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El humanista recibió un homenaje de cuerpo presente en el Palacio de Bellas Artes

Llaman a rescatar la montaña de palabras de Ernesto de la Peña

Nos deja una soledad y un hoyo muy grandes, dice Carlos Payán, director fundador de La Jornada

Lega ensayo sobre Rabelais y poemas inéditos, así como una novela inconclusa, indica su viuda

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Féretro con los restos de Ernesto de la Peña, ayer, en el máximo recinto cultural del país durante el homenaje al maestroFoto Cristina Rodríguez
 
Periódico La Jornada
Miércoles 12 de septiembre de 2012, p. 3

A las 12 horas con cuatro minutos las notas de Canon, de Johann Pachelbel, llenaron el espacio del Palacio de Bellas Artes para acompañar la llegada de los restos mortales de Ernesto de la Peña (1927-2012).

Erudito mexicano, políglota, poeta, ensayista y novelista, De la Peña falleció este lunes a la edad de 84 años; sus restos fueron cremados ayer por la tarde y serán llevados a la iglesia de la Bola, en Insurgentes Sur. Quería que estuvieran al lado de su hija que falleció hace algunos años, dijo a los medios su viuda, María Luisa Tavernier.

En este homenaje de cuerpo presente que le ofrecieron instituciones, familiares y amigos, el director de la Academia Mexicana de la Lengua, Jaime Labastida, anunció que se pondrá en marcha el proyecto para publicar sus archivos electrónicos y sus manuscritos. Con la voz quebrada, Labastida dijo que la producción escrita por De la Peña “es sólo la punta del iceberg, porque por debajo de ella, en la profundidad del océano, palpita una montaña de palabras dichas que se conservan en los archivos de la radio y la televisión.

Será imprescindible, pasadas estas graves horas de duelo inevitable, que trabajemos en los archivos electrónicos y los manuscritos de Ernesto de la Peña. María Luisa, estoy cierto de que tu sentido del orden y la disciplina, el amor que te unió a Ernesto, hará posible entregar a nuestra cultura el fruto maduro de los trabajos aún inéditos de Ernesto, y ofreció la colaboración de la academia, de la que De la Peña fue integrante, contribuir en la medida de sus fuerzas para que se publiquen esos hermosos trabajos.

Insustituible e insólito

Al respecto, María Luisa Tavernier precisó en una charla posterior con los medios que don Ernesto dejó listo para publicarse un ensayo acerca de François Rabelais y una serie de poemas inéditos, mientras que la novela que estaba escribiendo quedó inconclusa. También se publicará la conferencia que dio la semana pasada con motivo de la entrega del Premio Internacional Menéndez Pelayo y se va a tratar de reunir toda su obra audiovisual; que es de gran riqueza cultural, para que quede como testimonio. La academia va a reunirlo; es un trabajo de muchos meses y va a publicarlo, como dijo el maestro Labastida en su discurso.

Respecto del archivo personal del polígrafo, señaló que se encuentra en su casa, mientras su biblioteca está desde hace varios en la Fundación Telmex.

Las puertas del Palacio de Bellas Artes se abrieron para dar paso al féretro. El Cuarteto Carlos Chávez comenzó a tocar las notas de Pachelbel. Y entonces los discursos: primero de la titular del Instituto Nacional de Bellas Artes, Teresa Vicencio, quien lo recordó como un amigo solidario que formó parte del consejo de ópera.

Jaime Labastida subrayó que nuestro país ha perdido un hombre insustituible e insólito; el poeta Eduardo Lizalde leyó un fragmento del poema Balada del ventrílocuo mudo, escrito por De la Peña, y dijo que con su muerte no sólo desaparece un hombre excepcional, sino todos los enormes tesoros que con su prodigiosa memoria guardaba en su cabeza. Desaparece un pozo de sabiduría y un pozo de luz.

Siguió el turno de Consuelo Sáizar, presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, quien dijo que Ernesto de la Peña fue un hombre sabio. Puente entre los siglos XX y el XXI.

Y después las guardias de honor, a las que se sumaron sus lectores. Así lo recordaron algunos de los escritores e intelectuales que acudieron al homenaje, entre ellos la lingüista Margit Frenk, quien, conmovida por el fallecimiento del filólogo, sostuvo que será imposible sustituirlo: él tenía una cantidad de conocimientos, una memoria prodigiosa. Él intervenía mucho en la academia, era una presencia muy viva y siempre tenía cosas que decir, que ninguno de nosotros sabía.

Obra en radio y televisión

El periodista Carlos Payán, director fundador de La Jornada, expresó: “Nos deja una soledad muy grande, un hoyo muy grande; no he conocido a nadie como él, tan entusiasta, tan fervoroso, alegre, disfrutador, lo mismo el vino que las mujeres, que la poesía. Un prodigio, no he conocido a nadie con esa sabiduría y ese disfrute de la vida maravilloso.

“Algo que vamos a sentir muchos de los que tuvimos la oportunidad de conocerlo y de disfrutar su amistad; lo vi tres días antes de que muriera. Comimos juntos, comimos es un decir porque prácticamente ya no probaba bocado, y se puso una gota de vino en la lengua. Dijo: ‘vamos a vernos más seguido, ¿no? Porque yo ya me voy a ir’.”

Para el escritor Felipe Garrido, la sabiduría con que vivía De la Peña es quizá la parte más difícil de transmitir, porque era un hombre que no se perdía en solemnidades, con gusto por lo popular, que se sabía las canciones de José Alfredo Jiménez y le gustaba cantarlas, pero esa otra parte del trato humano de Ernesto ya nos toca a todos contarla.

Garrido confía en que las muchas horas que dejó grabadas el filólogo para la radio y la televisión puedan reprogramarse, porque ahí está su pensamiento y su sentir.

Además de resaltar la enorme sabiduría de Ernesto de la Peña, Gerardo Estrada indicó que fue un hombre de rigor y de precisión en la cultura, que en lugar de decir ideas sueltas siempre se basó en información y documentación.

Supo establecer los niveles, las jerarquías que hay en el mundo de la cultura. Su biblioteca es riquísima y refleja la diversidad de sus intereses, sus múltiples curiosidades, su no especialidad y su enorme sabiduría, agregó.

El escritor Adolfo Castañón señaló que se debe rescatar la obra que De la Peña compartió en radio y televisión, al escribir ensayos y conferencias sobre música, ópera, la historia de amor en occidente y las figuras mitológicas.

“Yo diría –prosiguió Castañón– que don Ernesto es uno de los grandes conocedores de la música, como lo fue hace 100 años otro filólogo eminente vinculado al despertar mexicano, Pedro Henríquez Ureña. El futuro de la obra de De la Peña está asociado a las humanidades y a la cultura clásica en el mundo hispanoamericano”.