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Un palacio en Bolonia acoge la primera gran retrospectiva del holandés en Italia

Bas Jan Ader luchaba por reventar los convencionalismos en el arte, dice crítico

Él destronó la idea del artista como genio, opina el también escritor Javier Hontoria

Foto
Bas Jan Ader con su propuesta Nigth fall, 1971, en un fotograma
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Sábado 16 de marzo de 2013, p. 4

Bolonia.

El mundo necesita de héroes y en tal caso el artista holandés Bas Jan Ader (1942-1975) ha adquirido desde hace años esta estatura a partir de su descubrimiento a mediados de los años 90 entre artistas y conocedores, que lo reputan por su trágica muerte, por su actitud artística y por la originalidad de su obra, un ídolo del arte contemporáneo.

Ader perdió la vida mientras cumplía la segunda fase de una trilogía titulada In search of the miraculous (En búsqueda de lo milagroso), que consistía en ser el primero en atravesar en solitario el Atlántico en una minúscula barca de cuatro metros, como parte de una acción artística extrema, pero fracasó.

Una exposición individual del artista fue presentada en México, hace nueve años, en el museo Rufino Tamayo, y de manera colectiva en la Colección Jumex (2002) y San Ildefonso (2003).

En Italia, con el título Bas Jan Ader: entre dos mundos, con cierto retraso, expone por primera vez, gracias a la contribución de la colección del Museum Boijmans Van Beuningen de Roterdam. Pasado este tiempo, podemos reflexionar la evolución que el fenómeno Ader ha tenido en los años recientes y que Erik Beenker esclarece en el ensayo del catálogo: “La admiración silenciosa de un pequeño grupo de conocedores devotos se ha ido sustituyendo por el creciente clamor de los fans. No parece lejana la conquista del gran público. Están en producción un espectáculo teatral, alguna película y se multiplican libros y catálogos sobre su obra; algunas instalaciones nunca autorizadas del artista ahora han aparecido en el mercado. Se abre el telón e inicia el espectáculo Bas Jan Ader ¿No es que como temen algunos, Ader se convertirá en el James Dean de las artes visuales? ¿O en un nuevo Van Gogh?”

En paralelo avanza la investigación de su obra, permitiendo un análisis crítico que de ser histórico-artístico se integra con interpretaciones biográficas. Se espera que la atracción de una vida singular, no termine por subjetivizar el mensaje universal de su obra, aniquilándolo.

Conceptualismo romántico

El debut italiano (24 enero-17 marzo) aparece en su justa dimensión, sin pretensiones: un palacio de prestigio expositivo, ubicado en un amplio jardín colinar apenas fuera del centro de Bolonia, con el nombre evocativo de Villa de las Rosas, nos pone en contacto íntimo con la obra del artista, gracias a la sobriedad del edificio, a sus espacios contenidos en una curaduría que mantine un perfil bajo, con la información esencial, introduciendo brevemente al visitante en el clima cultural de los años 70.

Se proyecta, además, el documental Here Is Always Somewhere Else (2007), de Rene Daalder.

Ader produjo en escasos siete años (1968-75) un puñado de obra formada por video, fotografía y performance en un clima artístico dominado por el rigor formal en búsqueda de la transmisión de una idea, a riesgo de la estética. Ader, sin embargo se deslinda del conceptualismo canónico, para dar paso a una componente plausiblemente emotiva y personal que Jörg Heiser distingue como conceptualismo romántico (Viena, 2007), común a otros artistas.

La conversación con el comisario Javier Hontoria, curador independiente, escritor y crítico de arte en El Cultural, del diario español El Mundo, permite ahondar en ciertos aspectos referentes al artista.

–¿Cuál ha sido el objetivo de la muestra?

–Evidenciar a través de una retrospectiva a un artista singular, mostrar el potencial evocador de su obra y ubicar los parámetros bajo los cuales se rige en diálogo con el espacio expositivo dividido en seis núcleos temáticos que fundamentan su obra: la melancolía y el Romanticismo, el juego de presencia y ausencia, la herencia de Mondrian, el lenguaje del teatro y las célebres caídas. Me he querido poner en las botas de Ader, diseñar la muestra como creo que él lo hubiera hecho, con sencillez.

–¿A que alude el título Entre dos mundos?

–Al hecho de que él asume ciertos parámetros utilizados en Estados Unidos desde finales de los años 60 y los asocia con la tradición romántica europea. Esto es claro en I’m too sad to tell you (Estoy demasiado triste para decírtelo, 1971) aquí presentado en 16 mm como el resto de los videos, donde se condensan perfectamente las dos tendencias opuestas en una confrontación tan radical que él consigue mezclar con una soltura y frescura admirables. Aquí el llanto no es expresión de melancolía sino la emanación de tristeza que nos obliga a preguntarnos qué le pasa; queremos saberlo, pero no lo dice, él está haciendo visible la idea de llorar, manejando así el significante y no el significado propio del arte conceptual, lo cual desarrolla admirablemente. A pesar de ser, junto con las caídas, la obra más emblemática de Ader no por ello deja de ser poderosísima.

–¿Considera a Ader un artista de transición?

–No sé si de transición, pero lo cierto es que para los artistas ha sido un modelo fundamental. En 1969 no participó en exposiciones tan importantes como Op Losse Schroeven, en Amsterdam, y When Attitudes Become Form, en Berna. Ader entonces estaba en Estados Unidos y el papel que juega no es tan importante como el de sus coterráneos Jan Dibbets, Ger van Elk –su íntimo amigo en Los Ángeles–, o Marinus Boezem, como tampoco de Gilbert & George, en Inglaterra.

–¿Por qué es tan influyente entonces?

–Porque destrona la idea del artista como genio. Él trabaja en un perfil bajo y silencioso muy bien ejemplificado en las caídas, en la torpeza, en el tema de Beckett. Hay una estética muy fraguada que ha triunfado en esta década entre los jóvenes artistas alejándose de la grandilocuencia y exuberancia formal que triunfa en los años 90.

La gran apoteosis de Ader es de este siglo, cuando la estética va hacia otro lado y lo vemos ahora: ya no interesan las grandes piezas o los grandes videos ni súper producciones o tecnología. Creo que Ader aborrecería la actual comercialización del arte. Él buscaba reventar los convencionalismos en el arte, enaltecía la obra única, la práctica artística vista como experiencia casi mística jugando con el tema del absurdo, del fracaso, sin dejar de pensar al arte como un gran tema.

–¿Eso basta para considerarlo un héroe?

–Las circunstancias en que cruza el Atlántico lo hacen. Él no era un loco, era un navegante, ya había hecho una travesía en barco desde Marruecos hasta Los Ángeles, cuando tenía 20 años. Quería enfrentarse al abismo y le gustaba el riesgo, quería explorar la finísima membrana que existe entre la vida y la muerte en circunstancias tan peculiares que lo convertirían en leyenda. Situarse en el máximo de la coherencia, en una actitud tan leal y honesta, me parece una condición excepcional y es lo que ha gustado a los artistas.

Para ver y conocer la obra principal del artista se puede consultar la página electrónica www.basjanader.com.