jornada


letraese

Número 200
Jueves 7 de Marzo
de 2013



Director fundador
CARLOS PAYAN VELVER

Directora general
CARMEN LIRA SAADE

Director:
Alejandro Brito Lemus

pruebate



editorial

Joaquín Hurtado

Grupo de riesgo

–¿Si no es indiscreción, qué enfermedad tiene tu hijo?– Le preguntan a mi madre. El ácido que la despelleja no le cae desde la multitud anónima, ni se agazapa en la muchedumbre depredadora. Se trata de algo más insidioso. El interrogativo se afinca en el colmo de la magnánima visita de la tía Gilberta, su querida hermana. La única que le queda.
Mi tía conoce y hasta admira el nivel académico, la obra construida, las distinciones y méritos alcanzados, el andar seguro, la frente en alto, el saludo respetuoso de mis ojos sumidos bailoteando sobre unos pómulos salientes; desde unas mejillas desfiguradas por la lipodistrofia.
Encuentro a mi madre despostillada, dolida, llorosa. Y me trago junto con su cuerpo de cuarenta kilos toda la hiel de toda la rabia de toda la humanidad nociva y ladina. Juntamos apenas dos costalitos de huesos vencidos por la impotencia, atados por un abrazo que no nos calienta. En la pregunta, le explico a mi vieja, ya va la respuesta que esas personas solicitan. El sablazo es gratuito. Fíjate, mamá, cómo la pronuncian morosa, lánguidamente. Como sabiendo de antemano el grave destrozo que fustigan a placer. La deslizan al garete, como si preguntaran qué lleva el gorrión en su gracioso piquito. Incluso bajan la mirada hasta el nivel de tus pies ulcerados por la diabetes. Y la desempacan con tono dulzón, de moscamuerta, utilizando una modulación artificiosamente consternada.
Si no es indiscreción... ¿te das cuenta, madre?, ¿percibes el tamaño del siniestro donde habitan esos ojos dañosos que como buitres se amontonan para devorarte en vida? Si no es indiscreción… ¡cuánta ponzoña cabe en una frase que atormenta como cólico estomacal! Cuatro palabras que revelan la monstruosidad fraguada en el ocio del chisme y el chistorete del Feisbuk.
Por supuesto que lo suyo es exclusivamente la indiscreción bellaca. Es la habladuría morbosa. Es la mirada furtiva. Es el silencio nervioso ante el súbito enjutamiento de carnes que tu hijo lleva por el mundo con dignidad de Papa renunciante. Es el gravísimo augurio de lo que espera a los preguntones chapuceros. Es la promesa de que una vez salvados de la peste, no faltarán los burócratas lerdos que los hundan en las catacumbas de la epidemiología desolada. Es la muestra del fracaso moral de eso que llamamos familia, hoy consagrada al deporte sádico de propinar el estigma rabioso.
No hay escapatoria, madre. Mi precio es el que indica el grupo de riesgo donde he sido confinado. No respondas por mí, yo llevo mi osario con garbo, como marca de grandeza histórica, como frontispicio magistral que más de veinte años con el sida han instalado en los recintos de mi carne remisa.
Que conste para burla de los siglos: “Si no es indiscreción, ¿de cual sida se muere tu hijo? ¿El sida de esos jotos, putas, malvivientes, mujeres trans, drogadictos?” ¿Acaso hay otro?


S U B I R