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El pugilista mexicano está intranquilo sobre su futuro

Para Juan Carlos Salgado el boxeo es cruel: en un parpadeo se termina todo
 
Periódico La Jornada
Martes 12 de marzo de 2013, p. a15

Fue sólo un parpadeo, pero cuando Juan Carlos Salgado abrió los ojos ya estaba tendido en la lona. Abrumado por el derechazo demoledor del dominicano Argenis Méndez, intentó levantarse, pero no estaba bien; sentía un mareo inquietante y el piso se le movía como si estuviera en una embarcación. La sorpresa del golpe que recibió en el primer asalto y la certidumbre de que estaba lastimado lo preocuparon.

Aquí ya se había acabado todo, se dijo mientras trataba de recuperarse. No sé qué pasó; aguanto golpes fuertes, pero fue como si fuera un peleador de papel o como si me hubieran dado un empujón y no un golpe con un puño, lamentó, días después de la contienda que sostuvo el sábado en Costa Mesa, California, en la que fue noqueado en el cuarto episodio. Esta derrota le arrebató el campeonato mundial superpluma de la Federación Internacional de Boxeo.

Después de esa caída en el primer capítulo, se esforzó por entrar de nuevo en el combate, aunque lo asaltaron las dudas sobre sus facultades para seguir. Salgado había conseguido en 2011 este título, que estaba vacante, ante el mismo Méndez. No fue contundente –lo venció por puntos–, en estado casi de nocaut y a punto de desfallecer sobre la lona: ganó sofocado.

Argenis también recordó esa derrota y consideraba que el cinturón debía ser suyo. Por eso salió movido por la rabia de recuperar lo que pensaba que le pertenecía.

Salgado sobrevivió más de la cuenta –reconoce–: como pudo se reincorporó y siguió intercambiando golpes que lo sacudían sobremanera. Me han pegado más fuerte, no sé qué me pasó, repitió con tono triste y confundido.

El púgil mexicano dijo que no comprende cómo pudo seguir tres episodios más en esas condiciones. Llegó al cuarto asalto y ahí fue conectado por una zurda que le pegó en el botón donde se interrumpe el funcionamiento de un peleador. Lo apagaron.

Sentí que esa segunda caída era menos violenta que la primera; no me sentía tan mal, pero el réferi seguro me vio mal y ya no permitió que siguiera, dijo como en un reclamo hacia sí mismo.

Ya con el nocaut decretado, sólo esperó el protocolo en el que el réferi levanta la mano del ganador oficial y el anunciador grita el nombre del monarca: Argenis Méndez, nuevo campeón mundial. Salgado se sintió entonces realmente perdido.

Ya bailó todo... ya, se acabó, resopló desmoralizado. “Se acabó porque el boxeo sólo vale la pena si tienes un campeonato, porque de lo contrario no hay nada: ni feria ni la oportunidad de trascender”.

Regresó devastado a su hotel para descansar, pero no pudo dormir. Se abría ante él el escenario más lúgubre: se reclamó que estaba a punto de entrar en ese camino donde las peleas de mejor nivel le permitirían asegurar la situación económica de su familia. Ahora la oportunidad será para el dominicano.

Tal vez ya terminó mi momento y ahora tengo que pensar en cómo seguir adelante, pero me desespero porque toda mi vida he estado metido en el boxeo... ¡Nunca he trabajado de otra cosa!, soltó angustiado.

A veces estás arriba, a veces abajo, pero arriba siempre está lo que vale la pena, dijo. Pero así es el boxeo, un deporte tan cruel que termina en un parpadeo.