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Inteligencia en entredicho
De grandes fiestas con Kelley, en Tampa, a la caída en desgracia
 
Periódico La Jornada
Viernes 16 de noviembre de 2012, p. 35

Washington, 15 de noviembre. Poco podía imaginar David H. Petraeus, el recién dimitido director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), que su estancia de dos años en Tampa pasaría una factura tan cara a su vida personal y a su carrera profesional.

El entonces reputadísimo general Petraeus estuvo de 2008 a 2010 comisionado en la base aérea de McDill (Tampa, Florida), ya que en ella se encuentra el cuartel general del Comando Central de Estados Unidos. El general de los marines John Allen también llegó destinado allí y, al igual que Petraeus, su presencia en las fiestas y actos sociales en los que se le agasajaba lo ha hecho verse involucrado ahora en un escándalo mayúsculo.

La encargada de organizar estas fastuosas fiestas en su casa (a pesar de que tiene embargos por impago de hipoteca) era Jill Kelley. Junto a su marido, un cirujano oncólogo, veía llegar a su hogar las limusinas y furgonetas negras repletas de altos mandos militares, a los que hacía disfrutar de veladas de champán, ostras y cuartetos de cuerda en el jardín.

Kelley entabló una estrecha amistad con Petraeus y, especialmente, con Allen (cuyo cariñoso intercambio de emails con ella se estudia ahora detenidamente); de ahí que a la amante de Petraeus, Paula Broadwell, le molestara la amable presencia de Kelley y enviara a la célebre figura social de Tampa correos electrónicos con amenazas.

Después, Kelley enseñó los correos a un amigo de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI), lo que derivó en un lío mayúsculo que ya le costó el puesto a Petraeus en el mando de la CIA, y a Allen que congelaran su nombramiento como comandante aliado supremo de la Organización del Tratado del Atlántico Norte.

Jill Kelley ha sido siempre la encargada de dar la bienvenida (a los militares comisionados en Tampa y a sus familias), cuenta un publicista de la ciudad y amigo íntimo de los Kelley. “Cuando la esposa de un nuevo general llegaba a Tampa y se preguntaba: ‘¿a qué peluquería debo ir o dónde harán el mejor pastel de cumpleaños de mi hijo?’, allí estaba Jill para ayudarla a responder sus dudas. Todo el mundo la llamaba”, detalla.

Es muy guapa, agradable y siempre estaba dispuesta a organizar una buena fiesta, dice también un líder del Partido Republicano.

En las fiestas de Jill estaba Natalie Khawan, su hermana gemela, quien de igual manera acabó uniendo lazos con Petraeus y Allen, al punto de que ambos militares intercedieron en su favor durante su divorcio y para que le dieran la custodia de su hijo de cuatro años.

Por tanto, estos actos sociales dieron mucho de sí: hicieron la vida aún más agradable a los generales que aterrizaban en la cálida Florida y ayudaron, a su vez, a mujeres como Kelley o Khawan a escalar en la sociedad de Tampa y verse ayudadas en sus problemas personales. Lo que no se esperaba era el desencadenante de este curioso entramado de amistades: la caída en desgracia de dos héroes americanos.