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Egipcios, jordanos, palestinos y sudaneses, en las filas de la rebelión contra Bashar Assad

La oposición, al igual que el ejército sirio, viola derechos
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Combatientes del Ejército Sirio Libre se preparan para enfrentar a fuerzas gubernamentales en AlepoFoto Reuters
The Independent
Periódico La Jornada
Domingo 26 de agosto de 2012, p. 23

Quienes tratan de derrocar a Bashar Assad han sorprendido al ejército con su poder armamentístico y tácticas brutales. Horas depués del feroz ataque contra Damasco del Ejército Sirio Libre (ESL) que comenzó a principios de este mes, el nuevo ministro sirio de Información, Omran Zouhbi, se volvió contra los periodistas de la capital. ¿Qué están haciendo aquí en Damasco?, rugió. ¡Deberían estar al lado de nuestros soldados! Menos de 24 horas después, las gastadas imágenes de un presidente Assad casi siempre sonriente y de soldados sirios besando niños fueron remplazadas por pietaje crudo –y real– de tropas luchando para cruzar la calle Bagdad bajo el fuego de los opositores al régimen. Con las caras sucias, corrían hasta llegar a las esquinas, y se cubrían de los disparos detrás de muros y debajo de los balcones.

Ya limpiamos aquí, dijo un muy enojado oficial. Ahora vamos por el resto de estos bastardos. Nunca antes, ni siquiera en la guerra de 1973, cuando el ejército sirio invadió un antiguo observatorio ubicado en la meseta de Golán, el público sirio había sido testigo de algo tan real en sus televisores.

La batalla por Damasco en realidad fue peleada por la inescrupulosa Cuarta División, encabezada por Maher Assad, hermano menor del mandatario, a pesar de las historias míticas de su presencia en todas las aldeas destruidas. Los leales soldados de este grupo militar no mostraron la menor clemencia. Fue una matanza, una masacre, me dijo un sirio experto en cuestiones militares. Había cadáveres ya hinchados a horas de comenzar la ofensiva, pero era claro que algunos de ellos no eran sirios. Había egipcios, jordanos, palestinos, un turco, sudaneses. Él contó 70 cuerpos en un sitio, y calculó que 42 de ellos no eran árabes. El ESL dijo haber perdido a sólo 20 hombres, y sostuvo que los sirios exageraron el número de combatientes extranjeros que encontraron entre los fallecidos. A los soldados sirios no les gusta pensar que están disparando contra sus compatriotas; se sienten más cómodos si atacan a extranjeros, me dijo un joven.

Atrocidades en poblados

Las estadísticas de la guerra siria siempre estarán en disputa; ambos lados minimizarán sus bajas y aumentarán el número de sus mártires, una vez terminado el conflicto, así que jamás tendremos un saldo de civiles muertos, ni la identidad de los asesinos. Cuando la semana pasada tuve acceso sin precedentes a mayores y generales a quienes Occidente acusa de crímenes de guerra, sólo encontré a un oficial que admitió parcialmente la existencia de la paramilitar milicia asesina de los Shabiha, a la que se atribuyen atrocidades en poblados y ciudades de población mayoritariamente sunita musulmana.

Los Shabiha no existen, me dijo. “Son producto de la imaginación. Lo que hay son ‘defensores’ locales que vigilan algunas áreas”.

Y eso es exactamente lo que los Shabiha dicen ser, civiles en localidades sirias que protegen sus hogares de los enemigos del gobierno. Existieron en Argelia durante el bárbaro conflicto entre la dictadura argelina y los rebeldes islamitas en los años 90; protegían a sus familias al tiempo que cometían atrocidades en cuidades y poblados en los que ellos creían se ocultaban los rebeldes, o a cuya población acusaban de simpatizar con los enemigos musulmanes terroristas.

En Argelia, también, los opositores fueron llamados combatientes extranjeros, hombres que lucharon la guerra en Afganistán contra los rusos y que fueron a continuar la guerra santa contra régimen laico de la antigua colonia francesa.

Ahora, otra ex colonia francesa laica –si bien con liderazgo alawita— afirma estar combatiendo a hombres que llegaron de Afganistán, sin distinguir entre las Brigadas de Unidad, o la Hermandad Musulmana, los salafistas, o los simples miembros del ESL. A nadie le sorprendrá saber que siempre ha existido una muy cercana relación a nivel de inteligencia militar entre Argel y Damasco.

Pero la batalla del ejército gubernamental contra sus enemigos sirios y extranjeros nunca ha sido tan fácil como el régimen quiere hacerle creer al mundo. Pese a la narrativa que se da a Occidente, hombres armados estuvieron presentes en ciudades y poblados sirios desde los primeros días de la revuelta que comenzó hace 18 meses. Cierto, la primavera árabe en un principio se presentó como manifestaciones de decenas de miles de civiles desarmados en las principales ciudades de Siria, pero camarógrafos de Al Jazeera captaron imágenes de hombres armados que atacaron a soldados sirios cerca del poblado de Wadi Khallak, en mayo de 2011. Ese mismo mes, la televisión siria obtuvo la grabación de hombres armados con rifles Kalashnikov cerca de multitudes de sirios desarmados que protestaban en Deraa, donde la revuelta inició luego de que la policía secreta torturó y mató a un niño de 13 años.

