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Ganar una medalla se convierte en botín comercial, lamenta

La fama es efímera y se cae en excesos, advierte Daniel Aceves

A raíz de la muerte de Noé y Soraya se encendieron los focos rojos

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Noé Hernández y Soraya JiménezFoto Jam Media
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Los mexiquenses Noé Hernández y Soraya Jiménez son figuras que deben llenarnos de orgullo, dice Daniel Aceves, titular de la AMOMFoto Jam Media
 
Periódico La Jornada
Lunes 1º de abril de 2013, p. 5

Daniel Aceves apenas se sobreponía del fallecimiento de Noé Hernández, hace dos meses, cuando recibió la mala noticia del deceso de Soraya Jiménez, el pasado jueves, con lo que son cinco medallistas olímpicos que han muerto durante su gestión en la Asociación Mexicana respectiva.

“Dos medallistas olímpicos de Sydney 2000 (ambos de 35 años), cuyas muertes nos invitan a reflexionar que se encendieron los focos amarillos y rojos para los deportistas en general, a los que tenemos que orientar para que no caigan en excesos una vez que dejan el alto rendimiento.

La fama es efímera y muchos pierden la humildad, uno de los principios que la Asociación de Medallistas Olímpicos Mexicanos AC ha transmitido desde su creación, además de los valores universales del juego limpio y los programas sociales en los que muchos de los compañeros participan, indica el ex luchador.

Esos recientes decesos, así como el del ex clavadista Joaquín Capilla, en 2010, quien terminó en el abandono tras superar alcoholismo y depresión, son los sucesos más dolorosos que ha experimentado el también ganador de plata en Los Ángeles 1984, aunque también en su administración fallecieron Héctor López (boxeo) y Joaquín Pérez de las Heras (equitación).

Origen distinto

Soraya y Noé fueron mexiquenses de estatus económico totalmente opuesto. El andarín de Chimalhuacán provenía de una familia numerosa y con muchas carencias, mientras la de Naucalpan, quien vivió primero con sus padres en Lomas Verdes y luego adquirió un departamento en la colonia Condesa, siempre anduvo en autos lujosos y provenía de una dinastía de jinetes, entre ellos su tío Manuel Mendívil, ganador de bronce olímpico en Moscú 1980.

Son historias e íconos que deben llenarnos de orgullo por lo que hicieron cuando eran deportistas (...), todo eso se olvida cuando se logra una medalla, dice Aceves.

Revela que algunos de sus compañeros se sienten como perros en el Periférico después de conseguir una presea, porque una vez que saborean el éxito y la fama se pierden, andan extraviados sin que nadie los oriente y por eso caen en excesos.

Tras Londres 2012, la Asociación llamó a los medallistas olímpicos de esa justa. No fueron todos, pero los que se interesaron, como el clavadista Iván García, escucharon las vivencias de sus ahora compañeros.

Intentamos hablar con las arqueras (Aída Román y Mariana Avitia) y las clavadistas (Paola Espinosa y Alejandra Orozco), pero sólo fueron sus entrenadores y les aconsejamos que tomaran el papel de padres, que las cuidaran. Con los de la Sub-23 nunca tuvimos contacto, apuntó.

No solamente son los medallistas olímpicos, continúa Daniel, es el deportista en general el que a veces está desubicado; algunos no concluyen sus estudios, no tienen trabajo y toman el camino equivocado.

Para el director general del programa Oportunidades en la Secretaría de Salud, la reflexión ante las muertes de Soraya y Noé es que la fama efímera que otorga ser medallista olímpico no es manejada de manera eficaz y el logro deportivo se convierte en botín comercial y económico que involucra también a padres de familia, directivos, entrenadores, patrocinadores y medios de comunicación.

Plantea que debe implementarse una política pública de Estado en la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte para que los atletas de alto rendimiento puedan transmitir sus conocimientos, de acuerdo con su nivel académico, y ser buenos ciudadanos.

El directivo indicó que un estudio realizado a partir de Barcelona 1992 reveló que los medallistas olímpicos comenzaron a recibir grandes bolsas de dinero, becas, patrocinios y se hicieron figuras mediáticas tras la aceptación de la comercialización.

“Sabemos que la fama de un medallista dura siete meses en la palestra. De ser personas anónimas se convierten en figuras públicas y tenemos la experiencia de aciertos y equivocaciones. Los excesos que cometemos como seres humanos va cobrando factura que el tiempo te cobra.

El legado debe ser como lo que fuiste en tu época dorada y conservar los valores de lo noble que es la práctica del deporte para que todos te vean como un ícono, expresa Aceves, quien concluye que los medallistas olímpicos de México están lejos de la lista negra de la extinta Unión Soviética, Bulgaria, Rumania y Cuba, donde hay casos dramáticos de alcoholismo, pobreza extrema, enfermedades y muertes (por sustancias prohibidas), cuando lo que se busca es tener una vida digna.