Opinión
Ver día anteriorSábado 2 de marzo de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Desaparición forzada y terrorismo de Estado
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sta semana fue presentado en Atoyac y en esta ciudad el libro Desaparición forzada y terrorismo de Estado en México. Memorias de la represión en Atoyac, Guerrero, durante la década de los 70, coordinado por Andrea Radilla Martínez –la segunda hija de Rosendo Radilla Pacheco, detenido y desaparecido por el Ejército en 1974– y Claudia E. G. Rangel Lozano, catedráticas de la Universidad Autónoma de Guerrero. La investigación fue posible gracias a la participación de la Asociación de Familiares de Desaparecidos y Víctimas de Violaciones a los Derechos Humanos en México (Afadem), que, junto con Tita Radilla y Julio Mata Montiel son los protagonistas de las historias narradas. El libro trae a la memoria algunas atrocidades cometidas por el Ejército en ese municipio de la Costa Grande de Guerrero durante las décadas de los 60, 70 y 80 (detenciones arbitrarias, torturas, ejecuciones extrajudiciales y desapariciones forzadas) –que sus autores interpretan como terrorismo de Estado– y en el que hay más de 470 detenidos-desaparecidos por motivos políticos. Todo ello, mediante la realización de entrevistas a los familiares de los detenidos-desaparecidos, quienes por años han cargado con el peso de la ausencia, la búsqueda, la exigencia de la presentación y la espera del regreso de su pariente, junto con la persecución y la negativa oficial a reconocer el paradero del desaparecido.

El libro nos habla en primer lugar de los escenarios y la inconformidad social en la región cafetalera de la sierra y costa guerrerenses; de la lucha permanente de la Afadem por la presentación de los detenidos-desaparecidos por las autoridades civiles y militares, y de su lucha contra la impunidad y porque no se repitan esos crímenes abominables. Pero nos habla también del proceso de transformación de un pequeño grupo de familiares en luchadores sociales que, sin recursos económicos, y menos del erario, y sin ninguna otra forma de atadura o compromiso político partidario, han llevado las denuncias por los crímenes de Estado en México hasta organismos internacionales, como la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CoIDH), pues desde los años 70 los hemos conocido sin nexos ni puestos políticos que mermen su independencia. Nos habla, en segundo lugar, de la solidaridad humana que se ha ido tejiendo a partir de la desgracia de ser habitante de esta región, en la que algunos se atrevieron a manifestar su disidencia política contra el régimen establecido, que es el mismo que hoy gobierna el país. Nos habla igualmente de la presentación de quejas ante los organismos de derechos humanos nacionales e internacionales, y de la presentación de denuncias ante las instancias locales, estatales y federales; del señalamiento de posibles cementerios clandestinos, y de la presentación de denuncias ante la Procuraduría General de la República, antes incluso de la significativa, aunque defectuosa, investigación de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.

Nos habla además de la presentación posterior de denuncias ante la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado; ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y, finalmente, ante la CoIDH, de la mano de la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos. Nos habla también de las actividades que año con año realiza la Afadem como miembro de la Federación Latinoamericana de Asociaciones de Familiares de Detenidos-Desaparecidos (Fedefam), en la que Tita fungió como vocal de asuntos indígenas, y hoy Julio tiene la cartera de comunicaciones, el Día de los Detenidos-Desaparecidos en el mundo. Pero también nos habla del impulso a leyes nacionales e internacionales contra este delito, proceso donde el Centro Vitoria ha sido parte. Se trata, pues, de un trabajo novedoso, que nos presenta la realidad vivida por las víctimas de estos crímenes de lesa humanidad, escondida por las autoridades de todos los colores partidistas. Y por ello nos habla de la sevicia de los criminales, y de la historia y los planes que aplicó el Ejército; de las autoridades responsables (las que dieron las órdenes y las que las cumplieron); de los lugares y la cantidad de soldados que se emplearon; del control de comida y de las medicinas; del hambre, del miedo y del terror que generaron en la población. Nos habla de las trabas estructurales para presentar denuncias y de los pasos en el proceso del caso Radilla en el país y en el extranjero. Y por fin de una parte de la historia de la Afadem, de su fundación y su recorrido en la lucha por la verdad y la justicia en México, y de su estigma por ser una organización de familiares de posibles guerrilleros. El hecho de que haya sido editado y financiado por el Conacyt, confiere al libro evidentemente un sustento académico, aunque su originalidad mayor como texto radica sobre todo en que los testimonios y la documentación fueron recogidos, recopilados y organizados por jóvenes pasantes de licenciatura de la UNAM, la Universidad Autónoma de Guerrero y la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, dirigidos por un grupo de académicos experimentados. Para ello, previamente se llevaron a cabo talleres con una sicóloga especializada, con el fin de que se entendiera quién es un detenido-desaparecido y cuál es el sufrimiento y la experiencia de sus familiares en la búsqueda por encontrarlo. Se trata de un primer libro por el que conocemos la versión de las víctimas, en contraposición con la de las autoridades, que han ejercido el poder para acallar voces, por medio de la desinformación y la mentira.