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Ofrece Peña Nieto una democracia de resultados frente a las exigencias de la población

Con la imagen raspada, el hijo predilecto de Atlacomulco se encarama en el poder
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Miembros del movimiento #YoSoy132 efectuaron ayer una marcha fúnebre para enterrar la democracia. Partieron de Ciudad Universitaria y concluyeron con un mitin a las puertas del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, a cuyos integrantes repudiaronFoto Francisco Olvera
 
Periódico La Jornada
Sábado 1º de septiembre de 2012, p. 10

Atlacomulco ha llegado. Descendiente predilecto de un grupo político que ha acariciado largamente el poder nacional, Enrique Peña Nieto arriba al máximo cargo del país con una imagen raspada, al menos para una parte de los mexicanos, pero sin señal alguna de haber cambiado su divisa: Soy de los que creen que hay que fortalecer la institución presidencial (dijo en entrevista con este diario, 28/6/10).

Ahora sí, la elección está decidida. No fue el día de campo que se anticipaba en las pantallas, pero Enrique Peña es presidente gracias a la resolución de un tribunal que no hace política pero que admitió un recurso que luego desechó por notoriamente improcedente (cosa que pudo haber hecho antes de admitirlo).

A pesar de un accidente de la historia llamado Vicente Fox, los márgenes de la institución presidencial son todavía anchos. Peña Nieto gozará de ventajas que no tuvieron sus dos antecesores, aunque los contrapesos no sean escuálidos como antaño. Primero, tendrá la obediencia debida de los gobernadores priístas (mayoría en el país). Y segundo: es dueño de dos peseras para los tiburones que coordinan a sus correligionarios en las cámaras (Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa, sentados a sus espaldas), dos escualos que todavía ayer nadaban en la mar de la oposición. Los diputados-peces, ¿acatarán órdenes de los tiburones o de Los Pinos?

Con esos y otros activos llega el autor de El presidencialismo mexicano y Álvaro Obregón (su tesis de licenciatura) a las inmediaciones del tribunal electoral. Lo hace con hora y media de anticipación. También con tiempo lo esperan, en el pequeño edificio donde sesiona la sala superior, las autoridades electorales, los ministros de la Corte, los líderes de los partidos que lo hicieron candidato.

Atlacomulco, al fin, ha llegado. Y con uno de sus miembros en cuyo linaje hay nombres como Isidro Fabela Alfaro, Alfredo del Mazo Vélez, Salvador Sánchez Colín, Alfredo del Mazo González y Arturo Montiel Rojas.

¡El poder hay que ganarlo!

Uno de los antecedentes remotos de la ceremonia de la tarde de ayer en que Peña Nieto recibió la constancia que lo hace presidente electo es del año 1949. Participaba el profesor Carlos Hank González en una tertulia con la crema y nata de Atlacomulco: “Si creen que es cierto eso de que los políticos son malas personas, que roban y matan, ustedes suponen que un día van a llamar a los hombres buenos y puros y les van a decir: ‘aquí tienen el poder’. ¡No! ¡El poder hay que ganarlo! Y hay dos maneras de ganarlo: una es peleando por él y la otra es con habilidad. En 1949 México no está para hacer revoluciones. Entonces hay que hacerlo con habilidad”. (Relato de una vida. Conversaciones con Carlos Hank, Océano, 1999).

Y Hank, siguiendo su propio consejo, se hizo hombre público de notables habilidades y, en el camino, inmensamente rico. De él no se recuerda la frase de los hombres buenos, sino la más pragmática que ha guiado la vida de sus herederos: Un político pobre es un pobre político.

El grupo que borró las fronteras entre política y negocios acarició la Presidencia con el propio Hank, imposibilitado porque su padre era alemán. Más tarde, Alfredo del Mazo figuró brevemente en la lista de presidenciables, cuando Miguel de la Madrid jugó a la pasarela para instalar a Carlos Salinas como candidato.

Todo esto se cuenta porque no es disparatado pensar que Enrique Peña haya recibido, así sea indirectamente, la sabiduría del profesor desde muy niño. Nacido en 1966, hijo de un primo segundo de Alfredo del Mazo, Peña es sin duda un producto endémico del Atlacomulco Power.

