Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 29 de julio de 2012 Num: 908

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Entre el indio muerto
y el indio vivo

Ana Paula Pintado

Noticias desde Gutenberg
José María Espinasa

Una poeta que no
platica con el diablo

Yendi Ramos entrevista con
Dolores Castro

De Ruanda a Palestina
y viceversa

Ana Valdés

Conciencia personal
y colectiva

Ingrid Suckaer

Ramón Pérez de Ayala: literatura, oficio y experimento
Xabier F. Coronado

El Quijote,
las armas y las letras

Leandro Arellano

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Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


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Ramón Pérez de Ayala:
literatura, oficio y experimento

Xabier F. Coronado

¿Qué otra cosa es un escritor sino la conciencia de la humanidad?
Ramón Pérez de Ayala

El estudio de la vida y la obra de un escritor consideradas como un todo indivisible resulta interesante. No existe una norma o relación causa-efecto entre las circunstancias que moldean a un autor y la repercusión de sus libros. Conocemos casos de escritores que transitan una vida anónima y, después de su muerte, sus textos se convierten en piezas notables de la historia literaria. Hay autores a los que un solo libro les sirve para alcanzar la fama, pero a otros el prestigio les llega a medida que su obra evoluciona. En cambio, algunos escritores consiguen el reconocimiento porque sus textos son innovadores, pero pasan su esperada madurez literaria sin producir ese libro que trasciende. El caso de Ramón Pérez de Ayala (1880-1962) podría encajar en este último ejemplo.

Paradojas de la vida

Un artista es un hombre que ha consagrado su vida a ver las cosas por primera vez
Pérez de Ayala

En Madrid, a principios de 1962 un viejo escritor, muy leído en el primer tercio de siglo, se debatía entre el olvido y la memoria. Al final de su vida todo resultaba paradójico. Aunque había sido uno de los gestores de la II República –firmante junto a Ortega, Machado y Marañón del manifiesto que dio lugar a la Asociación de Amigos de la República en 1931–, regresó del exilio en 1954 para vivir bajo una dictadura militar que había derrocado al Estado republicano y prohibía la mayoría de sus libros. Su actividad literaria, aparte de estar completando unos volúmenes de memorias, se limitaba a reeditar y escribir ensayos en ABC, periódico de tendencia monárquica defensor del régimen franquista.

La Guerra civil produjo un cambio radical en su vida. En julio de ʼ36 era director del Museo del Prado y había sido embajador en Londres hasta febrero. Sus dos hijos se unieron al bando de los militares golpistas y uno de ellos murió en la guerra. Pérez de Ayala abandonó Madrid al ser amenazado de muerte, se exilió primero en Francia y después residió catorce años en Argentina, donde su obra era valorada. Cansado y decepcionado, decidió regresar a España. Como otros que volvieron en vida del dictador (Ortega, Casona, etcétera), su regreso fue utilizado por el régimen y quedó aislado intelectualmente.

Narrador precoz –en 1902 El Progreso de Asturias publicó por entregas Trece dioses, su primera novela–, escribió en pocos años una docena de obras notables. Desde 1926, cuando contaba con cuarenta y cinco años, hasta su muerte en 1962, no volvió a escribir otra novela. El dato resulta paradójico ya que el propio autor afirma en Principios y finales de la novela (1958) que los novelistas suelen reservar sus mejores obras para la edad madura.

De los jesuitas al regeneracionismo

La supresión de los colegios jesuíticos sería deseable, por una razón meramente administrativa: la incapacidad intelectual de los reverendos padres
Ortega y Gasset

Ramón Pérez de Ayala había nacido en Oviedo, se crió en un ambiente de ciudad provinciana y esa atmósfera, singular y común a la vez, se recrea en la mayoría de sus novelas. La circunstancia que marca su vida se produce al ser internado en un colegio religioso. Ayala recapitula esta etapa, que duró de los nueve a los quince años, en su novela  A.M.D.G. La vida en los colegios de jesuitas (1910), las siglas corresponden al lema, vinculado a la Compañía de Jesús, Ad Maiorem Dei Gloriam. En este libro, el autor denuncia los abusos que se sufrían en esas fundaciones educativas de orientación religiosa, con un sistema pedagógico basado en el dominio y la brutalidad. Ese tipo de educación le provoca un agudo anticlericalismo y, gracias a su maestro disidente Julio Cejador, un conocimiento de la cultura grecolatina que se manifiesta en toda su obra.

