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Ver día anteriorMartes 26 de febrero de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Rescate: cuarta etapa
E

l libro Rescate de San Agustín, de Carlos Martínez Assad, publicado por la Dirección General de Patrimonio Universitario de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) fue presentado en el Palacio de Minería en sesión presidida por el rector José Narro. Un hervidero de personas asisten a la feria y eso estimula. Ojalá supere la característica de espectáculo y acerque a la lectura.

El volumen se lee con la fluidez y agilidad características del autor. Una lectura concentrada, al tiempo que se observan las fotografías de David y Rodrigo Maawad, a las que se suman las de archivo, depara al posible lector la impresión de que la historia sobre el ex templo y convento de San Agustín, que con el cambio de giro después de la Reforma, vino a ser la primera sede de la Biblioteca Nacional, tiene características de thriller. Eso a partir de que la orden de los agustinos decidió construir la que sería su casa partiendo de un proyecto mucho más espectacular, grandioso y lujoso que los que caracterizaron las construcciones de las otras dos órdenes mendicantes: franciscanos y dominicos.

Durante el largo periodo en que fue templo y convento, sufrió no uno, sino dos incendios y, por tanto, con varias remodelaciones, además de ampliaciones. A partir de la Reforma, que provocaría su desajuste y abandono, su historia aborda el momento en que se impuso trasformarlo en su totalidad para cancelar toda referencia a su misión religiosa, con el propósito de convertirlo en espacio laico, cosa que arquitectónicamente nunca se consiguió del todo.

El autor se pregunta: ¿Por qué se eligió San Agustín para biblioteca? Puede especularse que en la decisión fue decisivo el pensamiento de los liberales mexicanos, que probablemente habían estudiado la figura del santo (...), habida cuenta de que existían otros edificios religiosos disponibles y, además, Maximiliano pensó al respecto que la Biblioteca Nacional podía establecerse en la Casa de Moneda, dicha dependencia se convirtió en el primer Museo Nacional y albergó los monolitos estudiados por Eduardo Matos y Leonardo López Luján en el libro ahora reditado por el Fondo de Cultura Económica y también presentado en Minería, de modo que las historias ofrecen entrecruces, como siempre sucede.

El volumen sobre San Agustín tiene un anexo Propuesta de la cuarta etapa del tratamiento del subsuelo. Eso refiere al lapso todavía inconcluso en cuanto al inicio de su restauro total, no sólo como instancia destinada a X o Y uso, que se dice redundará en biblioteca digital, según anunció el rector de la UNAM, sino también como edificio de gran vuelo histórico desde sus orígenes hasta nuestros días. Más que otra cosa resulta ser un inventario de las múltiples acciones que se han llevado a cabo, primero durante su función como templo y convento, luego durante el proceso de su readaptación y por último en la más estricta actualidad: “Los resultados de los 17 monitoreos efectuados periódicamente entre 2002 y 2010 permiten afirmar que se manifiesta una mejoría significativa en los hundimientos diferenciales (…)” Los índices de hundimiento, observan los expertos, difieren en las distintas secciones del edificio.

La excelente fotografía de la nave hacia el coro muestra que la bóveda tiene humedades intensas. En esa misma imagen los próceres históricos del intelecto, centinelas en la nave central que fue el salón principal de la biblioteca, aparecen encerrados en casetas de cristal, cosa que los preserva; en otra sección, cada uno de ellos fue objeto de fotografías aisladas que dan cuenta de sus configuraciones y también de su deterioro, que no es extremo. Si sus parecidos son o no realistas es cosa que no importa demasiado y eso pudiera ser motivo de otra investigación suplementaria por parte de los iconografistas.

En tema tan amplio hay que elegir pormenores. El conocido relieve de San Agustín, preservado en el segundo cuerpo de la fachada de la biblioteca y en efecto muy similar, aunque no idéntico al de San Agustín en Oaxaca, está flanqueado por columnas entorchadas, a las que sigue otro enmarcamiento con cornisas clasicistas. El relieve deriva de fuentes diversas, entre las que está una efigie de la Madonna de la Misericordia por Piero Della Francesca. La capa del santo, sostenida por ángeles, cubre a la grey agustiniana, jerárquicamente de menor tamaño que la representación del obispo de Hipona. Agustín, con su mitra y su barba rizada, está firmemente plantado sobre tres cabezas de herejes. El de en medio es Arrio (256-336), quien había negado la divinidad de Cristo, desencadenando el arrianismo, y los otros dos presumiblemente son Pelagio (360-422) y Donato (270-355), obispo de Numidia, donde nació San Agustín. Estos dos personajes también desataron movimientos que contravenían los concilios de Nicea (325) y Constantinopla (381).

Por su parte, San Agustín es uno de los primeros semiólogos, según han acotado pensadores contemporáneos de todas las tendencias. La noción de signo tiene un primer expositor en sus escritos y también la práctica del monólogo interior.

El terreno lodoso (eso quiere decir zoquiapan) donde fue edificado su templo, es consabido que ni con mucho es el único que ofrece tales características en el Centro Histórico de la capital.

La mera publicación de este libro constituye un primer rescate. Enhorabuena.