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Inauguraron la muestra Luz invisible en la Universidad del Claustro de Sor Juana

Trío de artistas explora el juego de sombras en movimiento

Reúne propuestas de Isadora Cuéllar, Sofía Echeverri e Iker Vicente

La primera plantea una guarida que invita al espectador a refugiarse del caos y la violencia cotidianos

Foto
Isadora Cuéllar junto a su instalación Realidades intagibles, formada por 222 piezas de cerámica, incluida en la exposición que se puede visitar en la celda contemporánea de la institución universitaria ubicada en avenida Izazaga 92, Centro HistóricoFoto Carlos Cisneros
 
Periódico La Jornada
Sábado 16 de febrero de 2013, p. 2

El juego de sombras en movimiento es el hilo conductor de Luz invisible, exposición de los artistas Isadora Cuéllar, Sofía Echeverri e Iker Vicente.

La muestra se inauguró el pasado miércoles en la celda contemporánea de la Universidad del Claustro de Sor Juana (avenida José María Izazaga 92, Centro Histórico).

Desde que Berta Kolteniuk asumió la curaduría de la celda contemporánea, dividió ese espacio en tres salas y lo llamó formato tres, porque siempre invita a tres artistas para que muestren sus trabajos.

Esta ocasión, empecé con Isadora y su propuesta de las sombras, a partir de la cual busqué a quienes trabajaran con esa idea y encontré a Iker y Sofía. Cada uno, desde su ángulo, con su historia particular, con sus materiales, de manera muy personal, llegan a una coincidencia.

Conocida por su escultura en cerámica, Cuéllar presenta la instalación Realidades intangibles, producto de la beca que recibió el año pasado del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes.

“Aquí –expresa– el resultado final ya no son las piezas. Se podría decir que la pieza es el medio para obtener las sombras que para mí son la obra resultante.”

Si antes terminaba la obra, la quemaba y la montaba, para Realidades intangibles antes de que se secara, la fragmentó en 222 piezas de cerámica.

La idea es que esos fragmentos se vuelvan a unir por medio de las sombras para generar una pieza diferente. Tampoco es una obra estática, porque las sombras son producidas por dos pequeños trenes (símbolos del tiempo que pasa), armados cada uno con un led de alta luminosidad, que circulan constantemente en su vía.

De allí que proyectan las sombras de los fragmentos a la manera de una especie de danza que representa una metáfora de la estructura interior relacionada con una exterior, ya que siempre hay algo mayor a lo que estamos conectados, y esa posibilidad de pronto de nosotros como seres humanos de poder ser fragmentados como una especie de deconstrucción para volvernos a armar, formarse de la manera en que uno quiere ser.

Para su instalación, Isadora Cuéllar propuso generar una habitación que fungiese como guarida que invita al espectador a refugiarse del caos y la violencia en que estamos constantemente inmersos, y ejercer la introspección.

Genaro Ochoa compuso la música que acompaña Realidades intangibles, porque a Cuéllar le interesaba que la instalación tuviera música. El artista multimedia Hugo Solís se encargó de la parte lumínica. El espectador puede transitar por la pieza y, de pronto, es iluminado por el tren.

Influencia de Alexander Calder

Iker Vicente presenta dos instalaciones en las que explora el movimiento como punto central y relacionado con el dibujo. La primera, No me llames iluso, porque tengo una ilusión, aborda el movimiento repetitivo y parte de un diagrama del inventor mexicano decimonónico, José Antonio Loranca, quien patentó una máquina de movimiento continuo que Vicente reconstruyó –junto con sus asistente Humberto Alicia–, pero que, además, amplió y enriqueció.

En la segunda instalación, Regreso al rebote de las esferas celestes, el escultor continúa con el juego de móviles y experimenta con el movimiento aleatorio que se convierte en uno orgánico. Se trata de dos parejas de baile que no nada más cuelgan, sino que hay cambios de ritmo. Por eso empecé a jugar con las pelotas de esponja que, al golpear ya sea en las paredes u otro móvil, las figuras comienzan a variar.

Es la influencia de Alexander Calder, quien decía que con los menos recursos posibles te topas rápidamente con tus límites y con esos uno puede trabajar, indica.

Asimismo, la instalación titulada Células, de Sofía Echeverri, consta de 10 piezas en acrílico, cinco transparentes y cinco negras.

Es resultado “de un proceso largo de elaboración que se inicia con el dibujo y su transformación al objeto para hacer posible la proyección de su sombra, con un movimiento casi imperceptible.

Estas células representan para mí la certeza en constante explosión. Son sombras que por estar en movimiento sugieren el continuo fluir de sentimientos con los que debemos lidiar a cada instante. Por cada célula negra, hay una transparente, y ambas proyectan una sombra de distinta intensidad.