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American Curios

Cacofonía

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Barack Obama, gran beneficiario de la generosidad de Wall Street, ayer en un acto de campaña por la relección presidencial, en ChicagoFoto Ap
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todas las noticias son malas. ¿Hay de otro tipo?/Todos están hablando a la vez. Bueno, son malos tiempos para unos, para otros son dulces/Alguien gana dinero cuando hay sangre en las calles/Todos están hablando a la vez… Y la guerra sigue y sigue… y ya no hay dinero... Bueno, rescatamos a todos los millonarios, ellos recibieron la fruta, nosotros la corteza/Y todos están hablando a la vez”, canta Tom Waits en su nuevo disco, Bad as Me.

Aquí, al empezar la recta final de la campaña electoral presidencial, se habla de todo y de nada, todo a la vez. En torno a la economía el debate es entre más de lo mismo; o sea, una respuesta tibia y cautelosa por el presidente Barack Obama, quien ahora habla en nombre de algo llamado la clase media (al parecer, no existe la mayoría de la población, que en otros países sería llamada trabajadores, ni los pobres) y su contrincante republicano, quien habla en nombre de los empresarios que “construyeron a América”. Disputan sobre cuánto más recortar los fondos de asistencia social y sobre si incrementar o recortar los impuestos sobre los ricos. Todos dicen, como lo hacen todos los políticos del mundo en sistemas llamados democráticos, que su objetivo es generar empleo. ¿Hay un político que proponga lo contrario?

Será la elección más cara de la historia: en la presidencial los gastos podrán superar 2.5 mil millones de dólares, y si se agregan los gastos de las legislativas, la elección federal podría tener un gasto en total de más de 5 mil 800 millones de dólares, según cálculos del Center for Responsive Politics. Se podría ver, tal vez, como un estímulo económico que hará ricos a profesionales publicitarios y los medios con los cientos de millones que se gastará en propaganda. Los multimillonarios tienen ahora, explícitamente, la libertad de gastar sin límites para definir esta elección. Pero el secreto abierto es que los banqueros y financieros serán los triunfadores, gane quien gane; invierten en las campañas tanto de demócratas como de republicanos. Obama fue el mayor beneficiario jamás visto de la generosidad de Wall Street en su última elección, y su equipo económico está integrado por ex ejecutivos financieros o sus aliados. Romney fue ejecutivo en jefe de la financiera Bain Capital. Para Wall Street no hay pierde.

Las voces de desempleados, de familias destrozadas por las maniobras y engaños de Wall Street casi no se oyen en el debate electoral, más que como cifras y cuentos usados por los candidatos para mostrar los fracasos de sus contrarios. Los estudiantes que enfrentan un futuro inmediato gris (endeudados para completar sus estudios, cuyo valor ahora está anulado), las familias que han perdido sus hogares por la crisis hipotecaria, y las grandes mayorías que ahora pagan las cuentas del rescate de los bancos –los mismos que destruyeron el bienestar de todos– son el saldo de esta crisis. Hay más: por ejemplo, esta semana la ciudad de Nueva York reportó que un número récord de 43 mil 731 personas (18 mil de ellas, menores de edad), 18 por ciento más que el año pasado, están registradas como sin casa y solicitantes de espacio en el sistema municipal de albergues. Por otro lado, las comunidades inmigrantes continúan bajo sitio por la ola antimigrante que tanto conviene a los políticos durante una crisis.

Todas estas voces suelen estar ausentes en el debate político oficial, pero sus gritos y pesadillas se suman al ruido subterráneo e incesante de este país.

Lejos de aquí las guerras continúan, muchas a control remoto, pues los que jalan el gatillo están detrás de pantallas en comunidades suburbanas supuestamente seguras en Estados Unidos, a miles de kilómetros de distancia. El ruido de gritos, el color de la sangre y lo salado de las lágrimas de inocentes se oye, se ve, se prueba, pero muy, muy lejos, aunque siguen llegando veteranos militares destrozados desde esos lugares, y algunos ahora regresan a un país sin empleos ni oportunidades, en el que muchos viven en las calles.

Pero la guerra sí está presente como juego y para uso político. Durante los Juegos Olímpicos (que supuestamente promueven la paz entre las naciones), NBC promovió el estreno de su nuevo programa Stars Earn Stripes, donde ocho celebridades son llevadas a un concurso en el que tienen que competir en misiones guiados por ex militares de operaciones especiales (con municiones y explosivos reales) bajo el mando el ex general Wesley Clark. Uno de los concursantes es el esposo de la ex candidata presidencial Sarah Palin. El objetivo del show es reconocer y honrar a las tropas. Todos los políticos honran a las tropas, pero el hecho es que ninguno de los cuatro contendientes a la Casa Blanca (presidente o vicepresidente) es veterano militar.

Los medios –tanto liberales como conservadores y los que se dicen objetivos– suelen cubrir las elecciones como si fueran un espectáculo olímpico, calificando cada maniobra, evaluando los errores de técnica (casi nunca de contenido), y quién está avanzando hacia la medalla de oro, todo interrumpido por comerciales y publicidad política. Sólo falta que den a conocer quiénes son los patrocinadores de los juegos.

Mientras tanto, no cesan los tuits, los chats, los mensajes electrónicos, los intercambios por Facebook, Tumblr, Linkedin, los correos. Nadie ve a su alrededor, nadie pone mucha atención ante tanto multitasking; en medio de cualquier conversación en persona, todos van sacando sus celulares constantemente para ver si alguien se ha comunicado.

Con todos hablando a la vez, no hay silencios ya en este país. Es una cacofonía. Tal vez el único cuerdo es un hombre alto y delgado, vestido con trapos verdes y una capucha, que suele dar vueltas sin destino por Greenwhich Village hablándose a sí mismo, y de repente se alcanza a oír, entre tanto ruido, que está declamando, en español, poemas de amor.

Pero nadie lo escucha.