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A la mitad del foro

Morfeo en los infiernos

C

incuenta millones de votantes y un tribunal dirá cuál fue su mandato. La pluralidad se dispersa; los partidos son entidades del desinterés público. Felipe Calderón cambia el sentido de la brega de eternidad y al clásico término de imposición. Los jóvenes del #YoSoy132 deciden ser realistas, piden lo posible en el cerco a Televisa, minivisión de Occupy Wall Street. Marcelo Ebrard aspira al legado de la izquierda agonizante y su policía cuida al Mago de Oz encerrado en las instalaciones del ágora electrónica.

De las impugnaciones hechas por Andrés Manuel López Obrador y de la designación de un presidente interino, sin necesidad de reglamentar las normas establecidas por la reforma constitucional, gala del sonorense Manlio Fabio Beltrones, ni hablar. Porque sonorense era Adolfo de la Huerta, interino en 1920, alzado en 1924, maestro de canto en el ostracismo que siguió a la sangrienta lucha por el poder en la llamada huelga de generales. Y sonorense era Álvaro Obregón, invencible militar cuyo sentido del humor despistó al Blasco Ibáñez de El militarismo mexicano, y acuñó la formidable frase de los cañonazos de cincuenta mil pesos; asesinado cuando era presidente electo por un fanático cuya pistola bendijo un cura.

Hoy nos urge que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación emita su resolución, inapelable además. Hablar del Obregón que combatió y escribió Ocho mil kilómetros en campaña. Venció a Villa y jamás perdió una batalla; creador de instituciones, incorporó a los zapatistas y a los obreros a la Revolución triunfante, obligaría a recordar a otro presidente interino: Emilio Portes Gil, abogado a cuya iniciativa debemos la Ley Federal del Trabajo y un extenso reparto agrario, el acuerdo que llevó a la Universidad Nacional a la autonomía, y el que llevó a los obispos a negociar el fin de la primera guerra cristera. Hablar de estos hombres hace recordar a los de la Reforma, que parecían gigantes. Los de hoy, enanos: dice Felipe Calderón de los panistas de la contienda electoral del 1º de julio: Hubo candidatos pigmeos...

Los de un PAN que no atinó a dar de comer a los mexicanos que ha desgobernado dos sexenios. O casi. Porque es largo el interregno mexicano y, sin asustar con un interinato, los sacristanes y pretorianos del inquilino de Los Pinos reafirman la tentación golpista con un minimaximato, asumir el mando de un partido pigmeo, puesto en las incompetentes manos de Gustavo Madero, al garete por las fantasías de Josefina Vázquez Mota, los desvaríos de Vicente Fox, el peso del Yunque y la ambición de Oliva el de Guanajuato. Los de Jalisco, nepotes de cardenal, perdieron todo y dejaron opaca huella de corrupción. No se perdió el partido al perder el poder, sino al embriagarse con el de la guerra contra el crimen y las loas al valor del héroe para el que pide protección Álvaro Uribe, el ex de Colombia.

En nombre de López Obrador, jóvenes y activistas de Atenco, del SME y de la CNTE buscan al Mago de Oz en el ágora electrónica. Y los obispos que alabaron la conversión del tabasqueño en predicador de las virtudes teologales y la república del amor, hacen honor a la tradición teocrática: la Conferencia del Episcopado Mexicano anuncia que se reunirá con Enrique Peña Nieto para pedirle que combata el crimen organizado y la pobreza con una visión espiritual. Con la Iglesia hemos topado. Y a punto de legitimar su triunfo, pareciera dar otra vuelta a la derecha el PRI que dicen es nuevo y dicen que es el de siempre; el que vuelve mientras Manuel Camacho y Marcelo Ebrard esperan que el tribunal les resuelva la herencia del partido que Cuauhtémoc Cárdenas creó para romper el ciclo de oposiciones sexenales y darle vialidad a la izquierda en la legalidad que ofreció la reforma reyesheroliana.

