Opinión
Ver día anteriorLunes 18 de marzo de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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México SA

Peña Nieto: cartas cerradas

Pemex: seis líneas de acción

Cuento de la lechera, otra vez

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En la refinería de Salamanca, el presidente Enrique Peña Nieto, acompañado por el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong (a la derecha), muestra el timbre conmemorativo del 75 aniversario de la expropiación petroleraFoto Notimex
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ues nada, que el presidente Enrique Peña Nieto se niega a abrir sus cartas de modernización energética –especialmente en el área petrolera–, y en el 75 aniversario de la expropiación cardenista se limitó a repetir lo dicho por sus cinco antecesores en la residencia oficial: “frente a la nación digo que Pemex no se vende ni se privatiza… es y seguirá siendo patrimonio de todos los mexicanos”.

Acto cajonero el de ayer en la refinería de Salamanca, Guanajuato, durante el cual Peña Nieto reiteró las virtudes de la industria petrolera (aún) nacional, sus jugosas aportaciones al erario, su decidida contribución al crecimiento del país y el potencial en reservas probadas, probables y posibles. Pero del contenido concreto de su propuesta modernizadora, nada.

En cambio, ofreció seis líneas de acción con las que, dijo, se transformará a Pemex, se liberará el gran potencial económico del país y de democratizará la productividad (lo que ello quiera decir): nueva estructura organizacional, ética corporativa, promoción del crecimiento verde, incentivar el desarrollo de cadenas nacionales, inversiones de mayor valor agregado y rentabilidad, e incrementar la capacidad de inversión y desarrollo tecnológico. Todo ello, desde luego, para conservar la propiedad del Estado y maximizar la renta petrolera.

Con eso y un jarrito de atole se lograría, cuando menos, lo siguiente: “defender la soberanía nacional en el sector energético, impulsar que la reforma energética apoye la economía familiar, reducir las tarifas a empresas, elevar la competitividad y garantizar el abasto seguro y oportuno, con tecnología e inversión necesarias, para beneficiar a todos los mexicanos…. Con la reforma energética habrá de mejorar todo México”. Así de sencillo, pero absolutamente nada sobre la oferta concreta de su gobierno para modernizar sin privatizar.

Otra vez el cuento de la lechera, de tal suerte que el inquilino de Los Pinos desperdició la ocasión para utilizar el aniversario de la expropiación petrolera (el primero en su mandato, que adelantó por su viaje al Vaticano) para dejar en claro cuál es la ruta por él propuesta, su alcance, y clarificar de qué se trata su oferta no privatizadora, según afirma. Que Pemex no se vende ni se privatiza se ha institucionalizado como una frase de ocasión, repetida a lo largo de cinco sexenios, o lo que es lo mismo, en 30 actos conmemorativos del decreto cardenista de 1938.

Por ello, vale el siguiente ejercicio: por el lado priísta, que es firme propósito de mi gobierno apoyar el fortalecimiento de Petróleos Mexicanos, prometió Miguel de la Madrid, y desde entonces prácticamente desapareció la industria petroquímica del Estado, mientras la inversión en la paraestatal cayó dramáticamente; que en materia de petróleo no aceptamos ninguna obligación que implicara merma en este mandato soberano, aseguró Carlos Salinas, y fraccionó Pemex para facilitar la privatización y abrir una de las puertas traseras por la que entraría el capital foráneo; que de ninguna manera aceptaremos que la soberanía y la dignidad de México sean instrumento de intereses políticos del exterior, subrayó Ernesto Zedillo, y abrió la otra puerta trasera.

Por el lado panista, que en materia energética es claro el deseo y el mandato del pueblo de México, por eso va mi palabra de que Pemex no se privatizará, dijo Fox, mientras entregaba, por medio de los contratos de servicios múltiples, el gas natural a las trasnacionales y daba entrada al capital privado en otras áreas del sector energético nacional; que seguiremos ejerciendo plena soberanía sobre nuestros hidrocarburos, prometió Felipe Calderón, y para el capital privado rehabilitó los contratos de riesgo disfrazados de contratos integrales de exploración y producción. Que no se privatiza, pues, y esos cinco gobiernos neoliberales hicieron circo y maroma para proceder exactamente en sentido contrario, y dejar a Pemex en calidad de queso gruyere por cuyos agujeros el capital privado le mete la mano.

Regresó el tricolor, y lo hace con aires aperturistas. Desde su campaña electoral, e incluso antes, Enrique Peña Nieto prometió modernizar Pemex y dar acceso al capital privado sin perder la soberanía del Estado. Para ello, su partido, con ideología amoldable, modificó sus estatutos para que la propuesta peñanietista no chocara con los principios básicos de la empresa… perdón de la organización política, y todos contentos, porque los cambios serían para beneficio de todos los mexicanos. ¿Y qué se escuchó en el primer aniversario que encabeza Peña Nieto? Por sexto sexenio consecutivo, que Pemex no se privatiza, sólo se moderniza. Demasiado discurso vergonzante como para que sea casualidad.

Si Enrique Peña Nieto instruyó a su equipo (o al revés) armar una reforma al sector energético, pues que hable claro, que abra las cartas, que detalle en qué consiste su oferta, porque finalmente la oferta de no privatizar Pemex tampoco dice nada, toda vez que el tema de fondo no es la entrega de la paraestatal a manos privadas, sino la privatización del mercado energético nacional.

Petróleos Mexicanos puede mantenerse como propiedad del Estado, pero modernizada como una suerte de oficialía de partes, de registradora de permisos y/o concesiones otorgadas por el gobierno federal, para que el capital privado explore, explote, transforme, transporte y comercialice hidrocarburos. Allí está el caso de la minería, cuya riqueza, oficialmente, es propiedad de la nación, pero sus beneficios, amén de abundantes, son íntegramente privados. Entonces, urge claridad, si la pretensión gubernamental es la credibilidad. Sin la primera, la segunda brillará por su ausencia.

Y para la nota de sociales, ayer en la refinería de Salamanca –como desde 1996, en cada aniversario de la expropiación petrolera en el que le ha tocado participar– el autodenominado líder de los petroleros, el impresentable Carlos Romero Deschamps, llegó con indumentaria de tapete cortesano: derrochó piropos para el inquilino de Los Pinos en turno, y entre líneas, suplicante, le dijo no seas malito, muñeco: no se te vaya a ocurrir aplicarme la de Elba Esther.

Las rebanadas del pastel

Y si de credibilidad se trata, en los largos discursos de ayer y las múltiples referencias a la soberanía energética del país no apareció siquiera una palabra sobre la fantasmal Refinería Bicentenario, anunciada por primera vez el 18 de marzo de 2008 por Felipe Calderón, en el 70 aniversario de la expropiación. Cinco años después ni un tornillo han colocado, por mucho que la dependencia de combustibles ha crecido como la espuma.