Opinión
Ver día anteriorJueves 19 de julio de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Misericordia
A

lgunos no simpatizamos con muchas actitudes de Javier Sicilia, aunque respetemos su dolor de padre. No nos gustan sus actitudes de Júpiter Tonante, las descalificaciones sin pruebas a políticos honestos y tampoco compartimos el espíritu cristiano con que besa lo mismo a la víctima que al victimario, o lo lleva a perdonar a Felipe Calderón en nombre de una sociedad que no lo hizo su vocero. Pero es indiscutible que encabeza un importante movimiento en que se logró dar nombre y cara a las víctimas de la espantosa violencia que sacude al país. Las denuncias de los deudos se escuchan –aunque no con la amplitud que sería deseable por la incuria de algunos medios– gracias a la Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad que llevó al Legislativo a promulgar la Ley de víctimas, vetada por Calderón, pero en vías de ser rescatada. Por todo ello es de celebrarse que el teatro cumpla con una de sus funciones, la de reflejar la realidad social para llamar a la reflexión.

También es de celebrarse que la Compañía Nacional de Teatro amplíe su repertorio convocando –en este caso fueron Luis de Tavira, Julieta Egurrola y quien dirige la obra, Daniel Giménez Cacho– a jóvenes dramaturgos poco conocidos para escenificar algún texto suyo. Por desgracia, la elección de Hugo Alfredo Hinojosa no resultó un acierto con Misericordia, obra que el autor comenta haber trabajado un mes en los ensayos con las actrices, ya que el joven dramaturgo tijuanense no tiene todavía la solidez necesaria para salir avante en este tipo de empeños. Hinojosa declara haberse inspirado en Esquilo, Eurípides y Carson McCormik, cuya influencia le queda grande y se advierte poco, además de haber recogido testimonios de las víctimas y sus deudos, pero la premura que se le impuso lo llevó incluso a autoplagiarse: Si estamos muertos ¿por qué no puedo ver a mi padre? dice el Periodista 1 en Iluminaciones VII, (Ver la revista Paso de Gato en su número de aniversario) Si estoy muerta ¿por qué no puedo ver a mi hijo? se pregunta Sofía. Esta es una pequeña muestra de que su oficio no se ha consolidado del todo, lo que se nota en casi todo el texto, con nombres mitológicos para algunos de sus personajes que poco o nada tienen que ver con lo que se narra.

Asimismo resulta muy difícil distinguir los momentos en que las mujeres están vivas y recorren el camino clamando justicia para sus muertos de aquellos en que aparecen muertas ellas mismas, por lo que la dramaturgia resulta caótica. Las escenas de la plagiada y su custodia resultan casi paródicas e impiden que una actriz talentosa como es Èrika de la Llave caiga en el estereotipo, y la realista escena final entre una madre y una hija parece pertenecer a otra obra, a no ser que se quiera diferenciar la cotidianidad de los tiempos felices de las catástrofes a que todos estamos expuestos por la violencia indiscriminada.

Daniel Giménez Cacho dirige, apoyado por la iluminación de Philippe Amand y los diseños, sonoro el de Rodrigo Espinosa y de movimiento corporal el de Lorena Glinz, a las ocho muy buenas actrices (Julieta Egurrola como Sofía, Rocío Leal como Penélope, Teresa Rábago como Erinia, Érika de la Llave como Casandra, Ana Ligia García como Helena, Gabriela Núñez como Fátima, Renata Ramos como Gaya y Carmen Mastache como Monserrat), con el único recurso de las sábanas que cubrían al inicio sus cuerpos yacentes. Las sábanas retorcidas se atan a un cuerpo y lo torturan, cubren cabezas de mujeres arrodilladas y posiblemente cautivas o envuelven los cuerpos por encima de la ropa –en vestuario de Estela Fagoaga– como para protegerlos del frío. En un momento dado las mujeres se agrupan como erinias alegóricas alrededor del cuerpo de Érika de la Llave –a la que se ha ubicado en las escenas del secuestro como partícipe de las organizaciones criminales– e intentan pegotearle papeles que pueden ser fotografías de sus muertos o reclamos justicieros.

A pesar de las fallas que se puedan encontrar al texto de Hugo Alfredo Hinojosa, hay virtudes que conviene destacar en esta producción de la CNT. En primer lugar, que se despida a Felipe Calderón mostrando en un escenario uno de los más graves daños que infligió al país, por lo que sería bueno que recorriera varias localidades y despertara las conciencias adormecidas.Y otra, netamente teatral, advertir que las actrices jóvenes no desmerecen ante las ya consagradas.