Ortega, también educado en colegio de jesuitas, considera que el texto de Pérez de Ayala es un valioso documento para la reforma pedagógica. Posteriormente, ambos fundan la Liga de Educación Política Española y apoyan la disolución de la Compañía de Jesús.

Ayala ingresa en la Universidad de Oviedo en 1896. Discurren años brillantes en la universidad asturiana, un grupo de profesores de pensamiento krausista, formados en la Institución Libre de Enseñanza, organiza un movimiento de Extensión Universitaria de vanguardia en su época, y desarrollan una política académica abierta a América. Entre ellos destacan Rafael Altamira, Adolfo G. Posada, Álvarez Buylla, Melquiades Álvarez y Leopoldo Alas Clarín, que ejerce como mentor y ascendente literario de Pérez de Ayala.


Edición de El teatro moderno dedicada a Pérez de Ayala

En su época universitaria adopta un aspecto peculiar, se deja el cabello largo, viste de manera extravagante y asume una actitud volteriana. Comparte las ideas regeneracionistas de sus profesores, aunque se siente atraído por el modernismo en boga y el decadentismo europeo. Pérez de Ayala dispuso en su juventud de la excelente biblioteca de Valero de Urría, profesor de literatura en la universidad, que le sirvió para cimentar una sólida formación.

El sendero poético

Gran poeta, el pacífico sendero/ canto que lleva a la asturiana aldea;/ el mar polisonoro y sol de Homero/ le dieron ancho ritmo, clara idea;/ su innúmero camino el mar ibero,/ su propio navegar, propia Odisea
“Retrato de Pérez de Ayala”,
Nuevas canciones, Antonio Machado

En 1901, Pérez de Ayala se traslada a Madrid y se pone en contacto con escritores de la época, entre otros, Benavente, Azorín, Juan Ramón Jiménez y Valle-Inclán. En 1903 funda, con Gregorio Martínez Sierra, la revista Helios, una publicación de carácter modernista; también colabora en otras revistas literarias (La Lectura, Hojas Selectas, etcétera) y en los diarios ABC y El Imparcial.

Su primer libro de poesía, La paz del sendero (1904)), es un tributo a la tierra y abre una serie –El sendero innumerable (1916), dedicado al mar y El sendero andante (1921), al río–, que se completaría de manera póstuma con El sendero ardiente (1964), consagrado al fuego.

No existe un estudio a fondo de su obra poética. Sus primeros poemas fueron prologados por Rubén Darío, “desde esos primaverales años clama una voz de hondo y meditabundo poeta, animado por el mismo saber, amargo don del destino”.

Ese sendero poético que recorre Pérez de Ayala parte de un modernismo simbolista sin amaneramientos, en la línea de Berceo, que deriva en poesía filosófica recubierta de pesimismo existencial: los poemas, al cobrar carga conceptual, se hacen más doctos pero no pierden su canon de emoción, cultismo y panteísmo ancestral. Para Ayala, “la poesía se reduce a una visión íntegra de la vida” y no duda en afirmar que “el semblante auténtico del alma de cada pueblo se retrata en su poesía”.

La novela fabulada

El novelista no puede pintar, únicamente puede describir, enumerar
Pérez de Ayala

Tras el escándalo que provoca su novela Tinieblas en las cumbres (1907) –un interesante e inmoral relato nihilista elogiado por Galdós–, Pérez de Ayala decide alejarse. Viaja a Londres donde trabaja como corresponsal de El Imparcial y convive con Ramiro de Maeztu y Fernando de los Ríos. En 1908 se suicida su padre y regresa a Madrid donde colabora en diversas publicaciones españolas (Heraldo, El Liberal, etcétera) y americanas, entre ellas El Mundo Ilustrado de México. En 1911 obtiene una beca para cursar estudios artísticos en Italia y Alemania; en la Universidad de Múnich asiste a los cursos de Wölfflin y Lipps sobre estética y ciencia del arte.

Su segunda novela, A.M.D.G., que supone un escándalo mayor que el anterior, viene acompañada del éxito, tuvo varias ediciones y fue adaptada al teatro. Su siguiente narración, La pata de la raposa (1912), trata sobre el amor y la sensualidad. Este ciclo se completa con Troteras y danzaderas (1913), que describe la bohemia literaria de principios de siglo y sus protagonistas son una recreación de escritores e intelectuales. Las novelas de esta primera etapa son de carácter autobiográfico y sus personajes encarnan los contrastes sociales de la época. Todas están marcadas por un ácido anticlericalismo y un humor de tono irónico con inclinación a la tragicomedia.

