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Nueva hazaña de la juventud bolivariana
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Periódico La Jornada
Sábado 29 de diciembre de 2012, p. a16

Sinfonía de los Mil, bautizaron así los programadores de conciertos a principios del siglo XX a la Oc- tava Sinfonía de Gustav Mahler (1860-1911), por el número descomunal de músicos que pide esa partitura para hacerla viviente.

Tal denominación surgió porque en el estreno de esa obra sinfónico-coral, el 12 de septiembre de 1910, se subieron al escenario mil 30 músicos para ejecutarla, y fue dirigida por su autor.

El 18 de febrero del año que está por concluir, tal hazaña fue superada: mil 400 intérpretes la hicieron sonar en el Teatro Teresa Carreño, de Caracas.

La hazaña fue anidada en otra hazaña: el Sistema de Orquestas y Coros Infantiles y Juveniles, creación del humanista venezolano José Antonio Abreu, que ha madurado frutos a lo largo de los años recientes.

Además de restaurar el tejido social de la comunidad venezolana, resquebrajado por la violencia, de las filas de este milagro han surgido personalidades internacionales de las cuales la máxima figura es el director de orquesta Gustavo Dudamel, hoy convertido en uno de los gigantes del podio en todo el planeta.

La nueva hazaña de Gustavo Dudamel es su Mahler Project, que consistió en la interpretación del ciclo completo de las partituras de su tocayo Gustav Mahler, alternando con su alma mater, la Orquesta de la Juventud Bolivariana, y la Filarmónica de Los Ángeles, de la que es titular.

La culminación de ese ciclo fue el montaje de la Sinfonía de los Mil, epopeya que circuló por el planeta a través de los mejores comentarios, reseñas y críticas en los principales diarios en varias metrópolis, y que por fortuna quedó registrada en una bien cuidada y realizada grabación en devedé, que ahora nos ocupa, pues refulge en los estantes de novedades discográficas.

Los ocho cantantes solistas que pide la partitura cumplen con creces sus respectivas responsabilidades. La orquesta es siamesa: están entreveradas, una silla la una, la contigua la otra, la Filarmónica de Los Ángeles y la Simón Bolívar.

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Resulta impresionante observar el mar de jóvenes, niñas y niños: mil 200 cantantes, de los cuales 400 son niños venezolanos que cantan en latín y en alemán los textos de esta sinfonía monumental.

En muy poco tiempo, Gustavo Dudamel ha madurado un estilo mahleriano muy especial: suya la garra, el arrastre, el vigor y la energía, al mismo tiempo que posee la inspiración, la calma, la sosegada actitud reflexiva, características todas ellas de la música de Mahler. El sonido y la furia.

El Mahler de Dudamel resulta irresistible gracias a ese balance, producto de la guía de su maestro, el italiano Claudio Abbado, uno de los grandes directores mahlerianos. Las versiones dudamelianas de las sinfonías de Mahler no se parecen a las de Lenny Bernstein, sir Georg Solti o Bruno Walter, por mencionar algunos de los gigantes mahlerianos.

Pertenecen al linaje, en cambio, de las lecturas mahlerianas modernas, cuyo parteaguas marcó Abbado al igual que sir Simon Rattle, ese otro guía y tutor artístico de Dudamel.

Recomendable sin reservas esta hazaña de la juventud bolivariana: una Octava de Mahler que a pesar de la cantidad de músicos en escena en ningún momento resulta elefantíasica, lerda ni confusa. Por el contrario, emociona hasta las lágrimas por su capacidad de mover a epifanía.

Sería deseable que así como lo ha hecho con Hugh Laurie y otros tesoros en devedé, Canal 22 difundiera este documento como parte de su programación.

Sinfonía, finalmente, ideal para culminar 2012 y recibir 2013 con el himno iniciático, esa invocación vital con la que inicia esta obra:

Veni, veni creator spiritus.

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