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Mujeres recurren cada vez más a sexoservidores

Se rompe el miedo a experimentar, afirman especialistas y varones en ese oficio

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La clientela va de niñas bien hasta señoras de 60 años que ahorraron para darse un gustitoFoto Carlos Ramos Mamahua
 
Periódico La Jornada
Jueves 19 de julio de 2012, p. a48

Moreno, caliente, bien dotado. Sólo atiendo mujeres. Anuncios como éste, antes muy escasos, comienzan a aparecer cada vez con mayor frecuencia en Internet. Es un fenómeno relativamente nuevo: mujeres que buscan placer recurren a opciones que antes se creían reservadas para los varones, incluida la contratación de escorts.

Ya sea por atemperar vacíos emocionales, por cubrir apariencias, por diversión o simplemente por conseguir la satisfacción que no saben dar sus parejas, muchas mujeres se han convertido en consumidoras de este servicio, subvirtiendo la idea que ellas no lo necesitan.

La inercia de una cultura sexual en la que todavía domina el miedo a experimentar y a ser empieza a cambiar poco a poco, según especialistas y sexoservidores consultados por La Jornada.

A las mujeres les falta tratar de divertirse

Con casi cuatro años en este ambiente, Robert sabe que el trabajo de gigoló es una experiencia contradictoria: se puede vivir muy bien de él –más de 40 mil pesos en un buen mes–, pero al mismo tiempo se debe estar listo para hacerla de bailarín, actor y sicoanalista. Y tener trucos para sobrevivir.

La mayoría de la gente piensa que vender el cuerpo es una alternativa fácil y hasta divertida para ganar dinero. Pero de fácil nada tiene. De divertida, algunas veces. Lo cierto es que para hacerse de clientes, e incluso de hacer amigos a los clientes, es necesario tomarse en serio este trabajo y que ese profesionalismo se note.

La mayor parte de sus clientes son hombres, pero las mujeres significan un reto particular. Ellas, dice, pueden ser tan temperamentales y golosas como el hombre más mujeriego, o más, aunque en un país tan machista y tradicional como México no lo parezca.

Sin embargo, más de una vez ha tenido que atender a mujeres solas que, más que sexo, desean a alguien que las escuche. Cuando eso sucede lo mejor es tratar de ser el compañero perfecto, dar un buen consejo, oír sus problemas durante tres o cuatro horas y después irte, algunas veces sin cobrar.

Luego de haber estado con más de mil clientes, entre hombres y mujeres, la conclusión a la que llega con respecto a la cultura sexual de los mexicanos no es muy alentadora: tanto a unos como a otras les da miedo experimentar, dejarse ser.

“La mujer piensa que nomás es tirarse en la cama y abrir las piernas, y no. Algunas se dan cuenta de que es rico hacer sexo oral, y que si se sube, ella puede moverse como le guste. Pero no lo hace porque piensa ‘¿qué va a decir de mí? Que soy una puta, que me las sé de todas, todas’. A las mujeres les falta algo que el hombre tiene mucho: tratar de divertirse.”

El precio de ser mujer exitosa, inteligente y segura

Desde muy joven, Felipe se dio cuenta de dos cosas: una, la pasión de su vida era la arquitectura, y dos, la mejor manera que tenía de costear sus estudios era dar a las mujeres lo que ellas no encuentran en casa. A golpe de orgasmos, algún día tendrá un despacho que lo ponga a competir con Niemeyer o Calatrava.

A sus 26 años, él es uno de los pocos profesionales de la ciudad –al menos eso dice– que únicamente atienden mujeres, y aunque dar buen sexo es su negocio, este factor ni siquiera es el más importante.

Pensar eso es un error. De cada mil mujeres, dos buscan sexo para llegar al orgasmo que nunca han tenido; pero también muchas buscan con quien platicar, y tal vez lo que su marido no les da es tiempo.

Un buen ejemplo de ello es una señora guapa y rica a la que le tuvieron que amputar ambos senos para salvarla del cáncer, y que ahora genera rechazo en su marido.

Aquella tarde, luego de quitarse la ropa frente a Felipe, la mujer rompió en llanto, le confesó que por este problema había tenido que iniciar una terapia sicológica y, después de desahogarse, ni siquiera pidió tener sexo. El servicio ya estaba dado.

Como en el caso de Robert, también en su cartera de clientes hay de todo: niñas bien, adolescentes que quieren perder su virginidad con alguien que sepa qué hacer, señoras de 60 años que ahorraron todo el año para darse un gustito, o que llegan a bordo de Mercedes, con escoltas, y que dan de propina el doble de lo que pagaron de cuota.

Sin embargo, de entre todas sus clientes hay un tipo en particular que parece estar surgiendo cada vez más: las que son exitosas, inteligentes y seguras de sí mismas, y que justo por eso parecen tener menos posibilidades de encontrar ya no digamos pareja estable, sino alguien con quien compartir la cama al menos una noche.

En el otro extremo de la ecuación hay mujeres muy inseguras en todos los sentidos, que no se sienten atractivas ni capaces de tener a un hombre, o tienen mucho miedo de experimentar con su pareja. Su círculo social es muy cerrado, son muy recatadas y, por increíble que parezca, no saben lo que es un orgasmo. Tienen miedo de dar placer, y más de sentirlo.

A diferencia de un hombre, los motivos que llevan a una mujer a contratar un servicio sexual tienen mucho que ver con la necesidad de sentirse acompañadas, escuchadas y atendidas, coincidieron sexólogos.

Para David Barrios, médico y sicoterapeuta sexual, las clientas pueden recurrir a este servicio por cubrir un vacío sentimental y afectivo importante, pero más allá de tener un orgasmo sensacional, quieren tener alguien que atienda sus necesidades emocionales, porque aun cuando muchas pueden tener pareja estable, ya no hay convivencia, afecto ni sexo, o si lo hay, es de pésima calidad.

Por otro lado, señaló el especialista, hay un fenómeno paralelo que se hace cada vez más visible: muchas de las consumidoras de servicios sexuales son mujeres que se han quedado solas, de manera paradójica, por ser inteligentes y autosuficientes, ya que esas características ahuyentan a los hombres machistas.

Aunque en términos generales las mexicanas siguen siendo inhibidas en cuanto a la expresión de su sexualidad, por temor a críticas, “en los pasados 15 años un sector de mujeres de clase media urbana, más informadas y empoderadas, está haciéndole caso a su derecho al placer, lo busca y lo conquista”, aun mediante un contrato sexual.

Juan Luis Álvarez Gayou, director general del Instituto Mexicano de Sexología, coincidió en que la emancipación femenina va a pasos agigantados, y una muestra indirecta de ello –no la única– es que ellas también se vuelvan consumidoras de un servicio que estaba supuestamente reservado para los hombres.