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Ver día anteriorDomingo 8 de julio de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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¿La Fiesta en Paz?

Los toros, otro tema que se prohibieron los candidatos

Q

uizá el error más grave del autollamado presidente del empleo fue no haber logrado que más ciudadanos tuviesen trabajo mientras infinidad de políticos no sólo siguen empleados, sino percibiendo además unos salarios inversamente proporcionales a su capacidad de servicio y a su nivel de entendederas. Díganlo si no las chambas que dizque 50 millones de votantes conseguimos el pasado 1º de julio para 2 mil 127 cargos de elección, eso sí, popular: un Pre- sidente de la República, 500 diputados, 128 senadores, 6 gobernadores, un jefe de Gobierno, 579 diputados locales, 876 ayuntamientos, 20 juntas municipales y 16 jefes delegacionales.

El numerito costó, según datos oficiales, entre precampañas, intercampañas y campañas a lo largo de 200 días de un fervor democrático poco persuasivo, 15 mil 296 millones de pesos, sin contar IFE, acarreados ni despensas, lo que da un promedio de 76 millones de pesos diarios, que desde luego fueron gastados con la noble intención de que México siga… jugando a cambiar. En efecto, si hace 12 años el triunfo del PAN se debió a la desilusión priísta, esta vez el triunfo del PRI fue debido a la desilusión panista y a otras maniobras no menos bochornosas. Y así seguimos, de desilusión en desilusión como buenos ilusos, engañados y autoengañados, pero milagreros y resignados.

Para efectos estrictamente taurinos, ninguno de los 2 mil 127 aspirantes –supuestamente mexicanos todos– a estos cargos de elección popular hizo la menor alusión en alguno de sus mensajes al tema de la tauromaquia, entendida como otra tradición mexicana secuestrada a ciencia y paciencia del sistema de partidos, de duopolios autorregulados y de gobierno que nos cargamos. Esta lamentable sumisión al pensamiento único y a la falsa modernidad prefigura la actitud que adoptarán los elegidos hacia la mediocre gestión taurina en el país.

El triple distanciamiento fiesta-fiesta, fiesta-sociedad y fiesta-autoridad tiene su origen en el calculado amateurismo del duopolio taurino, en la falta de información al público y en la indiferencia de los gobiernos –escoja partido- hacia la tradición taurina de México. Ello ha traído como consecuencia un espectáculo autorregulado en exceso y de espaldas a la esencia del toreo y a la pasmada sociedad, hace tiempo a merced de una globalización neoliberal empeñada en debilitar el patrimonio cultural de los países que juegan a cambiar.

Injustificado que las legiones de candidatos evitaran durante sus respectivas campañas cualquier alusión a la fiesta brava, y más quienes aún se alían con los ignorantes Verdes Ecoportunistas que, como el resto de los partidos, en vez de legislar en favor consideran al espectáculo taurino factor de violencia y de crueldad, aunque buen cuidado tienen de no decir ni pío en torno a las toneladas de violencia en la programación televisiva y a la infinita crueldad de la manipulación informativa. De nueva cuenta, el rábano por las hojas y el simplismo de responsabilizar a la tauromaquia de los males de la humanidad. Son los daños colaterales ocasionados por la arrogancia del duopolio taurino, luego de muchos años de ignorar a la arrogante y desentendida autoridad.

De mala gana, sin diseñar una promoción que destaque la importancia de la temporada chica en la Plaza México, como haciéndole el favor al indiferente Gobierno del Distrito Federal y a la permisiva delegación Benito Juárez, la autorregulada empresa inicia hoy las novilladas, no con convicción, planeación ni rigor de resultados, sino a regañadientes ante la condición que fija el reglamento taurino para poder dar en noviembre su temporadita grande, porque este empresario no hace toreros, contrata figuras. Ofende entonces que ahora la empresa se sorprenda de que faltan novilleros y que los jóvenes mexicanos que tratan de sacar la cabeza en España se equivocan si deciden no venir a la México. Para Ripley tamaños criterios.

Partirán plaza tres noveles cuyos sueños enfrentan la incertidumbre de los pitones y además la falta de sensibilidad de quienes invierten dinero para hacer su fiesta: Santiago Fausto, que regresa de prolongada rehabilitación, Efrén Rosales y Antonio Lomelín, hijo del matador acapulqueño ya fallecido. El ganado es de Los Cués, sangre de Garfias.