Opinión
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Los de abajo

Imposición de festejos en la isla de Mezcala

S

in consulta, sin respeto alguno y violentando su historia, el gobierno de Jalisco irrumpe en la isla de Mezcala, en el municipio de Poncitlán, con la imposición de unos festejos del bicentenario este 25 de noviembre, fecha en la que el pueblo coca celebra año con año el inicio de la batalla de los insurgentes en su isla.

La ocurrencia de este año es un acto que han llamado Regata Copa Gobernador, organizado por la Secretaría de Cultura y el ayuntamiento de Poncitlán; además de la construcción, sin el consentimiento de la asamblea de comuneros, de una caseta de cobro en el embarcadero poniente, con lo cual pretenden acercar la posibilidad de la privatización del patrimonio cultural, deseo no nuevo en estas tierras, y no realizado gracias a la resistencia de un pueblo al que ni siquiera le reconocen su origen coca.

Estos actos se suman a la agresión que la comunidad ha sufrido desde hace un tiempo de parte de un invasor que con apoyo de poderosos les tiene tomada por la fuerza una porción de tierra, advierte un grupo de apoyo a Mezcala en un comunicado que se opone a los arbitrarios festejos.

Ubicada en la ciénaga del lago de Chapala, el más grande de México, estas tierras están bajo régimen comunal desde 1971, por resolución presidencial. La máxima autoridad es la asamblea general compuesta por 406 comuneros. Como pueblo originario, según los convenios internacionales vigentes en México, la opinión de esa comunidad es indispensable para cualquier cosa que intenten dentro de su territorio, en el entendido que el despojo no puede ser sujeto a consulta alguna, porque los derechos existen para ser respetados.

No es poca cosa la afrenta que pretende el gobernador, pues la participación en la Independencia de esta comunidad se reivindica en la vida cotidiana. Aquí se habla, como señala la comunera Rocío Moreno, de nuestros insurgentes, de nuestra isla y nuestra historia, de su pasado y presente. Sus batallas son un relato transmitido de generación en generación, no es algo impuesto, o algo lejano y sin sentido, pues la comunidad toma el hecho histórico como suyo, y sobre todo lo entiende como un proceso abierto, donde incluso deben de corresponder ante aquella herencia (el territorio) que dejaron los insurgentes. En la isla de Mezcala pulsa y vive la sangre de nuestros antepasados, en ella se refugia la memoria de nuestro pueblo y en ella reafirmamos nuestra identidad como pueblo originario.

Hoy, como hace 200 años, el pueblo de Mezcala no se deja y rechazan el atropello, se niegan a participar en la farsa de la Copa Gobernador y advierten que seguirán defendiendo su historia y territorio.