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Ver día anteriorSábado 3 de noviembre de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Obama, Romney, spin doctor
E

dward Greydon Pickels inventó la máquina ultracentrifugadora de vacío en los años treinta. El tipo trabajaba para la Fundación Rockefeller. La biología molecular y la bioquímica fueron los campos iniciales de aplicación del invento. Hoy, sin embargo, el artilugio también se usa en la política. La campaña electoral estadunidense es buena prueba de ello: la candidatura de Obama se ha mostrado especialmente proclive a un centrifugado de lo real que produce un vacío de sentido. Hace unas semanas, mientras Barack insistía en su condición de paladín de los trabajadores y de los servicios públicos, los maestros organizaban en Chicago la primera gran huelga en el sector en los últimos 25 años: Rahm Emmanuel, actual alcalde de la ciudad y antigua mano derecha de Obama, había declarado la guerra a la educación pública. A diferencia del señor Pickels, Emmanuel y Obama no trabajan para Rockefeller, pero sí están al servicio del dinero. Exactamente igual que Romney: el tipo posee un patrimonio personal de 255 millones de dólares. La fortuna de Obama, que en 2006 era de 1.7 millones de dólares, asciende hoy a 8.3 millones. Democracia y plutocracia no son términos sinónimos. El primero define el poder del pueblo. Con el segundo se nombra el gobierno de los ricos.

Sólo durante el pasado mes de septiembre, Obama recaudó 181 millones de dólares para su campaña electoral. Romney recibió 170 millones durante el mismo periodo. La prensa estadunidense lo ha llamado Financial push: Empuje financiero. La financiarización de la política forma parte de un proceso general de financiarización de la vida social en su conjunto: hoy en día la deuda somete por igual a los países y a las personas. Su desarrollo intensifica el gobierno del dinero sobre la vida hasta colonizar la subjetividad. Como escribió Marx, la clave de la economía de la deuda no es ya la mercancía, el metal o el papel, sino la existencia moral, la existencia social, la intimidad del corazón humano mismo. Libertad y democracia son imposibles en una realidad financiarizada. La simbiósis entre política y financiarización termina por realizar una síntesis entre ambas: la disociación entre necesidades sociales y lógicas financieras es simétrica al evidente alejamiento de los gobernantes de las necesidades de los gobernados. Todo proceso de financiarización implica el desarrollo del crédito. El crédito lleva consigo la relación prestamista-endeudado. En su Genealogía de la moral, Nietzsche define dicha relación como la promesa de un valor futuro. Las grandes compañías y los más ricos han invertido mucho en Obama y Romney. Sea quien sea el próximo presidente de Estados Unidos, estará en deuda con ellos.

Para prestarle dinero a alguien primero tienes que fiarte de él. La financiarización y el crédito descansan sobre la confianza: tienen que ver con las cuentas, pero también con los cuentos. Con ellos se tejen los estados de ánimo y se gestionan las emociones. En la política ocurre lo mismo: el discurso de los políticos es cada vez más compasional. La campaña electoral en Estados Unidos está resultando particularmente intensa en ese sentido. Biden abrió su intervención en la última convención demócrata con un mensaje dirigido a su esposa: eres el amor de mi vida y la vida de mi amor. Obama siguió la misma senda durante el primer debate televisado de la campaña: hay muchos temas que quiero tratar esta noche, pero el más importante es que hace 20 años me convertí en el hombre más afortunado de la tierra porque Michelle Obama aceptó casarse conmigo. Por eso, cariño, quiero desearte un feliz aniversario. Lo dijo delante de más de 70 millones de personas. Dominique Mehl habló hace tiempo de la televisión compasional. Su formato estrella es el reality show: al igual que la política en Estados Unidos, consiste en publicitar los ámbitos privados. Philippe Lacoue-Labarthe habló a finales de los ochenta de la estetización de los universos políticos. Lo hizo en La ficción de la política, su libro sobre Heidegger. Esa ecuación, ficción y política, resulta particularmente evidente en la campaña electoral estadunidense. Se trata de una cuestión cultural: “Está en nuestro ADN, la gente de este país quiere que su presidente sea como una cheerleader, un optimista, el mensajero de mejores tiempos venideros”, señala el historiador Robert Dallek. El periodista Scott Shane añade: “Jimmy Carter habló de una crisis nacional de confianza y perdió las elecciones contra un Ronald Reagan armado con un sencillo lema: ‘Más orgulloso, más fuerte, mejor’. Carter falló al proyecto de optimismo que los estadunidenses demandamos de nuestros presidentes”. Siete años antes de la contienda Carter-Reagan, la empresa de seguros State Mutual Life Insurantes, de Massachusetts, atravesó por un proceso de depresión generalizada de sus trabajadores. La dirección de la compañía decidió realizar la denominada Campaña de la amistad: repartió un manual del empleado que incluía la orden de sonreír en horas de trabajo. También contrató al diseñador gráfico Harvey Ball, quien dibujó por primera vez a Smiley, el archiconocido rostro sonriente amarillo que acabó convirtiéndose en símbolo de la cultura acid house. Una de las pautas más importantes de dicha cultura era el consumo masivo de la droga de diseño conocida como éxtasis. Por suerte para Obama y Romney todavía no se han impuesto los controles antidopaje en las campañas electorales estadunidenses.