Opinión
Ver día anteriorViernes 5 de octubre de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La reforma amorosa
C

uando siento que te tengo huyes más rápido de lo que puedo seguirte. Me agoto sin llegarte y me voy a la imaginación y mientras más gano en goce contigo, más te alejas de mí, seguro porque la realidad tiene sus límites y la imaginación es infinita. Diferencia de la que nacen las penas que nos enloquecen, en esta vivencia en la que siento que algo nos trasciende y somos portadores de una fuerza y un destino que nos excita y alimenta los deseos de ser dos en uno.

El temor a perderte me desespera como manifestación del yo que me lleva por un lado al deseo de no perderte, me invade en su totalidad y me llena de desesperación; pero, por el otro, de alegría. La alegría del posterior rencuentro que podrá durar sólo un instante, mas la alegría anticipada por el deseo me produce vértigo, el vértigo de la ausencia que es diferencia, experimentada por un deseo punzante basado en la experiencia que tengo de tu esencialidad, que se me da sólo en momentos, en los que tomo conciencia de mi ser contigo, que narcisista al fin, soy yo mismo.

Te volviste objetivo de mi deseo de tal modo que todo el resto perdió importancia al captar que te volviste esencial y que no puedo prescindir de ti. Te deseo como objeto permanente, no queriendo que surja el siempre renovado flujo de deseos. Me procuras placeres que nadie me sabe dar más que tú, y claro, me interesa que existas y estés a mi disposición. Pero lo sabes bien, no es esto lo importante, es quizá lo menos importante. Es tu ausencia la que me enloquece, el deseo que surge en ese tiempo y espacio en que eres huella de otra huella que no encuentro ni podré encontrar.

Desearte significa una vivencia que no está en mí ni en ti, que no es más sonora ni luminosa ni está más en el tiempo ni en el espacio, sólo una huella, tejido de huellas que son ausencias y no puedo articular. Diferencias que abren el aparecer y son su significación y se orientan hacia la magia de nuestras adivinaciones, poesías, textos, diálogos para tratar de descubrir lo indescubrible, que supera nuestras fronteras y trata de escapar a una tradición cultural cristiana occidental, enfilosofada logofonocentrista, que deconstruyó Jacques Derrida y que habían iniciado Freud, Nietzsche y Heiddeger planteada como la muerte de todos los valores absolutos, incluida nuestra pasión amorosa y la idea de Dios, como idea monoteísta, que definió el propio Platón. El Dios único propio del cristianismo que opone de modo tajante el bien y el mal; el sentido y el sinsentido; la razón y la pasión; la vida y la muerte, y que no es más que la necesidad de una norma ideal por la cual regirse.

Me enloqueces porque no necesitas esas normas, a pesar de sentir que me desintegro y entro en el mundo de la ambigüedad, que será, tendrá que ser, el mundo de la modernidad. Búsqueda de una nueva filosofía poética, difícil de traducir, es decir, intraducible, magia en su forma primera y original que no llega, no puede llegar al origen y es esa su función de ser, no ser absolutista, elemento fundamental del pensar en el que te deseo y nunca te encuentro, sólo deseos intermedios para lograr la fuerza de nuestra magia, expresión de esa emotividad, que se inscribe más allá de la realidad, traspone el lenguaje, lo rompe y nos une y desune, en un juego de presencias nunca absolutas, que son ausencias, dolor de la vida, lo mismo en el amor que en lo político.