Hasta octubre de 2004, cuando obtiene la candidatura al gobierno del estado de México, no había ocupado ningún cargo que implicara presencia nacional (su trayectoria estaba hecha de una diputación local y cargos en las administraciones estatales). En momentos clave, su carrera estuvo ligada al dinero electoral. En la campaña de Emilio Chuayffet, en 1993, fue tesorero del Comité de Financiamiento del PRI mexiquense; y en 1999, subcoordinador financiero de la campaña de su tío, Arturo Montiel. Política y dinero, sin fronteras.

El pragmatismo puro de Peña

Claro, en campaña y tras el 1º de julio, Peña ha insistido en que el PRI autoritario está muerto. Hoy se asume parte de una generación que ha vivido y se ha desarrollado en democracia.

Y sí, es un país distinto y el PRI lleva 12 años sin la Presidencia. Pero algo queda del profesor Hank: el pragmatismo.

Dice Peña: Estoy convencido de que ha llegado el momento de dar el siguiente paso. Transformar una democracia esencialmente electoral, en una democracia de resultados. Una democracia de resultados en la que el gobierno responda con hechos, obras y acciones a las exigencias de la población. Ésa es la democracia que quiero para nuestro país.

Por eso entre los priístas se cuenta que Peña Nieto hará todo lo que esté en sus manos para desactivar conflictos políticos y sociales de aquí a su toma de protesta y más allá. “Ellos (el Atlacomulco Power, se entiende) son gente de negocios, y el conflicto les estorba”, dice uno de los nuevos diputados.

Otro gallo cantó en Atenco, ciertamente, aunque ahora Peña ofrezca una Presidencia abierta a la crítica y dispuesta a escuchar a todos, conceptos lejanos del presidencialismo puro que le atribuyen sus adversarios. En una entrevista con este reportero, Peña se negaba a aceptar una camisa de fuerza para su idea del presidencialismo. El que establezca la Constitución, decía, pero luego hablaba de un Congreso dedicado a poner parches, de la muy mentada parálisis legislativa. Y dibujaba su idea de Presidencia: Hay que buscar fórmulas en el pragmatismo puro, yo estoy en favor más que de la defensa de las ideologías, de la definición clara de objetivos y de la forma pragmática de lograrlos.

Treinta y cuatro minutos después del inicio de la ceremonia, Peña sale acompañado de su esposa, la actriz Angélica Rivera, quien ha abandonado la muleta para el protocolo, y cojea camino a la salida, por la puerta de atrás.

Antes, se despide de la primera fila. Saluda a la Suprema Corte en la persona del magistrado Juan Silva Meza; a la Cámara de Diputados en la de Jesús Murillo Karam; a la de Senadores vía Ernesto Cordero, y al IFE en la mano de Leonardo Valdés.

Apenas sale, las muestras de agradecimiento y afecto se multiplican y dan lugar al ejercicio de imaginación política, un retazo de la anatomía de la clase política. ¿Habría las mismas sonrisas, los mismos abrazos con sonoras palmadas si el resultado hubiese caído en el bolso de otro aspirante? ¿Los besos de ladito, las conversaciones animadas serían iguales? No, porque muchos de ellos estarían en el aeropuerto, dice una mujer telúrica que observa a la distancia.

Ya pueden los futurólogos imaginar las rutas de la coincidencia. Vamos a hacer las reformas que el país necesita, dice Peña, como si se tratara de una receta universalmente aceptada. Ahí está el PAN, que le reprocha no haber visto la urgencia de las reformas cuando controlaba más de 100 diputados, y que pondrá su precio. O el coordinador de los senadores del PRD, el poblano Miguel Barbosa, quien ofrece una izquierda moderna (es la fórmula que más ha repetido desde que lo nombraron) que engancha con la Presidencia moderna prometida por Peña.

El hijo predilecto de Atlacomulco recibe su constancia. Es presidente. La unanimidad de los magistrados descalifica, deja fuera a la izquierda de cualquier posibilidad de victoria, así sea parcial, en los patios de las instituciones. Son testigos la porción triunfante de la clase política y la frase de José María Morelos y Pavón inscrita en letras doradas en la pared: Que todo aquel que se queje con justicia tenga un tribunal que lo escuche, lo ampare y lo defienda contra el arbitrario.