Opinión
Ver día anteriorSábado 9 de febrero de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Apuntes postsoviéticos

En fase terminal

E

l enfermo, casi moribundo, no es nadie en particular, y aquí podría ser cualquiera, porque está en fase terminal el sistema de salud pública que, tras decenios de abandono, agoniza en este país.

Existe todavía, formalmente. Pero ya no es ni la sombra de lo que llegó a ser en la Unión Soviética, cuando el acceso gratuito y de todos a la atención médica era –más allá de los privilegios de la nomenklatura, molestos en aquella época y risibles frente a las desigualdades de hoy– una realidad.

Antes, los ciudadanos financiaban con sus impuestos la salud pública, cualquier paciente tenía derecho a ser tratado, incluidas complejas intervenciones quirúrgicas y eventuales prótesis, sin pagar nada, aparte de una botella de brandy o algún otro regalo al cirujano en señal de agradecimiento.

Ahora, los ciudadanos siguen financiando con sus impuestos la salud pública, pero sólo tienen derecho a ser tratados quienes puedan pagar las costosas intervenciones quirúrgicas y eventuales prótesis, lo que supone desembolsar miles de dólares.

Casi siempre, los hospitales son los mismos y, cada vez menos, los médicos (no tanto por las dos décadas que han pasado desde que desapareció la Unión Soviética). Además de los que fallecieron por edad, los mejores médicos rusos emigraron o prefieren operar en otros países y, si de milagro siguen acá, ganan lo que cobrarían allá, aunque aquí no todos pueden pagar esas cantidades.

Poco a poco, en la medicina gratuita, toman el relevo de quienes se van a clínicas extranjeras inmigrantes con bata blanca, que con un poco se suerte tal vez serían mejores peluqueros, navaja de rasurar –y no bisturí– en ristre.

El resultado es que, en menos de cinco años, se duplicó el número de muertes por negligencia médica en Rusia y ahora, según los datos oficiales más recientes de la procuraduría general del país, llega a 100 mil muertes anuales.

Podría pensarse que Rusia ya alcanzó a Estados Unidos en lo que respecta a ese lamentable indicador, con la diferencia de que ahí el volumen de asistencia médica prestada es mucho mayor, igual que la población (315 millones en EU frente a 140 millones en Rusia).

Lo cierto es que, conforme reconocen las propias autoridades, el sistema de salud pública empeora y cada vez hay menos opciones gratuitas; en cambio, aumentan los diagnósticos y tratamientos equivocados, lo cual provoca muchísimas muertes evitables.

Rusia, en consecuencia, tiene una muy alta tasa de mortalidad y sus habitantes una muy corta esperanza de vida, con 35 por ciento más de probabilidades de morir antes que la población de países con desarrollo similar.