Opinión
Ver día anteriorLunes 18 de junio de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La cumbre del G-20 en Los Cabos
E

n vísperas de las elecciones presidenciales, de varios gobernadores, de diputados y senadores, así como de los municipios correspondientes y congresos locales, el gobierno del presidente Felipe Calderón ha organizado la reunión cumbre del G-20, grupo de países al cual pertenece México, en el que participan los del G-8, que son Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, Federación Rusa, Reino Unido y Estados Unidos. En el G-20, además de México, se integran Argentina, Australia, Brasil, China, India, Indonesia, Arabia Saudita, Sudáfrica, Sudcorea, Turquía y la Unión Europea, de modo que la importancia de los países mencionados, que es grande, la relevancia de las decisiones que se tomen colectivamente en la cumbre es aún más importante en términos relativos.

Lo que ponemos en duda es que las metas que se asuman como aprobadas por el consenso obtenido según el reglamento correspondiente, ya que habrán de ser avaladas por los senados de cada país para que surtan los efectos relacionados con la política interna y que de esta manera se constituyan en tratados que habrán de ser firmados por los jefes de Estado y trasladados a las secretarías de gobierno para convertirse en programas, tengan una pronta concreción en la realidad nacional. Todos estos trámites serán ejecutados, inevitablemente, por la próxima administración y, por tanto, las metas aceptadas conjuntamente, para que sean operativas, habrá que ser pacientes a que las cámaras de diputados y de senadores entren en funciones, obviamente después del proceso electoral, y se aprueben en estas los presupuestos de egresos, y la Ley de Ingresos. La nueva composición política de las dos cámaras va a influir también en su factibilidad.

La duda que expresamos antes se refiere a que, no obstante que la cumbre del G-20 se celebrará a partir de hoy mismo, además de que, sin duda será muy publicitada en todo el mundo, sus efectos concretos para nuestro país no se verán, sino hasta ya muy entrado el año entrante. Esto siempre que el régimen que resulte electo esté de acuerdo con lo convenido en la cumbre, y se disponga a poner en práctica lo necesario; por ejemplo, para citar uno de los casos que indudablemente se van a tratar como urgentes y de gran importancia para el mundo entero: el límite aceptable para la contaminación ambiental de CO2, en 450 ppm, y la variación de temperatura de 2ºc, lo cual, a juicio de las más serias y más confiables instituciones científicas, como la Agencia Internacional de Energía (IEA, por sus siglas en inglés), la que precisamente está muy ligada tanto al G-20 como a la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), requiere en nuestros días, de una revolución tecnológica y científica global para poder hacer estas metas una realidad hacia los años de 2030 y 2050, y esto, a su vez, requiere de una acción política conjunta de todos los pueblos del planeta.

Estas metas se aceptaron en Copenhague y en la Cop16, celebrada en Cancún, y muy probablemente se plantearán en Los Cabos, sin que hasta ahora se hubiera logrado una conciencia generalizada de lo importante que es actuar con energía y decisión en este aspecto, ni siquiera en las instituciones que generan la energía eléctrica en el país –la Comisión Federal de Electricidad (CFE)– y que producen los combustibles fósiles –Petróleos Mexicanos–, como todo mundo sabe, pues las nuevas tecnologías que ya son en este momento empleadas para alcanzar estas metas no son puestas en práctica todavía más que en una escala muy reducida, en términos comparativos a lo deseable.

Otras todavía no se han programado, como las del bajo carbón (low carbon) o las de la exploración y búsqueda de los posibles yacimientos de gas pizarra (shale gas) al que se le ven grandes posibilidades en otros países, como en Estados Unidos, para contribuir a resolver la gran paradoja del siglo XXI, que consiste en producir la energía que demandará un mundo de 6 mil millones de habitantes en 2030, y muy probablemente de 10 mil millones en 2050, sin contaminar el planeta hasta límites que pondrían en peligro a la supervivencia de la población humana, tanto como a la zoológica también.

Es cierto que en la CFE se han construido ya sistemas de generación eólica importantes, y también de geotermia. Es un hecho que ya se está utilizando el gas natural licuado ampliamente, pero todavía no aparece el CO2 en sus programas para el futuro próximo, conocidos como Programa de Obras e Inversiones del Sector Eléctrico, como es cierto también que en Pemex se han realizado grandes esfuerzos por mejorar la calidad del petróleo, muy especialmente en las zonas de Tabasco y de Campeche, y en las refinerías de Salamanca y de Minatitlán pero mencionamos aquí estos problemas, por que sí tenemos la tecnología y la experiencia en el país para poder hacer un esfuerzo mayor en esta dirección, siempre que se les den a las dos instituciones la autonomía de gestión necesaria, y los recursos indispensables para ponernos a la cabeza de esta lucha universal en contra de la contaminación ambiental, y del calentamiento del planeta. Los colegios profesionales pueden ser también de gran ayuda para motivar el esfuerzo de los ingenieros de todas las especialidades, y de canalizar sus actividades en este sentido.

Esta lucha para detener la contaminación ambiental global y bajar el ritmo de calentamiento del planeta no es solamente un problema de índole ecológica. Es, como ha planteado la IEA, una revolución tecnológica, y científica, que exige cambiar las prioridades de los planes de desarrollo y crecimiento de todos los países del mundo. Si no se hace realidad esta lucha, para quienes lleguen a la segunda mitad de este siglo, todo lo hecho no habrá servido más que para demostrar la gran capacidad del genio creador del hombre para destruirse a sí mismo. Esperamos que, por lo menos, la cumbre del G-20 sirva para este noble propósito.