Opinión
Ver día anteriorMartes 7 de agosto de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Golpe duro, pero no letal
E

l desertor de más alto rango a la fecha –el primer ministro sirio Riad Hiyab– dejó este lunes al presidente Bashar Assad y se dirige hacia el patrocinador que mejor paga a los rebeldes de su país: el Estado de Qatar, retacado de petróleo.

En una guerra brutal que abunda casi tanto en cinismo con en sangre, la partida de Hiyab, si bien es un golpe altamente simbólico al régimen, no constituye un impacto directo al presidente.

Al igual que los generales y diplomáticos que lo han precedido hacia el exilio, el primer ministro es musulmán sunita, cuando el apoyo a Bashar dimana de la minoría alauita en el partido Baaz y el gobierno. Esa minoría sigue leal a él.

Encargó a su vocero en Jordania anunciar que ha desertado de la matanza y del régimen terrorista, que se ha unido a las filas de la revolución de la libertad y la dignidad, y que por tanto es desde este lunes un soldado de la bendita revolución.

Sin embargo, parece improbable –por bendita que sea la revolución– que el un tanto voluminoso Hiyad se ponga a disparar un lanzagranadas desde las barricadas de Alepo. Más probable es que se una al confuso amasijo de antiguos leales al régimen que ahora se congregan en torno a tres gobiernos en el exilio separados y a menudo antagónicos, la mayoría agradecidos con el inmensamente rico emirato de Qatar, para no mencionar al profundamente democrático reino de Arabia Saudita, que respaldan la revolución.

El propio gobierno sirio se ha apresurado a afirmar que Hiyad ya había sido destituido cuando huyó –declaración que sólo quienes aún creen en los Santos Reyes podrán aceptar–, pero Bashar designó de inmediato un remplazo, Omar Galauanyi, de Tartús, quien ya era ministro en el gobierno.

Por cierto, las raíces de Hiyad son interesantes. Proviene de la ciudad de Yirbet Gazel, en la provincia de Deraa, donde se inició la revolución, luego que la policía del gobierno torturó y mató a un chico de 11 años.

Aún más importante es que Hiyad es primo del vicepresidente Farouk al-Sharaa, también sunita pero miembro clave de la camarilla de ministros que toma las decisiones del régimen. Muchos sospechan que Al-Sharaa, leal y muy efectivo ministro del exterior en tiempos de Hafez Assad, padre de Bashar, podría también defeccionar –su única declaración reciente fue para negar que lo hubiera hecho–, pero no parece probable.

Luego de 20 años de servir a los baazistas, Al-Sharaa es considerado por Bashar digno de toda su confianza. Sin embargo, dadas las deserciones recientes, hay que rematar tales oraciones con un por el momento. La huida de Hiyad de Damasco constituye sin duda un golpe más severo a la cada vez más descolorida reputación del partido Baaz, fundado como institución secular abierta a todas las religiones por, entre otros, el cristiano Michel Aflaq. La creciente deserción de figuras sunitas del régimen sirio y del ejército mete una cuña en un partido ya fracturado.

Según el vocero de Hiyad –cuya retórica no está exactamente a la altura de su credibilidad–, el ex primer ministro se vio obligado a aceptar su elevación de ministro de agricultura, hace dos meses, porque lo habían amenazado con ejecutarlo.

Parece un cuento chino. No es probable que el presidente Assad haya designado a un premier a punta de pistola, porque sin duda el pobre hombre habría desertado. Lo cual, sin duda, es lo que Hiyad hizo.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya