Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 16 de diciembre de 2012 Num: 928

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Martha Nussbaum y
la fragilidad del bien

María Bárcena

Combate
Leandro Arellano

Para leer a
William Ospina

José María Espinasa

Luis Rafael y La
guaracha del
Macho Camacho

Ricardo Bada

Faulkner cincuenta
años después

Carlos María Domínguez

Propuestas sencillas
Jaime Labastida

Leer

Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Cinexcusas
Luis Tovar
La Jornada Virtual
Naief Yehya
A Lápiz
Enrique López Aguilar
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Cabezalcubo
Jorge Moch


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Alonso Arreola
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Briseño y Brubeck, desde el Bombay

Estamos en el Bombay Bar de la Condesa, sobre la antigua calle de nuestra infancia:  Fernando Montes de Oca. Acodados en su espléndida barra agitamos el bourbon favorito de Janis Joplin, un SoCo dulce y peligroso. Es martes. Se ha hecho tarde. Seguimos sin entender cómo es que Manuel Mijares inauguró la tienda de Fender, legendaria marca de guitarras y bajos por la que tantos sienten devoción. Venimos llegando del evento. Está por demás decir que no tenemos nada en contra de ese señor, pero desde ninguna perspectiva era la persona que debía cortar el listón del nuevo espacio gourmet perteneciente a la cadena Holocausto (Bolívar 76, Centro Histórico).

¿Exageramos? Tal vez, sin embargo creemos que el asunto merece un señalamiento porque refleja algo de la idiosincrasia de quienes distribuyen y venden instrumentos en México, tan dados a equivocarse. En fin. No se puede generalizar. También impulsan talentos probados. Entre las participaciones de quienes tocaron promoviendo a Fender hubo buenos momentos. Además, los anfitriones se portaron a la altura y la colección que mostraron es bellísima. Vale la pena conocerla aunque no se tengan miles de dólares en el bolsillo. Asunto terminado.

La noche continúa en el Bombay. Sabo Romo, como casi siempre cuando no anda girando con Caifanes, está haciéndola de pinchadiscos. Es sorprendente lo que sabe de música. De Steely Dan a Oingo Boingo y Joe Jackson, pasando por una selección de composiciones “porno”, su buen tino completa un ambiente de intimidad que hacía falta en esta zona de la ciudad. Pasado un rato conversamos, por algún brinco azaroso de la lengua, sobre Memo Briseño, pianista, compositor y escritor mexicano, maestro y director de la escuela Del Rock a la Palabra, tipo talentoso con el que se pueden compartir extraordinarias conversaciones. Acordamos que da gusto volver a su obra.

Fundador de Los Masters, Cinco a priori, El Antiguo Testamento, Soul Force (con Javier Bátiz) y Cosa Nostra, en los setenta se consolidó para ya no abandonar su estatus de indicavía. Giró por Centroamérica y el Caribe e inició diversos proyectos televisivos, grabó con Quico Cadena y Paco Rosas, y formó Briseño y el Séptimo Aire. Interpretado por Botellita de Jerez, Amparo Ochoa, Betsy Pecanins, Eugenia León, Margie Bermejo y muchas voces más, siguió expandiéndose y trabajó con la Compañía Nacional de Danza, integró La Banda de Guerra, condujo la serie radiofónica Apaga la Luz y colaboró con la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México. También ha hecho música para niños, bandas sonoras para documentales y varios libros de poesía. Actualmente tiene un programa de radio en la estación por internet Código DF y otro de televisión en línea: Rocanrolario. En 2011 le dieron la medalla al mérito ciudadano en la Asamblea Legislativa del DF. Dicho de manera muy superficial, ése es Memo Briseño, un artista de verdad.

Otro pianista al que también recordamos hoy, por cierto, es Dave Brubeck, muerto hace unos días a la edad de noventa y un años. Muchos creen que es el autor de “Take Five”, estándar clásico en el repertorio jazzístico. No es así. La pieza fue escrita por su saxofonista, Paul Desmond, y se incluyó en el álbum Time Out, del Dave Brubeck Quartet. Allí el origen de una de las mayores confusiones en la historia del género. Los otros dos miembros del conjunto fueron el bajista Eugene Wright y el baterista Joe Morello. Escucharlos es una delicia porque alcanzaron una sutileza muy particular como sección rítmica. Expertos en métricas atípicas (7/8, 9/8) contrarias a la tradición de los compases simples, no sólo presentaban melodías pegajosas influenciadas por el mundo orquestal, también sabían perderse en improvisaciones virtuosas que muy rara vez pisaban los terrenos del cromatismo o el lenguaje experimental. Lo suyo era acercarse a las masas y volverse comerciales, lo que lograron como pocas bandas de su tiempo.

Dicho esto, sin duda, la próxima vez que regresemos al Bombay Bar traeremos el Time Out bajo el brazo. Es perfecto para su decoración y mobiliario, para continuar hablando sobre música y fluir por los caminos de la memoria. Habrá que estar preparados, eso sí, para que Sabo ya lo tenga en alguna lista de reproducción junto a otros nombres valiosos. Nos reservamos el reto. Asimismo, invitamos al lector/lectora para encontrarnos en este oasis sonoro y brindar por quienes se han ido, por quienes permanecen y hasta por quienes cortan listones sin entender nada de nada. Además, la pizza es excelente.