taymiyya (Le haschich et l'extase), los antiguos judíos, los cristianos primitivos (quienes usarían la mariguana como sacramento religioso) y los musulmanes sufíes, y se presume que la palabrea asesino deriva del árabe hassasin, que significa fumador de hashish. Un mariguano destacadísimo pudo ser el propio William Shakespeare: intrigado por la pachequez de algunos de sus sonetos (en particular, el 76), el investigador sudafricano Francis Thackeray escarbó en el jardín de la casa del bardo en Stratford upon Avon y se encontró unas pipas con restos de cannabis.

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Según Francisco A. de Icaza, el conquistador español Pedro Cuadrado introdujo las primeras semillas de mariguana en Nueva España. Según Silvio Zavala, Juan de Zumárraga impulsó el cultivo de la planta porque a los indios, para vivir bien, les ha faltado principalmente, antes de la llegada de los españoles, lana fina, cáñamo, lino, plantas y cuatropeas, mayormente asnal.

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La diacetilmorfina fue lanzada por Bayer al mercado en 1898 con el nombre comercial de heroína. El nombre deriva de sus heroicos efectos en la salud: Bayer la vendía para tratar la adicción a la morfina y como jarabe para la tos. Hacia 1899, producía cerca de una tonelada anual, que exportaba a 23 países. Ante la presión de la comunidad científica, que comprendió su poder adictivo, dejó de venderla en 1910, aún asegurando que no era adictiva (Heroin and Contergan: Crisis Management at Bayer and Grünenthal, Ed. GRIN Verlag, 2008).

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Coca Cola nació en Atlanta en mayo de 1896, como uno de los muchos imitadores de la exitosa pócima francesa Vin Mariani que contenía también cocaína. Fue en esa fecha que el farmacéutico John Pemberton creó el French Wine Coca y comenzó a venderlo en la farmacia de Jacob como un seudo-fármaco (patent medicine, en inglés) con un anuncio que comenzaba así: “Para los desafortunados que son adictos al hábito de la morfina o del opio, o al consumo excesivo de estimulantes alcohólicos, el ‘French Wine Coca’ ha probado ser una bendición” (http://goo.gl/hYf5L).

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En 1977, en el marco de la Operación Cóndor, diez mil soldados, bajo el mando del general José Hernández Toledo (quien nueve años antes comandó a las tropas que asesinaron civiles inermes en la Plaza de las Tres Culturas), fueron enviados a las zonas serranas de Sinaloa, Durango y Chihuahua para combatir la siembra y el trasiego de drogas. Se recurrió a defoliantes y a violaciones masivas de derechos humanos. El general Hernández Toledo predijo el fin del tráfico de drogas en seis meses. Cientos de campesinos huyeron a otros estados y, con ellos, muchos narcotraficantes que continuaron su actividad en otras regiones del país. El entonces delegado de la PGR en la zona, Carlos Aguilar Garza, se convirtió en narco y fue asesinado en 1993 (http://goo.gl/XM30R).

Arturo Cano apunta que entre los saldos de la Operación Cóndor debe incluirse “el comienzo del fin de la producción de goma de opio y el principio del trasiego de cocaína, que a su vez fue base para el surgimiento de los poderosos cárteles del narcotráfico” (http://goo.gl/rzFBV).

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En 1997, en el curso de una recepción ofrecida por el entonces primer ministro Tony Blair, alguien ofreció al cantante Noel Gallagher mostrarle el inodoro Downing Street reservado para la reina Isabel. El músico encontró el lugar muy agradable (la tapa estaba cubierta con terciopelo rojo, y todo) y allí mismo se metió un perico de cocaína. Posteriormente, no tuvo empacho en confesar su travesura en un programa de radio de la BBC (http://goo.gl/ML06o).

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