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El orgullo de ser malnacidos
 
Periódico La Jornada
Lunes 21 de enero de 2013, p. 34

Hermosillo, Son., 20 de enero. Miles de integrantes del movimiento Los Malnacidos salieron a las calles de esta ciudad capital, orgullosos de repudiar al gobernador panista Guillermo Padrés Elías, a su gabinete y a parte de la clase política estatal, y en protesta por el impuesto a la tenencia vehicular y otros gravámenes. Tomaron bulevares y avenidas, con actitud rebelde, pero dentro de la ley.

Algunos de los inconformes vestían camisetas con la leyenda Soy un malnacido, en alusión a la expresión del mandatario sonorense, quien dijo que ningún ciudadano bien nacido protesta ni obstaculiza actos importantes como el festival de ópera o la Serie del Caribe, como anunciaron los manifestantes.

El calificativo se propagó como virus y ahora es usado hasta en los saludos (¿quihubo, malnacidos?) de un automóvil a otro o en conversaciones durante la marcha.

Parte del contingente llegó a bordo de 10 vehículos que se estacionaron junto a la plazuela ubicada frente a la rectoría de la Universidad de Sonora. Tas unos minutos de espera se multiplicó la concurrencia; apenas una hora después, era una enorme caravana la que se desplazaba por las calles con destino al nuevo estadio Sonora, sede de la Serie del Caribe. Los organizadores,, entre ellos Rebeca Villanueva, una de las dirigentes más visibles de este movimiento, afirmaron que eran unos 10 mil automóviles.

La semilla de la inconformidad –plantada en el pasado por usuarios de servicios públicos que han protestado por las alzas a tarifas eléctricas y por la ciudadanos que apoyaron a familiares de los niños muertos en el incendio de la guardería ABC– se esparció y aglutinó fiesta y rabia, sincretismo de rebeldía hecha calcomanía, pancarta, camiseta y disfraz.

Antes de iniciar el recorrido, Hugo, de cuatro años de edad, ya coreaba: ¡Padrés, renuncia de una vez! Lo llevó su abuela y hasta presumía que se sabía una contra el Presidente de la República: ¡Peña Nieto no ganó, Soriana lo ayudó! repetía, con vocecita de rezo.

Una señora se vistió de rata, se pintó la cara y se puso cola, tratando de aludir al gobernador. Y una madre y su hijo adolescente portaban camisetas de blancas con azul, como las usadas por el Partido Acción Nacional en campaña, pero con la imagen de un puño con el dedo de en medio levantado y la leyenda jódete.

Es la insurgencia en esta ciudad de bulevares anchos y suelo cenizo, de desierto y seis horas de agua al día. Padrés apenas llega a la mitad de su gobierno y ya está en la calle: gritan su nombre calcas y cristales, prendas y cartulinas, y no es, como dice una manta, mofa: es coraje, rabia y repudio.