Opinión
Ver día anteriorSábado 3 de noviembre de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Infancia y Sociedad

Las malas muertes

H

ay heridas de muerte que nunca cicatrizan en el alma de los niños. Eso no significa que todo niño que sufra falta de amor, abandono o maltrato se convertirá en criminal o en adicto al poder. Pero es probable que en la biografía de todo personaje cruel y abusivo –sea banquero, gobernante, cacique sindical, torturador o asesino– encontremos profundas huellas de dolor, de carencia afectiva, de abandono y de humillación tempranas.

La pulsión de muerte es consecuencia de la frustración: a mayor frustración, mayor agresión, enseñaba el fundador del sicoanálisis en México, Santiago Ramírez, cuyos estudios sobre la sicología del mexicano cobran actualidad junto con su obra hermana El laberinto de la soledad, de Octavio Paz.

El sexenio de la muerte en el que –tan equívocamente y por sus propias frustraciones– Felipillo abrió la caja de Pandora, obliga a la relectura de ambos ensayos. Han sido demasiadas muertes y demasiado crueles para pensarlas sólo como esta- dísticas rojas. Hay algo más en el enorme odio con que se ha matado en estos años, y en el modo patético de festinar la muerte. Tal vez porque –sin saberlo conscientemente– en las víctimas se toma venganza contra el padre ausente o abusador o contra la madre sumisa y débil (a la que por eso se le odia) o contra los que temprano han humillado al criminal y lo han hecho sentir poca cosa por ser pobre, por ser feo, ¿por ser prieto? Matar para sentirse poderoso y macho y crecerse ante los amos de siempre: los conquistadores, los güeritos; ante los licenciados elegantes que son igualmente asesinos, pero mucho más cobardes.

Hay cosas que nunca llegan y duelen mucho. Hay cosas que llegan tarde y duelen más, lloran los niños que fueron, desde el poder, la riqueza y el crimen, tal vez.

***

Hace unos 15 años, yo vivía en Chile y echaba mucho de menos mi país; estaba debatiéndome entre volver o quedarme, pues eso involucraba el futuro de mis hijas. En esos días se estrenó en Santiago la obra mexicana Entre Pancho Villa y una mujer desnuda. Acudí al teatro y me pareció un estupendo montaje. ¡Claro¡ la directora era Alejandra Gutiérrez, quien había vivido en México, durante la dictadura de Pinochet. Con motivo del estreno, le preguntaron su opinión sobre México y Chile. Recordaré siempre su respuesta, que en ese momento me llenó de orgullo:

“Mientras el chileno vive atrapado entre la cordillera y el mar, con un sentimiento de fatalidad de la vida, México –dijo– se abre de océano a océano y el mexicano se ríe de la muerte”…y nos seguimos riendo, muertos de angustia y llenos de lágrimas.