Opinión
Ver día anteriorLunes 4 de febrero de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Toros
La torería de Fermín Rivera
F

ermín Rivera –torería pura– enganchaba la embestida de los toros de San José al salir al redondel, en un revuelo de mariposas que herían el aire y eran ráfagas de encendido color al rematar los lances con la media. Al llegar a jurisdicción el torero potosino le cambiaba al viaje al burel y el remate sorprendía a los aficionados y el coso se veía envuelto en ese girar mariposero. Mismo capotear se repitió en un espléndido quite por gaoneras al infaltable torito de regalo.

Fermín el nieto de la dinastía torera sigue esa fantasía capotera que tanta fama dio a nuestros toreros en el mundo taurino. El toreo del potosino tiene su orografía no siempre a la vista. Es preciso hallarse dotado de mirada penetrante para distinguir los causes por donde discurre la sabia expresiva de su forma de torear. Forma que logra apartar la maleza abrumadora de las riveras y a mostrar a plena luz las corrientes fecundas de un torear que explica mejor su toreo de aquellos que entretenidos en el detalle lo convierten en minucia embarazosa que le llaman académica. Tan es así que su manera de estoquear a los toros vuelve a hablar de su torería. De tres estocadas en lo alto despacho a sus bureles.

No ha toreado mucho Fermín, pero trae el toreo en las muñecas y en las entrañas. Toreo clásico que requiere del toro bravo, encastado para lucir su quehacer. Fue lo que sucedió la tarde de ayer en que al recibir a sus enemigos les pudo y los remató en el centro del redondel. Pese a que los toros de San José fueron de los mejor presentados de la temporada, en su comportamiento dejaron mucho que desear al igual que la mayoría de los toros lidiados en el serial. Toros débiles, sin transmisión, que toleraban un puyazo y que algunos rodaban por el redondel. Se salvaron los correspondientes a Arturo Macías, que desaprovecho a su primer enemigo que literalmente se comía la muleta y planeaba al embestir. No sólo se requiere valor para ser una figura, sino algo más.

El torero jerezano Juan José Padilla salió más bravo que los toros y parecía que los había noqueado, hasta que el cuarto de la tarde levantó la cabeza del ruedo y por poco lo manda a la enfermería. Este toreo tremendista, heterodoxo que gusta a algunos neoaficionados, molesta a algunos otros que pensamos que el toreo es otra cosa. Un juego de sensibilidad artística y no búsqueda de la muerte.