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La muestra, en el recinto de Reforma y Gandhi, abarca el aporte del pintor de 1920 a 1999

Exhibición de Tamayo revela su reflexión sobre la libertad del arte

En 60 lienzos se recorren sus temas recurrentes, que explican los valores estéticos y filosóficos de su obra

Su trabajo contiene un humanismo universalista, según la curadora Adriana Domínguez

 
Periódico La Jornada
Lunes 24 de septiembre de 2012, p. 9

La relevancia universal del talento del pintor oaxaqueño Rufino Tamayo se puede apreciar en la exposición retrospectiva Tamayo/Trayectos, la cual refleja el desarrollo del artista y sus aportaciones estéticas a lo largo de siete décadas, de 1920 a 1990.

La muestra, que se exhibe en el Museo Tamayo Arte Contemporáneo, comprende 60 obras, cuya selección se realizó con interés temático más que cronológico.

Se trata de una exposición que da cuenta de las diversas temáticas que Tamayo abordó a lo largo de su trayectoria, como la naturaleza muerta, el paisaje, el retrato, el desnudo femenino y personajes o escenas de género, así como su interés por el surrealismo y el indigenismo.

En dicha retrospectiva se puede apreciar la fórmula que distinguió el trabajo y estilo de Tamayo. En sus obras se conjugan formas de la cultura prehispánica, el arte popular mexicano, los cuales están en constante diálogo con el arte de vanguardia internacional del momento, explicó el especialista Juan Carlos Pereda, quien junto con Adriana Domínguez se encargó de la curaduría de la muestra.

Previo a una visita guiada, la tarde de este domingo, ambos curadores ofrecieron una conferencia para hablar sobre la vida y trayectoria artística del pintor oaxaqueño, así como para explicar los valores estéticos y filosóficos que Tamayo plasmó en sus temas, en los que se revelan sus reflexiones en torno a la libertad del arte, su identidad mexicana y sus alcances artísticos, que contienen un humanismo universalista expresado a través de una renovada iconografía y un colorido inédito.

La exposición abre con una serie de obras de naturalezas muertas. Aquí se encuentra un grupo de cuadros con la sandía como elemento central de composición, fruta tropical que tiene referencias autobiográficas y que le permitió explorar los volúmenes, las atmósferas y el color.

Se encuentra también una obra muy singular, la pintura de un tocadiscos, cuyo propósito y forma estética trastocan los cánones de lo que en su momento era considerada naturaleza muerta, al pintar un objeto de la modernidad y el progreso, alejándose así de pintar sólo frutas, flores o verduras, que representaban la fugacidad de la vida.

Foto
Éxtasis con audífonos ante El muchacho del violín (1990)Foto Marco Peláez

El gran aporte de Tamayo al género naturaleza muerta fueel traducir un momento cotidiano en un instante poético, expresó Domíguez.

La pintura de paisaje en Rufino Tamayo no es muy recurrente, sin embargo, sus obras son muy importantes. En ellas se encuentran tanto elementos naturales como urbanos.

Sus paisajes, explicó la curadora, proponen una forma de ver y representar el mundo, cuyo valor radica en que son escenas profundamente mexicanas, pero con espíritu universal, lo que iba en contraposición con e las escenas romantizadas que se hicieron del campo mexicano en el siglo XIX.

Para la retrospectiva, en el género del retrato se seleccionaron dos de los más de 20 que hizo Tamayo a su esposa, Olga Tamayo, figura central en la trayectoria del pintor.

Retratos que se centran más en expresar la parte emocional del personaje.

En el módulo de desnudo femenino se presenta una serie de obras que destacan por su colorido y simbolismo poético. Las Venus de Tamayo no son diosas inalcanzables, sino mujeres terrenales, orgullosas de su desnudez.

En escenas de género se exhiben piezas realizadas luego de la Segunda Guerra Mundial, que reflejan el desasosiego de la humanidad.

El amor, el respeto y la preocupación de Tamayo por el pueblo mexicano se reflejan en obras que muestran al indígena, no como héroe o superhombre, como lo pintó (Diego) Rivera, explicó Pereda. Tamayo centra al indígena como individuo en sus momentos más cotidianos e íntimos.

La muestra concluye con dos autorretratos: El muchacho del violín (1990) y Ofrenda de frutas (1987).

El Museo Tamayo se encuentra en Paseo de la Reforma y Gandhi, en la primera sección del Bosque de Chapultepec.