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La presidenta brasileña detalla castigos infligidos por la dictadura

Las marcas de la tortura son parte de mí: Dilma Rousseff
 
Periódico La Jornada
Martes 19 de junio de 2012, p. 26

Brasilia, 18 de junio. Cuando tenía 22 años, la ex guerrillera y hoy presidenta de Brasil Dilma Rousseff fue sometida por la dictadura militar a sesiones de tortura que incluyeron choques eléctricos y palizas que le afectaron la quijada, según un relato inédito de la mandataria divulgado por la prensa.

Rousseff contó detalles hasta ahora no conocidos públicamente sobre los tratos crueles que sufrió a manos de los militares que gobernaron Brasil entre 1964 y 1985, debido a su militancia en tres y no dos organizaciones clandestinas contra la dictadura, como se creía.

“Al inicio no había rutina. No se distinguía si era de día o de noche. El interrogatorio comenzaba. Lo usual era un choque (...) ganando intensidad, con sesiones de pau de arara (palo del loro), lo que la gente no aguanta mucho tiempo”, comentó la mandataria, de 64 años, en un testimonio ante autoridades difundido por el periódico Estado de Minas.

Dicho método consistía en colgar a la víctima maniatada a una vara horizontal, con las piernas y manos dobladas, para que recibiera golpes de forma indiscriminada.

“Si el interrogatorio es de larga duración, con un interrogador experto, él te baja del pau de arara y después te da un choque, un dolor que no deja rastro, sólo te mina”, señaló Rousseff.

El testimonio data de 2001, cuando la actual presidenta se desempeñaba como secretaria de Minas y Energía de Río Grande do Sul y compareció ante un consejo de derechos humanos del estado de Minas Gerais, que indemnizó a las víctimas de la dictadura en ese estado del sureste de Brasil.

En 1970, Rousseff fue detenida y estuvo presa tres años en Río de Janeiro, Sao Paulo y Belo Horizonte, capital de Minas, donde comenzó su militancia contra la dictadura a los 16 años.

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Dilma Rousseff, mandataria de Brasil, en imagen de archivoFoto Reuters

Allí también sufrió los peores horrores de la represión militar, que la acusó de ser cómplice de un plan de fuga de un líder guerrillero preso, algo que ella siempre negó.

“Muchas veces también usaban palmeta. En Sao Paulo usaron poco ese método. Al final, cuando estaba por salir (de la reclusión), comenzó una rutina. Al comienzo no tenía hora. Era de día y de noche. Adelgacé mucho, pues no me alimentaba bien”, aseveró.

La palmeta es un instrumento de castigo utilizado antiguamente en las escuelas o contra los esclavos.

Los tormentos dejaron una dolorosa huella en Rousseff, quien contó que le dislocaron la mandíbula por un golpe que también le hizo perder un diente, algo que le acarrea problemas hasta hoy día.

Me dieron un puñetazo y el diente se aflojó y se pudrió, expresó.

Rousseff también fue sometida a simulacros de fusilamiento y la amenazaron con desfigurarle el rostro. Estuve presa tres años. El estrés es feroz, inimaginable. Descubrí por vez primera que estaba sola. Encaré la muerte y la soledad (...) Las marcas de la tortura soy yo. Son parte de mí.

Este año Rousseff instaló una comisión de la verdad para investigar las denuncias de violaciones a derechos humanos durante la dictadura, pero sin levantar la amnistía a los represores, vigente desde 1979.

Su testimonio con detalles sobre la tortura que padeció será analizado por dicha comisión, que también examinará los relatos de otras personas apresadas durante la dictadura en Belo Horizonte, sostuvo al portal G1 Heloísa Starling, asesora del grupo.

Brasil reconoce oficialmente 400 muertos y desaparecidos durante el régimen militar, contra 30 mil en Argentina y más de 3 mil 200 en Chile, según organismos de derechos humanos.