Opinión
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Ruta Sonora

Fiona Apple

¿Boicot al Corona Capital?

L

a aprehensión hecha belleza. La complicación sicológica tras el rechazo hecha enmarañadas y hermosas melodías. La inseguridad innecesaria. La utilidad de la misma para la creación, el reto, la revancha contra uno mismo. El regreso de la maravillosa neoyorquina Fiona Apple, con cuarto álbum de nombre larguísimo (no tanto como el de su segundo plato, por falta de espacio, aquí irrepetible), tan amplio como lo es su talento para extirpar sus demonios de forma deliciosa a través de tan sólo su grave y cálido canto, en apariencia simple, y un piano. A la voz de ya, pinta para ser uno de los mejores álbumes del año, mientras marca un cenit en la carrera de esta delgada y ojerosa compositora de ojos verdes.

“No siento nada hasta que lo arruino… no me dejen arruinarme a mí misma, o empezaré a necesitar un chaperón.” Cada noche es una pequeña pelea con mi cerebro. Soy un cuchillo caliente, él es una palita para mantequilla. Si ella es parte de la razón de que tú seas como eres, entonces estoy bien con ella. Son algunas de las frases que van surcando el laberinto emocional de Apple, quien desde fines de los años 90 ha tenido una carrera espaciosa, al inicio con sobresaltos mediáticos que no supo manejar, quizá por su corta edad (la fama le estalló en la cara antes de los 25 años), a la larga discreta, generadora de discos reposados, sin prisa, como para extrañarla, olvidarla y luego sorprender de nuevo con entregas un salto adelante cada vez, dentro de un estilo en apariencia sencillo, macerado, pero arrasador.

The idler Wheel is wiser than the driver of the screw and whipping cords will serve you more than ropes will ever do (2012), algo así como la necia rueda es más sabia que el conductor del tornillo, y el cable lacerante te servirá más de lo que las cuerdas jamás lo harán, define mucho de la complicación mental de esta cantante cuyo vibrato ligero e inflexiones jazzy-souleras, a veces enojada, las más de las veces sufriente, paranoica, pero siempre con un toque de ironía y autoescarnio, provoca escalofrío desde la primera oída, el cual crece mientras más se le escucha.

Lejos del jazzy-pop Tidal (1996), cercano en pasión al When the pawn hits the conflicts he thinks like a king… (1999; título completo: http://bit.ly/evNl8Z), y con los toques teatrales-Broadwayescos del tremendo Extraordinary Machine (2005), el nuevo disco lleva su usual pasión y conflicto interno a una agraciada suma de cualidades previas, donde con magros elementos (voz, piano, teclados aledaños, percusiones, contrabajo) genera un torrente de encanto doloroso, entre arreglos caprichosos, urañas cadencias pianísticas, estructuras intrincadas y una voz que va de la dulzura a la melancolía pasando por el coraje y el desgarre, a veces por lo cáustico, escasamente por lo cursi. Su azotado sello personal es aquí contundente, redondo, épico, pasmoso e inconfundible, quizá al punto de coronarla como un referente clásico del pop alterno reciente, sincero, lleno de confusión, luz y soledad. ¿Alguien que se anime a traer a México a esta delicadeza ardiente?

Mejor sumar que restar

En la última semana, en redes sociales ha circulado la propuesta de boicotear (o al menos instar a no asistir) al festival Corona Capital, a ocurrir en la ciudad de México los días 14 y 15 de octubre próximos, con un cartel de locura, que incluye al fabuloso dueto The Black Keys, la gran banda My Morning Jacket y los históricos New Order y Suede, entre decenas de bandas y solistas nacionales e internacionales de primer orden (www.coronacapital.com.mx): un cartel que poco pide a los mejores festivales del orbe en materia de rock y géneros aledaños. El motor de esta propuesta obedece a que 40 por ciento de la operadora de conciertos Ocesa (organizadora de dicho festival), integrante de grupo CIE, pertenece a Televisa, empresa que lleva siendo identificada desde hace un mes, mediante investigaciones tanto periodísticas como de ciudadanos y organizaciones sociales, como partícipe del fraude electoral que México sufre. Si bien se entiende como protesta simbólica, y este espacio ha señalado el abuso que suele cometer Ocesa con sus precios y trato a la audiencia, es preferible seguir exigiendo y denunciando, a cerrar la oportunidad de enriquecernos con la ejecución de artistas que nada tienen que ver con nuestro conflicto interno. Muy al contrario, de gran beneficio sería que quienes promueven este tipo de boicots (que no incidirían en los resultados electorales) pudieran acercarse a los músicos visitantes, usualmente sensibles a las causas por las que como ciudadanos luchamos, y hacerlos partícipes. Desde los escenarios, por su liderazgo y credibilidad, su apoyo y difusión resultaría más catártico y fructífero, además de que ayudaría a expandir y denunciar a escala internacional. Es una propuesta. Ahí se las dejo.

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