Sin embargo, todo indica que cuando ingresaron por primera vez a Deraa, los oficiales sirios y sus tropas no creían que iban a enfrentarse a opositores armados.

Rodeamos 60 por ciento de la ciudad en un solo día, comentó un sirio involucrado en la operación. Sólo enviamos mil 100 soldados, cosa que jamás haríamos ahora, porque no creímos que hubiera grupos armados ahí. Para cuando recuperamos el resto de la ciudad, los siguientes cinco días, 17 de nuestros hombres fueron muertos por francotiradores. Esta no fue la única sorpresa: una vez que los combates intensos iniciaron más tarde, ese mismo año, el ejército sirio se sorprendió al ver el armamento que tenían los opositores.

En Homs, las fuerzas gubernamentales estaban dentro de un edificio que recibió cientos, literalmente cientos de granadas para ser arrojadas con lanzacohetes, señala otro sirio cercano a las operaciones. Hubo miles de explosiones y tuvimos que evacuar todo el edificio porque estaba a punto de desmoronarse. Cuando los soldados finalmente salieron, la construcción se vino abajo. Para ser un ejército que siempre ha sido condenado por su crueldad en batalla, los soldados sirios estaban sorprendidos de lo implacables que son sus rivales.

En Andan, un puesto de control muy reforzado fue arrasado el año pasado cuando la brigada rebelde Liwa Wahwid asaltó esa posición y mató a 75 soldados y cuatro oficiales. En una posterior emboscada en Shughour, 120 soldados fueron abatidos. Según archivos del ejército, nueve oficiales de las fuerzas de seguridad fueron asesinados en una estación policial en Al Hadr, en la provincia de Hama, al igual que ocho policías en una comisaría de la misma provincia. En Salkin, otra ciudad de Hama, un ex soldado que trabajaba como chofer para la Estación de Servicio de Vehículos del Ejército 5036 fue asaltado por una multitud de civiles. Abdul Fatah Omar Abdul Fatah fue acusado de ser miembro de las milicias Shabiha, lo desnudaron y ahorcaron. A su cuerpo colgado le arrojaron zapatos y finalmente, lo decapitaron. En la localidad de Duma, un líder afirmó en una mezquita: “Entre nosotros hay un awaini (traidor)”. El hombre señalado fue asesinado. Según testimonios, su nombre era Abu Ahmed Akera.

Cuando el ESL atacó Alepo tras el asedio a Damasco, las autoridades descubrieron que el primer blanco opositor era una escuela de artillería. Más de 70 cadetes lograron resistir hasta que llegaron refuerzos. Se dice que todos los que conocían el manejo de misiles antiaéreos fueron sacados apresuradamente de Alepo para salvarlos de ser capturados. La intención era salvar al personal táctico y experto en defensa misilística, para que en su momento pudiera proteger al país de un ataque israelí o de la OTAN.

Bastión de Al Qaeda

Los soldados sirios que combaten a través de las enredadas y estrechas calles de la parte antigua de Alepo harían bien en recordar a un joven estudiante que pasó meses en dicha ciudad en los 90 y que trabajó una tésis de planeación urbana que se desarrolló en el mismo campo de batalla en que hoy luchan los soldados: Mohamed Atta, el líder de los secuestradores de aviones que perpetraron los atentados del 11 de septiembre. Algunos de los ataques contra oficiales sirios se planearon con gran cuidado; científicos del Centro de Investigaciones, afuera de Damasco, han sido asesinados. Mucho antes de que la fuerza aérea usara en esta guerra, lo que según el ejército se fue a partir de junio pasado, siete pilotos fueron asesinados por rebeldes el año pasado. Los militares dicen que comenzaron a usar artillería, en vez de morteros, apenas desde febrero último.

Para el gobierno, la perspectiva no es favorecedora. Las fuerzas gubernametnales creen que Idlib, considerada bastión de Al Qaeda, será una de las batallas más críticas de esta guerra. Existen reportes de aterrados concriptos que son secuestrados a bordo de autobuses civiles en el centro de Siria y se les da a escoger: o bien sus padres entregan 450 libras sirias al ESL o el joven debe unirse a los rebeldes.

En la aldea de Rableh, cerca de Al Zusayr, existe una población cristiana de 12 mil persona que, se dice, está secuestrada por los opositores para servir de escudos humanos, lo cual podría ser innecesario pues el ejército, aparentemente, decidió que es demasiado costoso tratar de tomar la aldea.

El gobierno de Bashar Assad se enfrenta a un enemigo lleno de recursos, bien armado y sin escrúpulos, cuyos simpatizantes islámicos reciben ayuda de Occidente, de la misma manera que los combatientes mujaidines fueron financiados y armados por Occidente cuando se enfrentaron a los rusos en Afganistán durante los años 80. Con 50 mil hombres armados y quizá 5 mil tanques, el ejército sirio per se no puede perder. ¿Pero podrá ganar?

© The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca