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El nada discreto encanto de la Reina
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Periódico La Jornada
Sábado 16 de febrero de 2013, p. a16

La majestuosidad mayestática de la Reina en escena:

Se mueve, desliza, canta, contonea. Su graciosa majestad realiza su conquista: una intensa, sudorosa multitud en éxtasis la contempla y la venera.

Su majestad, el grupo Queen, en vivo y en alta definición: Hungarian Rhapsody. Queen Live in Budapest. The Original 1986 Concert Re-Mastered in High Definition and 5.1 Surround Sound, novedad discográfica de alarido.

La primera escena de este filme del gran cineasta húgaro Janos Zsombolyai muestra el esplendor de la vieja Budapest: ese territorio de la magia y el misterio y la gran cultura esparcida en dos ciudades separadas y al mismo tiempo unidas por el río Danubio: Buda y Pest.

Dieciséis camarógrafos se reparten las acciones y el director recurre a lo que en ese entonces era un descubrimiento técnico: la cámara rápida para narrar la manera como un ejército de hombres-hormiga construye el escenario monumental y luego el cómo millares de jóvenes-hormiga van poblando, la noche del 27 de julio de 1986, la cancha de futbol del Népstadion de Budapest.

Y entonces inicia el concierto: una descarga brutal sale disparada desde la hermosa guitarra de Brian May, tan mayestática ella, y le responde la sirena sinuosa que nada sobre los brazos de John Deacon y ese chicoteo submarino del bajo se monta sobre el tamborileo tenaz, rotundo y hondo, que ejecuta con maestría el rubio Roger Taylor montado sobre los tambores y por encima de todos ellos el efluvio magnético de Freddie Mercury se convierte en canto de sirenas y ya, de esa manera tan centelleante y colosal, la Reina está contenta. God Save a Queen.

One vision, de 1985 y conformante del álbum A Kind of Magic, es la pieza que abre el concierto, seguida por la jocosa Tie Your Mother Down y así hasta completar un track listing semejante al que ofrecieron en otro estadio, Wembley, pero en Budapest la temperatura subió al máximo merced al encanto de una música tan atractiva y llena de magia que descifraron cabalmente los miles y miles de húgaros que no dejaron de saltar, bailar y sobre todo cantar todas las piezas, una a una, incluso a capella, y luego su majestad de plano tocaba para que ellos, esta masa en éxtasis, cantaran.

Un momento noble ocurrió cuando el mercurial Mercury les ofreció un regalo regio: de Queen para ustedes: una linda canción tradicional cuya letra en húngaro, que se escribió el mercurioso Mercury en la palma de la mano izquierda y leía a manera de acordeón mientras cantaba, y dice así:

Tavaszi szél vizet árast, virágom, virágom/ Minden Madár társat válaszst virágom, viragom/ Hát én immár kit válasszak? Virágom, virágom/ Te engemet, én tégedet, virágom, virágom.

Algo así como: El viento de la primavera mueve las aguas, flor mía/ mientras cada avecilla busca a su pareja, flor mía/ Y yo ¿a quién elegiré como pareja, flor mía? / Te elijo a ti, y tú me eliges a mí, flor mía.

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Una canción muy propia y adecuada para el estilo de la Reina, uno de cuyos componentes finos es el camp, esa corriente artística que estuvo en boga en las décadas postreras del siglo XX, y reúne humor, ironía y ciertos rasgos caricaturescos muy cercanos al kitsch.

La música de Queen es un tesoro: su amplio registro inicia en el hard rock y llega a lo que algunos definen como heavy metal, aunque con la perspectiva de lo que ese género ha logrado hoy día, lo que hicieron Led Zeppelin y Queen serían en todo caso los prolegómenos del heavy metal, pues junto a ellos los Pantera o el buen Rob Zombie, entre otros miembros de la realeza metalera, lucen como nobles ogros junto a los tiernos caballeros hippies (los Led Zep) y los apretaditos/ relamidos/desparpajados Queen.

Hay entonces en la música de Queen el dulce encanto del camp y adecuadas dosis de rock progresivo, pop-rock y sobre todo una atmósfera bombástica que estalla en una euforia que hace de la música de la Reina un patrimonio transgeneracional, pues hay una novísima generación de roqueros expertos en Queen, en la que se cuentan mis queridos amigos Mateítos: el diestro baterista de 11 años de edad Octavio y su hermano de ocho, el zurdo guitarrista Leonardo Cervantes Mateos.

Ah, para mi gusto el logro supremo de Queen es su manejo canoro tan preciso, cabal, virtuosístico y creativo: como pocos grupos, los cuatro Queen cantan, corean, armonizan, improvisan y crean un paraíso primigenio donde el canto, ese humano y hondo acto de cantar, cobra sentido.

Esta novedad discográfica viene en varios formatos: un álbum triple con el dvd y dos cidís de audio y una versión en Blu-ray.

Hay otra buena nueva: Hungarian Rhapsody podrá disfrutarse, a cien y a 150 pesos el boleto, el miércoles próximo, 20 de febrero, en el Auditorio Nacional, con su maravillosa pantalla gigantesca de alta definición y un sonido que los hará estallar en mil digitalizados pedacitos. Una maravilla, poder ahora sí compartir el contenido musical y visual del Disquero con nuestros lectores y en todo su esplendor.

Pero hay más, el miércoles 27 se podrá vivir Celebration Day, que reseñó el Disquero hace dos semanas (http://alturl.com/27txw), todo un acontecimiento, y el siguiente miércoles, proyectarán el concierto que ofrecieron las puertas de la percepción, The Doors, en 1968, en el Hollywood Bowl, también remasterizado.

Por lo pronto, larga vida a la Reina.

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