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Manlio Fabio Beltrones, impulsor de la reforma que permite la sustitución del titular del Poder Ejecutivo en caso de ausenciaFoto Luis Humberto González

Pluralidad en las ruinas de Babel. Ni el cerco a Televisa, ni el cesarismo en el PAN que rechazaba decirse partido en el poder, ni la bendición de los obispos a la unción presidencial de Enrique Peña (por mandato popular, si ha de ser, y no por mandato divino), permitirán que los partidos de la pluralidad despierten y abandonen los infiernos de la indefinición, desmemoria y desdén por la función social del poder político. Los de la izquierda bailan por el sendero amarillo en busca de presidencia interina que supla a la presidencia legítima de los seis años de navegar el desierto. El PAN busca un Pío Marcha, una junta de notables en la Profesa. Y el PRI, vencedor del 1º de julio, eficaz y práctico operador político, va a la pila de agua bendita para lavar los pecados que revivieron al son de la flauta tabasqueña.

Fuerte como todo lo que no atiende a la razón, el repudio al PRI, obligará a Peña Nieto a convocar a Asamblea Nacional en cuanto se consolide en el poder. Todos los partidos tienen que reconocer sus fallas, verse como son y no como quisieran que los veamos. No es poco lo hecho durante la transición. Pero hay que dejar de conjugarla en presente continuo. A partir de 1997, volvió por sus fueros la división de poderes. El Congreso pesa y es fuerte contrapeso al Poder Ejecutivo. No hay mayoría absoluta para partido alguno. El PRI tendrá mayoría relativa en ambas cámaras, pero no es cosa de alzar el dedo: Aquí hay que negociar hasta el último milímetro; la última palabra de cualquier ley que tiene que discutirse, dijo Francisco Rojas a los diputados electos de su partido.

Y con la alternancia volvió a ser poder real en territorio soberano, el de los gobernadores. Con la fuerza añadida por la Conago, conferencia de gobernadores que les evita tener que ir sombrero en mano a solicitar dinero, recursos del presupuesto de la Unión. El PAN, gran derrotado, perdió Jalisco y Morelos, se quedó con tres gobernadores: Baja California, Guanajuato y Sonora; el resto son alianzas de coyuntura, farsa para echar del poder al PRI. Incluido Rafael Moreno Valle, el nuevo ilusionado con la Presidencia, a contrapelo del consejo de Gómez Morín. El PRD ganó Morelos y Tabasco. Graco Ramírez buscó ese gobierno largo tiempo; ante la impugnación a toda costa, habla del mandato de Morelos. Arturo Núñez respalda las gestiones de su paisano y sus pésimos abogados, sin olvidar la terca realidad: Dentro de las urnas, es imposible distinguir votos comprados.

Y el Distrito Federal, donde Ebrard sueña con el futuro y Camacho con su venganza contra el pasado. Lo demás es agua serenada. Juan Sabines deja Chiapas en manos de Manuel Velasco, verde con quien lo unen los colores del PRI y los antepasados. En Guerrero, Ángel Aguirre rinde culto al presidencialismo: hoy panista, mañana del PRI, a menos que el Congreso que se instala el 1º de septiembre se olvidara de leyes reglamentarias y designara presidente interino.

En Oaxaca, Gabino Cué padece por el afán de gobernar para todos; entra en conflicto con Toledo, gloria del arte y generosidad oaxaqueños. Y carga con Jesús Martínez Álvarez, secretario general de gobierno... ausente; con José Antonio Estefan: conflictos en obras viales y paro de taxistas. En Salud, el médico Germán Tenorio Vasconcelos, cuyo titulo y cédula profesional no aparecen... Y Gerardo Cajiga Estrada, inhabilitado tras un lío por la adquisición de aeronaves cuando era subsecretario de Gobernación con Diódoro Carrasco. Hay violentos conflictos agrarios y a pesar de Salomón Jara, nadie habla mal de Gabino Cué: es un buen hombre, dicen.

Y por cierto, declara Carlos Slim que es de 39.2 por ciento la tasa de desempleo en jóvenes de entre 20 y 29 años. Ahí ni hablar: sin solución, habrá revolución.