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Ver día anteriorDomingo 30 de diciembre de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Puntos sobre las íes

Rodolfo Gaona VI

D

e que los hay…

En anterior capítulo narrábamos quiénes fueron los dos traidores que se dieron a propalar que Rodolfo Gaona, durante un banquete que tuvo lugar en México, había pisoteado la bandera española y cómo, tras de muchas averiguaciones, había dado con los dos culpables: El Algeteño, sobrino que era de Ojitos, y al que Gaona sacaba de banderillero (un auténtico mamarracho, por cierto), y su picador Agujetas.

Asimismo, citábamos cómo era casi prisionero de su apoderado, que casi ni respirar le dejaba y, en esta ocasión, para conocimiento del amable lector de qué manera fue que sucedió todo, volvemos a dejar la palabra al gran torero, en clara y patente muestra de hasta qué límites pueden llegar los celos, las envidias y la bajeza humana, ayer como hoy y desde que el mundo es mundo.

De no creerse

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Don Rodolfo al habla.

“Una vez me cité con unos muchachos. Tomé mi sombrero y salí. Y no fui a comer, ni… a dormir. Día de juerga completa ¡era día de mi santo y lo quise pasar cómo me diera la real gana!

“Pero al día siguiente había que regresar. Era mediodía y en las primeras horas de la tarde llegué con Carlos Mendoza y lo eché por delante, para que viera dónde estaba Ojitos. Entró y al poco rato salió.

“–Está en el comedor– me dijo.

“Y yo me colé a la recámara y me acosté fingiendo dormir, para que no me diera la lata, pero no me libré. Cuando supo que yo estaba de regreso, vino y me echó un sermón sobre la moralidad y la decencia y las facultades que deben guardar los toreros.

“Nada le respondí. Lo dejé hablar. Pero el regaño era muy largo y yo no tenía paciencia para esperar a que terminara. Me levanté enojado de la cama y fui al comedor para tomar un vaso de agua. No reparé en que ahí estaban Agujetas, Chanito, Algeteño y varios más, todos queriendo meter su cuchara.

“–¿Dónde has estado?, me preguntó Algeteño.

“Yo no le respondí y él continuó mientras bebía yo mi agua. Y nosotros aquí, esperándote. Vinieron muchos amigos a felicitarte por tu santo y el tío mandó preparar una comida y el señorito que no aparece y que nos hace estarle esperando hasta muy tarde.

“–Mira, Chanito te trajo esto… y me enseñó no sé qué cosa y yo te compré este pastel, que era un castillito de chocolate con dos torreoncitos donde habían clavadas dos banderas, y lo cogió queriendo metérmelo por los ojos.

“Y yo, que no estaba para pasteles, porque los sermones se pasaban ya del límite, que le arrebato el dichoso pastel, lo tiro al piso y que le doy un puntapié. Entonces, Algeteño se metió debajo de la mesa y sacó los restos del castillito y las dos banderitas y se puso a gritar:

“–¡Has pisoteado la bandera de España y también la mexicana! Mira cómo yo las respeto más que tú y se puso a besarlas.

“Aquello me pareció un sainete y no pude aguantar más –¡Ea!, grité–, yo me largo de aquí, porque no puedo estar con… y solté un terno.

“Ese fue el famoso incidente de la bandera pisoteada en un banquete. Ese, el insulto a los españoles. Yo arrojé al suelo un pastel de chocolate y a quienes mandé a paseo fue a Agujetas, a Chanito y al Algeteño, que ya colmaban mi paciencia.

“Pero, ¿qué tiene que ver esto con España, su bandera y los españoles?

“Sin embargo, la calumnia idiota siguió su camino y me causó muchos dolores de cabeza y aún, todavía, no falta quién le dé crédito.

Señor, ¿por qué permites que haya imbéciles?

A lo que se debe agregar, a manera de colofón:

Y son tantos…

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Los antis

Y, como si lo anterior poco fuera, al regresar Gaona a México, a finales de 1909, para hacer campaña en El Toreo de La Condesa, apenas llegado habría de enfrentarse a un grupo de niños bien y a un nutrido contingente de extranjeros que dieron lugar a lo que se conoció como el antigaonismo, dividiendo los tendidos del desaparecido coso entre los que acérrimos partidarios de El Indio Grande y los que sólo acudían con el deliberado propósito de chillarle e insultarlo a más mejor y que eran lo que hoy día conocemos como reventadores y a todo lo cula habremos de referirnos con mayor amplitud en el siguiente capítulo, número VII de esta serie.

Hasta entonces.

(AAB)