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Un clamor de libertad y justicia social
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Grupo Mono Blanco
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Guillermo Velázquez y los Leones de la Sierra de Xichú
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Grupo Trovadores de la Tierra de Zapata
 
Periódico La Jornada
Sábado 15 de septiembre de 2012, p. a16

Cada 15 de septiembre por la noche suena música mexicana por doquier, o lo que cada quien entiende por música mexicana.

Además de lo consabido (el mariachi, el Huapango de Moncayo, arreglos muzak), vale la pena subrayar la existencia de tesoros musicales recogidos en disco de manera independiente, como es el caso del gran movimiento de son jarocho, las gestas de la Banda Filarmónica del Centro de Capacitación Musical y Desarrollo de la Cultura Mixe (Cecam), entre otros muchos buenos ejemplos.

Convocados para las actividades múltiples del bicentenario y el centenario respectivos de la Independencia y Revolución, algunos creadores independientes participaron, en noviembre de 2010, en el coloquio Las músicas que nos dieron patria: músicas regionales en las luchas de Independencia y Revolución, organizado por la Dirección General de Culturas Populares del CNCA. Como resultado del trabajo de dos días de deliberaciones y conciertos, aparece ahora un disco doble con el título referido.

Destaca, además de la calidad enorme de los músicos participantes, una clara vocación de crítica política y social, en coherencia no solamente con el título del disco, sino también de la savia que alimenta nuestra música popular: el verdadero sentir popular, la auténtica expresión de las personas. Es decir, el malestar en la cultura, la denuncia de las injusticias, el sentir personal y colectivo.

He aquí la magia de la música más nuestra, la música de la nada suave patria, de la suave matria, de la dura patria. Porque patria es justicia social, educación laica, gratuita y no dejada en manos de la televisión comercial, respeto a los derechos ciudadanos, impartición imparcial de la justicia, reparto equitativo de los bienes. Dado que no tenemos nada de esto en México, la pregunta lógica será: ¿tenemos patria?

Y entonces resultará ridícula la pose oficial, el reventón baboso, las simulaciones muchas que quieren hacer pasar por patria.

En este par de discos se rescata entonces algo de lo que podría ser la patria. Además, como fue producido en las celebraciones del bicentenario, contrasta con el derroche fraudulento, con las toneladas de dinero tiradas a la basura y todo ese mar de corrupción que significa patria para otros. He ahí la sabia popular: la tal Estela de Luz ya fue rebautizada por el pueblo como El Monumento a la Corrupción Panista.

Pero bueno, así como Janis Joplin le dijo aquella noche del Chelsea Hotel a Leonard Cohen: somos feos pero tenemos la música, los mexicanos somos pobres, explotados y víctimas de una oligarquía que mueve los hilos de los políticos, pero tenemos la música, nuestra música.

He aquí, en este par de discos, al grupo jarocho Mono Blanco, al Grupo Tayer, a Guillermo Velázquez y los Leones de la Sierra de Xichú, al decimero Samuel Aguilera, a Los Trovadores de la Tierra de Zapata, a Los Capoteños de Michoacán, al Grupo Santiago, a la extraordinaria Banda de Tlayacapan.

He aquí el huapango, el son, el violín volante, el jilguero silbador, el silbo, el crujir de la tarima del zapateado, el olor a tierra mojada, el jarabe, el gusto, el jolgorio, la jarana, el cántico techado de estrellas y el baile y el sonar soleado, el bailar apretaditos o en grupo, la versada, las décimas, las máximas y mínimas, el clamor cantante por justicia y libertad, el cantar y bailar alegremente pidiendo una verdadera patria.

La música, nuestra música, la verdadera música mexicana, que es un clamor de libertad.

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