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Libros y manjares
E

sos dos deleites de la vida se van a juntar el próximo miércoles 22, a las cinco de la tarde, en la Biblioteca Lerdo de Tejada, que ocupa el antiguo templo de San Felipe Neri, situado en la calle de República de El Salvador 49. Rodeados de libros y de murales del pintor Vlady, Marcela Briz, de la dinastía de los restaurantes El Cardenal, Martín González de la Vara y la autora de estas líneas vamos a presentar el libro Michoacán a la mesa.

De gran formato, con una cubierta en un vivo tono rosa y las letras en verde, el volumen con un atractivo diseño y bellamente ilustrado, nos brinda textos maravillosos de don Luis González y González, notable historiador que comenzó en México la microhistoria. Lo acompañan Martín González de la Vara, Sol Rubín de la Borbolla, Francisco Miranda y Gerardo Sánchez, entre otros autores.

El libro lo editó hace 15 años el Colegio de Michoacán, hijo del Colegio de México, en donde don Luis se formó como historiador y después, como maestro, inoculó a varias generaciones el amor por la historia. Él promovió la creación de la institución michoacana de la que fue su director y maestro emérito.

A su amor por la historia se sumaba el que siempre le tuvo a su matria, como solía llamar a Michoacán y en especial a su pueblo natal, San José de Gracia, en donde siempre conservó su casa y vivía la mayor parte del tiempo. Una de sus obras más importantes es Pueblo en vilo, que habla de ese lugar y que sin duda fue la obra que impulsó los estudios de microhistoria en México.

Su enorme talento iba a la par con una gran sencillez que hacía extensiva a su escritura. Tenía la capacidad de escribir sobre los temas más profundos con un sabroso lenguaje coloquial y con gran sentido del humor; solía decir: hay disciplinas en las que todo hijo de vecino puede meter su cuchara; una de esas es la historia.

Dicho lo anterior no les costará trabajo imaginar el gozo que es leer los textos de este libro. La obra la reeditó el gobierno de la entidad con el Colegio de Michoacán, casi coincidente con la declaratoria de la Unesco de la cocina mexicana como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. El reconocimiento se había buscado con anterioridad y fue hasta que se añadió a La cocina tradicional mexicana, cultura comunitaria, ancestral y viva... el paradigma de Michoacán.

Aunque los textos de la edición original no han perdido vigencia, se tuvo el acierto de agregar un recuento de las novedades que se han dado en la gastronomía michoacana en los 15 años recientes. Obra de Martín González de la Vara, el artículo brinda información de gran interés, que nos permite conocer cambios que se han dado en la producción, distribución comercial y formas de consumo de los alimentos de Michoacán: el auge en la producción de frutas de exportación como el aguacate, la zarzamora, frambuesas y las diversas moras, que tanto gustan en el extranjero, entre otros. Sin embargo esto ha desplazado algunos cultivos tradicionales, como el café.

Otro texto disfrutable y útil es De recetarios y algo más... en el que Sol Rubín de la Borbolla nos habla de la diversidad de obras que existen de la cocina michoacana. Para los que gusten de cocinar, la última parte del libro nos brinda recetas del siglo XIX que hacen agua la boca y que hay que intentar, ¿no cree usted?

Y lo que urge después de leer el libro es ir a manducar. Sin duda el lugar es El Cardenal, cuyos fundadores son ni más ni menos michoacanos. Los hijos del matrimonio Briz, entre otros Marcela, con quien presentamos el libro, cuidan personalmente la autenticidad y escrupulosa preparación de las viandas en las que, por supuesto, no faltan platillos de la cocina michoacana.

Como andamos en el Centro Histórico vamos a la bella casona porfirista que ocupa El Cardenal de la calle de Palma No. 23. Vámonos con lo de temporada; para botanear con el tequila de la casa, chinicuiles. De ahí directo al chile en nogada, que aquí es exquisito.