Opinión
Ver día anteriorJueves 22 de noviembre de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Música como espectáculo
D

el 18 al 25 de noviembre se realiza en esta ciudad el Tercer Encuentro Hispanomexicano de Música contemporánea, organizado por las compositoras Marcela Rodríguez y Georgina Derbez en diversas sedes: la sala Silvestre Revueltas del Centro Cultural Ollin Yoliztli, la Escuela Superior de Música, el Centro Nacional de las Artes, la Fonoteca Nacional y el Laboratorio Arte Alameda. El pasado día 18 se inauguró con la participación del grupo Tambuco, dirigido por Ricardo Gallardo, e integrado por Alfredo Bringas, Raúl Tudón y Miguel González, quienes interpretaron primero una obra colectiva –una improvisación– de Mario Lavista, Carmen Thierry y el propio grupo, y luego obras de Micki Campins, Luis de Pablo, Inés Thiebaut y Francisco Guerrero.

En una reseña publicada en Brasil leo que el grupo Tambuco trata los instrumentos de percusión con la dignidad de un Stradivarius y es justamente eso lo que me llama la atención, la enorme producción de instrumentos diversos que además de ser muy ingeniosos y divertidos a simple vista, es decir, como mero espectáculo, producen sonidos sorprendentes y propician los juegos de interpretación más sofisticados: los cuerpos de los músicos se vuelven parte indisociable de los tambores, los gongs, las marimbas, los platillos que determinan con sus formas diversas e ingeniosas un nuevo escenario, y no sólo eso, también la producción ilimitada de sonidos que antes no existían, aunque quizá exagero, pues ya desde hace tiempo se experimentaba fabricando instrumentos susceptibles de ampliar casi sin límites el mundo sensorial, entre los que se encuentran obviamente los de percusión. Me viene a la mente un concierto con música de Ligeti que escuché cundo vivía yo en Londres, maravilloso y terriblemente divertido, donde algunos instrumentos eran las ollas de cocina y distintos tipos de papel.

Aunque parezca obvio no es posible separar el espectáculo del sonido, aunque el director de este grupo en particular ofrezca al público las diversas grabaciones producidas a lo largo de una carrera que abarca ya varios lustros y diversos territorios, tanto nacionales como internacionales. Insisto, en su actividad destaca algo esencialmente teatral que de alguna manera remite a la commedia dell’arte, repertorios donde la improvisación es un signo definitivo, pero improvisación sujeta siempre a los más estrictos paradigmas basados en un conocimiento estricto de los medios de expresión, lo que permite ampliar sus posibilidades de formas inéditas gracias a un riguroso entrenamiento del que nunca se descarta la experimentación: el resultado, un espectáculo lúdico que aunque se repita será siempre totalmente inédito.

Y recuerdo el modo de hacer música de un director de orquesta rumano, Sergiu Celibidache, que de adolescente escuché en el Palacio de Bellas Artes, allá por la década de los 40, cuando dirigía nuestra sinfónica Carlos Chávez y venían invitados por él los intérpretes más famosos del mundo. El inevitable Google me proporciona los siguientes datos: “El interés de Celibidache radicaba en crear, en cada concierto, las condiciones óptimas para lo que él llamó una ‘experiencia trascendental’. Creía que dicha experiencia era difícilmente comparable a la audición de la música grabada, razón por la cual la evitaba. Como resultado, algunos de sus conciertos dieron al público experiencias excepcionales; tal es el caso de su presentación en el Carnegie Hall, en 1984, considerado por el crítico del New York Times John Rockwell como el mejor en sus veinticinco años de asistencia a conciertos”.

Y lo sigo afirmando, a pesar de que todos o casi todos sus conciertos fueron grabados y de que existe una bella película llamada El jardín de Celibidache, donde se despliega en todo su esplendor su larga carrera, cada concierto era un acto único e irrepetible que había que disfrutar en persona. Esta misma sensación me produjo el concierto del grupo Tambuco que escuché el pasado 18 de noviembre y que he reseñado en este espacio.

Twitter: @margo_glantz