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Ayer presentó Di su nombre en Puebla

Para Francisco Goldman, el arte no redime la muerte
 
Periódico La Jornada
Viernes 18 de enero de 2013, p. 7

El arte no redime la muerte, señala el escritor estadunidense Francisco Goldman, acerca de su nuevo libro Di su nombre, en el que relata una historia de amor, tragedia y duelo: la suya con su esposa Aura Estrada, joven escritora mexicana que falleció en un accidente en la playa oaxaqueña de Mazunte, en julio de 2007.

Este libro, novela-autobiografía, publicado en México por la editorial Sexto Piso, comenzó a escribirse en Berlín, unos meses después de la muerte de Aura, y se presentó ayer en Puebla.

Es autobiografía, pero hay ficción cuando narro cosas en las que no estuve. El lector puede usar el sentido común para saber qué es lo que se inventa. Por ejemplo, lo que tiene que ver con Aura y conmigo, ¿para qué lo voy a inventar? Es un libro escrito de manera muy seria, yo estaba siendo muy fiel. Cuando es ficción es porque intento imaginar escenas, recrearlas a partir de cosas que ella me contó, dice en entrevista el académico y autor de El arte del asesinato político: ¿quién mató al obispo? (Anagrama), trabajo que le tomó ocho años de investigación acerca del asesinato del obispo guatemalteco Juan José Gerardi.

Y ese oficio periodístico queda plasmado también en Di su nombre. Fui muy fiel a todo lo que sucedió entre Aura y yo, pero cuando se involucra otra gente, por varias razones, incluso muchas veces para proteger la privacidad, recurrí a la ficción.

Tras la muerte de Aura, Francisco Goldman viajó a Berlín para pasar las primeras fiestas navideñas sin ella. No podía quedarse en su departamento en Brooklin.

Decidió llevar esta historia a la página, porque “soy escritor y no tengo otra manera de procesar las cosas. Si hubiera sido alpinista, quizás habría decidido desafiar la muerte y escalar el monte Everest, pero soy escritor y escribir es lo que hago. Esos primeros cuatro meses estaba muy mal, como uno puede imaginar fácilmente, estuve muy mal por años, pero estuve especialmente mal. Esos primeros cuatro meses buscaba la muerte, quizás.

Estaba borracho casi las 24 horas del día; cuando llegó la noticia a México de que me había atropellado un auto en Nueva York nadie estaba sorprendido. En el hospital me dijeron que podía morir, y cuando salí me dije que era hora de hacer algo con mi vida: tratar de vivir sin que no cause vergüenza.

Fue en esos meses cuando se creó el premio Aura Estrada para jóvenes escritoras, y cuando comenzó a escribir Di su nombre.

No fue escribir para salvarse. La literatura no fue salvación. “Cuando tratas de sobrevivir a una tragedia así –obviamente– la pérdida más horrible, la de Aura, cuya muerte destruyó varias vidas, tienes que buscar una forma de desafiar al abismo.

“El abismo es una condición de vacío, y el libro es algo que puedes hacer, aunque un libro nunca puede remplazar a una persona. El arte no redime la muerte de ninguna manera, pero es algo que puedes hacer. Al meter el libro dentro del abismo ya no es abismo, ya no es vacío, hay algo adentro.

Este libro no fue mi terarpia: hice terapia donde se tiene que hacer: con mi terapeuta; el libro de cierta manera empeoró mi duelo, porque era como negarme a soltar.

Di su nombre no es un ejercicio de memoria, no necesitas usar esa arma de la memoria porque no estás acordándote de cosas: revives cosas que aún están tan presentes.