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Lectoras, lectores y lectoras
A

ficionada como soy a leer entrevistas, leí Lectoras. Conversaciones con Juan Domingo Argüelles, en cuanto me lo hizo llegar el autor, este mes de julio de 2012.

Se trata de un libro que es catálogo que es documento que, sea lo que sea, hay que conocer. Aparte de la muy informativa introducción de Argüelles, en la que hace y sitúa el panorama histórico del despertar del grueso de la mujer como lectora, hechas a un lado las excepciones (¿debería decir entonces triste panorama histórico, o desolador panorama histórico? ¿Debería igualmente definirlo entonces como tardío despertar, como increíble, intolerablemente tardío despertar?), 14 lectoras mexicanas (que son escritoras de literatura; algunas, aparte, profesionistas; algunas asimismo artistas, algunas de igual forma poetas; algunas además mamás, esposas) contestan una serie más o menos uniforme de preguntas acerca de su despertar a la lectura, en general como mujeres y, en particular, como ellas mismas. Quién, quiénes las indujeron a leer: qué, cuándo, cómo, dónde, por qué, para qué. Catorce lectoras entrevistadas, 14 respuestas diferentes a cada una de más o menos las mismas preguntas (porque no a todas el entrevistador preguntó, por ejemplo, si los hombres las prefieren brutas). De más sueltas y naturales a más reprimidas y hechizas, a más papanatas, a más marisabidillas. No perdí de vista en ningún momento que fueran cuales fueran las deducciones que yo hiciera de las lectoras en Lectoras y sus respuestas, para bien o para mal, las lectoras protagonistas de Lectoras podían hacerlas de mí. Las harían, debían o deberían hacerlas. Algunas respuestas me sorprendieron (no porque no juzgue capaz a cualquiera de las lectoras en Lectoras de acertar en una respuesta, sino porque una respuesta novedosa es sorprendente; a mí me hace reconocer a quienquiera que la emita, así la emitiera de forma inconsciente); otras, me hicieron reír por ingeniosas o por ridículas; muchas, me ilustraron, ya fuera sobre el mundo, la vida, la humanidad o la lectura o, sencillamente, sobre quienquiera que la hubiera declarado.

Leí Lectoras con curiosidad y con interés, la pasé muy bien leyéndolo, al confirmar intuiciones que he tenido y observaciones que he hecho de mis amigas o conocidas o, hasta ahora, desconocidas; o al averiguar asuntos de ellas, o al enterarme de algún detalle de su vida o de su formación o de su desarrollo que por lo mismo dejó de ser cabo suelto en mi largo contacto y detenido estudio de ellas. (Lamenté que una de las protagonistas de Lectoras creyera que divertirse o entretenerse con la lectura es una respuesta no asociable a la actividad de leer. No sé cuál de los pensadores griegos o latinos –más de alguna de las lectoras lo sabrán– recomienda no disociar la diversión del aprendizaje. Creo que fue Platón, ¿o estaré metiendo la pata al atribuírselo a él? ¿Metiendo la pata, o adornándolo? ¿Metiendo la pata al dudarlo, adornando a quien no necesita ser adornado, o sencillamente parafraseándolo, de modo tambaleante quizá, pero parafraseándolo?)

Las entrevistas de Lectoras están apoyadas en herramientas eficientes. Prólogo (que incluye un análisis de la estupidez), agradecimientos, epígrafes, presentaciones individuales que sitúan a las entrevistadas física y críticamente; apéndices (quiénes son y en qué se la han pasado las lectoras en Lectoras, algunos de los autores y de los libros que recomiendan algunas de ellas); bibliografía, índice onomástico. Cierra con un epílogo que es más una romántica divagación, y con un poema de Rosario Castellanos que es una elegía de lo que ha sido ser mujer que es una opresión que es un incentivo de un combate que empieza pero que no termina de expresar lo que ha sido y lo que es y lo que no es y lo que puede ser y lo que no debería ser vivir siendo mujer.

Hay que leer Lectoras entero, de la vistosa pero de tan confusa casi hiriente portada, a la cuarta de forros, en el orden en el que están las entrevistadas o en cualquier otro, o en desorden. Hay que conocer; hay que comparar. Una edición posible, pregunta por capítulo, seguida de la respuesta de cada entrevistada. Extrañé la ausencia de un criterio de selección de las entrevistadas, pero la falla incita al menos a esperar un Lectoras II, y una serie similar en cada país, de cada continente, de este planeta mitad femenino.