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Los Potros de La Volpe resistieron, pero sucumbieron ante el talento

Con su tridente de lujo, Santos venció a domicilio al Atlante

El Cepillo Peralta fue una verdadera pesadilla para la zaga azulgrana

 
Periódico La Jornada
Lunes 1º de octubre de 2012, p. 3

Cancún QR, 30 de septiembre. Tres jugadores hábiles, desbordantes de talento frente al arco, hicieron que Santos reviviera lo mejor de su repertorio. Daniel Ludueña, Carlos Darwin Quintero y Oribe Peralta anotaron para que los Guerreros recordaran que saben ganar –acumulaban dos duelos sin victoria–, con un solvente 3-1 en casa del Atlante.

El equipo de Ricardo La Volpe no fue dócil. Desde el inicio apostó al esfuerzo para contener el despliegue de talento que abunda en los laguneros, pero no fue suficiente; hizo falta precisión, malicia, el futbol que el conjunto de Torreón tiene en sus activos.

Al cuarto de hora del encuentro, el Hachita Ludueña recibía en los botines una pelota que había rescatado Peralta casi al ras del suelo y, entre dos defensas, el argentino recibió el pase, cruzó la línea defensiva, que miraba con ojo atónitos la insolencia del delantero, e hizo el disparo al segundo poste, en una jugada realmente soberbia.

El gol generó una descarga eléctrica en las líneas de los Potros, que empezaron a apretar a los Guerreros, pero es difícil contener a un equipo en cuya delantera está Carlos Darwin Quintero, un verdadero dolor de cabeza para los locales. El colombiano conseguía escaparse por los extremos o por el centro. Toda la cancha era su área.

En una de esas salidas endemoniadas regaló una pelota a Peralta. Fue uno de esos pases que parecen nacer para terminar en la red, pero el medallista olímpico corrió de más con el esférico pegada a los pies y casi en la línea quiso disparar, pero con tan poco ángulo que lo único que consiguió fue una pifia terrible.

La respuesta fue enérgica. Atlante tardó más de media hora, pero lo hizo con un manotazo sobre la mesa. Guagua Calvo disparó a media distancia del arco; el fogonazo iba con trayectoria hacia la red, pero la cabeza oportuna de Juan Pablo Rodríguez, parado justo en la línea de gol, envío el balón encima del larguero. Una de esas intervenciones que se vuelven memorables.

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Oribe Peralta continúa en plan grande; fue el encargado de sellar el triunfo de los GuerrerosFoto Notimex

Era tanta el hambre por aniquilar el partido que hasta Darwin Quintero y Peralta cometían yerros que hacían evidente su ansiedad por anotar.

En la segunda parte Quintero por fin tuvo lo que buscaba. Al acecho de Villalpando el arquero salió para achicarlo, pero la astucia del colombiano pudo más y encajó el 2-0. Después Benjamín Galindo decidió mover sus piezas y optó por que el autor del segundo tanto diera su lugar a Héctor Joya.

Con maña Santos logró bajar intensidad al juego porque Atlante ya le estaba prácticamente pisando los talones, pero al minuto 82 el juego volvió a cobrar fuerza con el gol de Sergio Nápoles, un rafagazo potente, imparable, que obligó a Oswaldo Sánchez a volar cuan largo es, pero de forma inútil, porque la pelota se encajó por el rincón superior.

La pelea entonces se hizo ardua y de una dinámica enloquecedora. Sólo pasaron dos minutos más para que los de la Comarca Lagunera volvieran a tomar el control del juego y enfriaran el peligro de un empate.

El Cepillo fue el autor de una obra de picardía en la cancha, de habilidad y atrevimiento. En un saque de banda Peralta recibió la pelota; escoltado por dos defensas amagó con salir del área y los hombres que tenía a los costados mordieron el anzuelo, pero el delantero cambió la dirección de regreso a la portería. Los zagueros se quedaron petrificados; Oribe disparó y anotó el 3-1.

Peralta se creció a partir de esa anotación y empezó a meter en aprietos a la zaga de Atlante. Casi al final del partido escapó ganando la carrera a todos los azulgranas, pero al llegar al área de Villalpando dudó asombrosamente, como si de pronto temiera que un disparo pudiera ser atajado por el arquero rival. En cambio, decidió habilitar al Hachita, quien se encargó de arruinar una salida impresionante.

Con el último esfuerzo no les alcanzó a los Potros, cuyo entrenador miraba desanimado. Había visto a su equipo enérgico, voluntarioso, pero sin el futbol que tenía el adversario.