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Sedena: ¿tiempo de echar más leña al fuego?
¡I

nusitado! Un conjunto humano caracterizado por su sobriedad, por su ponderación y sobre todo por su gran capacidad de autocontención de emociones, es el generalato en todo ejército meritorio. Pues resulta que no siempre es así. Desde hace poco algunos generales mexicanos de alto rango entran a la lid de la política. No, no andan tras de una diputación o presidencia municipal, no. Andan tras la Secretaría de la Defensa Nacional, y por ello irresponsablemente se promueven como pueden.

En las conductas individuales de ciertos generales, albedrío es simplemente una libertad de actuación pública que en estos casos choca con las formas de tradición. En el caso que comento ese franco albedrío es la autopromoción de algunos generales fuera del asentimiento formal de quien debiera darlo, el secretario. No siendo así, lo inédito es esa vagabunda autogestión para buscar ser elegidos.

En su ambición esos generales olvidan que por encima de su voracidad está el destino de miles de hombres y mujeres en la absurda línea de fuego. Los más jóvenes: de 18 a 22 años. Son mexicanos que se juegan la vida por el deber, y que merecen como jefe al mejor, no al más ambicioso y al más marrullero.

Se aprieta el círculo del desconcierto con el hecho, también inédito, de que los candidatos a la elección presidencial, entonces sólo candidatos, se estuvieron entrevistando con generales para supuestamente conocer la situación de las fuerzas armadas. Así, irreflexivamente auspiciaron la propagación de un interés que es estrictamente personal, claramente dañino para la disciplina militar al meter en una lid a quienes debieran ser ejemplo de sabia moderación y prudente respeto.

En ciertos tiempos de sobriedad todos esperaban a ver el humo blanco del Vaticano presidencial. Por supuesto había afinidades, amistades, enemistades e intereses. Hoy esa situación se ha rebasado: peligrosamente, en el peor momento, surgen facciones que apuestan a su personal interés, se enemistan entre ellas y después se cumplirán promesas o se cobrarán agravios según el grupo ganador. Es una situación insana en esencia y riesgosa para la unidad, factor invaluable en todo ejército. Aquella unidad que se observa tan firme desde el exterior, hoy en el interior pudiera estar siendo socavada. Hasta un retirado entró en el delirio. ¡Como si no supiera las reglas!

Faltan a la consideración de a lo que están debidos: al deber de sujeción y a las tropas que son las que conforman los ejércitos. Propósito y razón del mejor mando posible. Este ejercicio individualista configura una audacia ante el secretario en turno, al que hay que respetar en lo formal y en lo real hasta el último día. Así es la ley no escrita. Así lo demandan los intereses superiores. Es la saludable ley de la contención y disciplina.

En otros tiempos, alternamente el sistema ofrecía un método: durante la campaña los candidatos, previo conocimiento del secretario y con su más que obvia aprobación, sostenían discretas entrevistas con los comandantes de zona militar, como lo hacían con los obispos; con los poderes fácticos, se diría hoy.

Posteriormente, el presidente electo, y ya bastante tarde, informaba al presidente en turno que invitaría a conversar a algunos generales, no necesariamente sólo a aquellos elegibles. Se abría así a una verdadera búsqueda de información, y esto sucedía después de haberse ilustrado internamente sobre las propias fuerzas armadas y sobre el perfil de los generales con que se entrevistaría.

También hubo sus pifias, pero no fueron de la institución. Recordar a Adolfo Aguilar Zinser recomendando a quien resultó nefasto secretario pero a modo para su fantasioso gabinete de orden y respeto que él mismo encabezaría. Se creó por acuerdo presidencial publicado en el Diario Oficial de la Federación del 4 de diciembre de 2000, integrado por los titulares de las secretarías de la Defensa Nacional, Marina, Seguridad Pública, Contraloría y Desarrollo Administrativo y la Procuraduría General de la República. Obviamente el gabinete no conoció un mañana.

Debe destacarse que en estos métodos los generales no ejercían una iniciativa personal. Eran actores pasivos sujetos a una tradición de respeto. Hoy es todo lo contrario: el pez busca al anzuelo. ¿Cuáles son los efectos políticos de este aventurerismo insano? ¿Es tiempo de echar más leña al fuego? No es un problema entre militares. Atañe al alto interés nacional. A nadie conviene este libertinaje. Hay que respetar la mano, y esta es la del actual secretario.