Las novelas poemáticas de la vida española (1916), consideradas de transición en su producción literaria, incluyen tres historias: Prometeo, Luz de domingo y La caída de los limones. Son narraciones más ideológicas, cargadas de acento lírico y simbolismo mitológico. En 1924 publica dos libros de relatos: Bajo el signo de Artemisa una recopilación de “novelitas de mocedad”; y El ombligo del mundo, que reúne cinco interesantes historias de ambientación rural.

La segunda etapa narrativa, menos realista y más intelectual, se abre con la novela Belarmino y Apolonio (1921), que trata sobre la filosofía del lenguaje y es, para algunos, su obra más lograda. Después llega la primera de sus novelas pares: Luna de miel, luna de hiel y Los trabajos de Urbano y Simona (1923), que tratan sobre la educación sexual. Su obra narrativa se completa con otra novela en dos volúmenes: Tigre Juan, considerado su mejor texto, y El curandero de su honra (1926), que abordan el tema del machismo, el honor y la evolución personal. Pérez de Ayala obtiene el Premio Nacional de Literatura en 1927 e ingresa en la Real Academia de la Lengua en 1928.

Las novelas de Pérez de Ayala son fábulas que se asientan sobre un mosaico de contrastes. En ellas se burla de la presunción humana y denuncia los abusos de la sociedad y la religión. Como narrador gusta del sincretismo, combina géneros –poesía, ensayo, teatro–, y enfoques –contrapunto, relativismo perceptivista, dualismo–; tanto por los temas que toca como por su manera de abordarlos se puede considerar un innovador.

Su prosa está llena de contrastes y para poder apreciarla en su totalidad hay que tener un buen diccionario a mano. Se vale de un ambiente local para tratar temas universales; Asturias siempre está presente en su obra, la mayoría de sus historias discurren en esa tierra ancestral, panteísta y profana donde Pérez de Ayala creció y se formó. Utiliza en boca de sus personajes las palabras y la sintaxis de la lengua asturiana, que contrapone con un discurso narrativo lleno de cultismos, referencias clásicas y mitológicas.

Crítico y ensayista

Se conoce a Pérez de Ayala por sus novelas y su poesía pero, en realidad, es un ensayista
Pierre Sallenave

El ensayo impregna toda su obra, incluso sus novelas y poesías. Desde muy joven colabora en periódicos y revistas culturales. A partir de la muerte de su padre, esas colaboraciones se multiplican pues le son necesarias para subsistir. Se hace un profesional de la crítica y el ensayo; todos sus artículos, de diversa índole temática, tienen un estilo creativo característico, resultado de una amplia cultura y un particular sentido del humor. En México, entre 1927 y 1929, publicó una decena de ensayos en Excélsior. Para hacernos una idea del volumen de sus colaboraciones periodísticas, existe un índice con más de 2 mil publicaciones.

Algunos trabajos fueron recopilados por el propio Pérez de Ayala en varios volúmenes: Hernán encadenado (1917), que recoge sus colaboraciones como corresponsal en la guerra europea para La Prensa de Buenos Aires; Política y toros (1918) textos de marcado antimilitarismo; Las máscaras (1924), que compila sus críticas teatrales; y Divagaciones literarias (1958). Pero quedan cientos de artículos sin recopilar entre los que se encuentran relatos y poemas. Casi al final de su vida publicó dos libros de memorias, Amistades y recuerdos (1961), Fábulas y ciudades (1961).

Valoración pendiente

Pérez de Ayala, de abolengo literario que obliga, es, en la generación a que pertenece, de los poetas que piensan
Rubén Darío

En definitiva, Pérez de Ayala es un escritor de oficio, lleno de contrastes tanto en su vida como en su quehacer literario. Renovador de la novela, es un autor vanguardista sustentado en clásicos y tradiciones. Puente entre dos siglos –nunca se desvinculó totalmente de sus hermanos mayores del ʼ98 y no llegó a enlazar con los jóvenes poetas del ʼ27–, se le ubica en la híbrida generación del ʼ14, los “novecentistas”.

Pérez de Ayala es una rara avis in terris de las letras españolas que no se puede encasillar pues marcó una línea propia e impar. Un narrador, ensayista y poeta que aún no ha sido estudiado y valorado en su medida, tal vez porque su obra es un experimento literario cuyos alcances no han sido analizados en su totalidad.