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Ver día anteriorJueves 28 de febrero de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Gasto público en cuarentena
E

n lugar de aludir al secuestro o, peor aún, a la secuestración del gasto público en Estados Unidos –como se ha hecho en textos supuestamente escritos en español–, me refiero a la cuarentena, que recortará en forma generalizada y arbitraria un monto significativo de erogaciones a partir de mañana, primero de marzo. Casi ha desaparecido la expectativa de que, al igual que otras veces, se llegue a un arreglo in extremis entre la Casa Blanca y el Capitolio. Es casi nula la probabilidad de evitar la cuarentena porque el líder de la mayoría republicana en la Cámara de Representantes continúa negándose a negociar la propuesta del Ejecutivo, replanteada el 21 de febrero y que está aún sobre la mesa, como el propio Obama y sus voceros han reiterado con insistencia. Boehner ha dicho que este recorte es conveniente, como contrapartida a las modificaciones impositivas que se convinieron al cierre de 2012.

Hace apenas dos meses muchos celebraron que Estados Unidos no se hubiera despeñado desde el acantilado fiscal, disipándose así una de las mayores amenazas contra la recuperación de la economía mundial. Pasaron por alto que el arreglo de Año Nuevo evitó el peligro inmediato de otra recesión, pero dejó latentes otros riesgos, entre ellos el de la cuarentena al gasto público, a sólo dos meses. Éstos se agotaron sin que siquiera se intentara, en serio, convenir en una estrategia para la reducción a largo plazo del déficit público. El Ejecutivo no perdió tiempo. Desde la primera mitad de enero, Obama presentó ideas específicas y recorrió el país señalando las dificultades que traería consigo la cuarentena, en especial para empleados, trabajadores y otros segmentos medios de la sociedad estadunidense. Los recortes, que equivalen a 9.4 por ciento del gasto en defensa y a 8.2 por ciento del resto del gasto presupuestal, tendrán un impacto muy diversificado, afectando al menos 25 programas importantes, desde adquisiciones de equipo y proyectos de investigación del ejército, la fuerza aérea y la marina, hasta seguridad fronteriza e inmigración, auxilios en caso de desatre, el programa aeroespacial, seguridad nuclear y aeroportuaria y, entre varios otros, investigación científica y tecnológica. Habrá impactos sobre los niveles de empleo y remuneraciones en los servicios educativos y de salud y en las fuerzas armadas.

En términos de su impacto recesivo, el de la cuarentena que con toda probabilidad entrará en vigor mañana no es ni lejanamente comparable al que hubiesen provocado las reducciones de gasto y las caídas de ingresos asociadas al acantilado fiscal. Este impacto se estimaba entre 600 mil y 700 mil millones de dólares en 2013, equivalente a alrededor de 5 puntos del PIB. La cuarentena afectará gastos por 85 mil millones de dólares, algo más de medio punto porcentual del PIB, o apenas 2.3 por ciento del gasto federal total de 3.6 billones de dólares que se esperaba ejercer en el año. De esta suerte –incluso teniendo en cuenta que el impacto contraccionista de los recortes de gasto público comprende un efecto multiplicador mucho más significativo del que por lo general se suponía, como lo ha admitido el staff técnico del FMI–, el efecto negativo directo de la cuarentena sobre la actividad económica será más o menos moderado: del orden de -0.3 a -0.6 puntos, aunque impedirá el abatimiento continuado de la desocupación.

Sin embargo, no debe olvidarse que la cuarentena de 2013 será sólo la primera y la más pequeña o más limitada de una serie decenal. Año con año, la cuarentena afectará un monto creciente de gasto público, hasta llegar, en 2021, a algo más de 150 mil millones de dólares y a un total acumulado (2013-2021) de 1.1 billones. En otras palabras, de no alcanzarse el acuerdo bipartidista para la reducción a largo plazo del déficit presupuestal, las sucesivas cuarentenas anuales de gasto colocarán a la economía de Estados Unidos en una senda de contracción continuada, con evidentes implicaciones recesivas para el conjunto de la economía mundial y, desde luego, para la perspectiva –que algunos consideran brillante– de economías como la de México, absolutamente dependientes del comportamiento económico estadunidense.

Tampoco conviene olvidar que el diseño mismo de la cuarentena de gasto público –en su magnitud total, en su escalamiento anual y en su carácter obligatorio y generalizado– tenía por objeto plantear un costo a todas luces tan alto que nadie estuviera dispuesto a pagarlo.

Como lo expresó Obama el pasado 21 de febrero: “El diseño mismo de estas reducciones arbitrarias intentó hacerlas tan carentes de atractivo y tan irracionales que demócratas y republicanos se verían compelidos a realmente ponerse de acuerdo en una buena combinación de prudentes reducciones de gasto y eliminación de privilegios tributarios. Es decir, todo esto fue pensado para que dijéramos: ‘no podemos realizar estas reducciones tan negativas; hagamos algo mejor’. Esa fue la idea básica de la llamada cuarentena”.

Ese algo mejor quedó claramente planteado en la propuesta del 21 de febrero. De acuerdo con el resumen publicado en el portal de la Casa Blanca (www.whitehouse.gov), mientras que con la cuarentena se obtendría en 10 años una caída del déficit de 1.1 billones de dólares por la vía de recortes directos al gasto –con claros efectos recesivos–, con la propuesta de Obama se tendría, en igual lapso, una reducción del déficit de 1.7 billones producto de un cuidadoso equilibrio entre a) recortes al gasto (930 mil millones), b) mayor recaudación al eliminar deducciones y privilegios (580 mil millones), c) menores erogaciones por intereses e indexación (230 mil millones) y d) gasto adicional para estimular la economía (50 mil millones). Este fue el paquete que los republicanos dejaron sobre la mesa, negándose incluso a discutirlo.

Más allá de la ya inevitable cuarentena, debe tenerse en cuenta que en los próximos meses se librarán nuevas batallas alrededor del presupuesto –gasto, recaudación y endeudamiento– entre republicanos y demócratas. A finales de marzo se deberá autorizar la extensión del fondeo de las agencias gubernamentales federales, el famoso tope de endeudamiento. Fue la controversia sobre el incremento de este límite en 2011 que colocó a Estados Unidos al borde del default y dio inicio a la serie de enfrentamientos, uno de cuyos episodios –la cuarentena al gasto público– se cierra, en condiciones lamentables, mañana primero de marzo.