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La extrema derecha regresará al Parlamento después de un cuarto de siglo de ausencia

El partido socialista francés obtiene la mayoría en la Asamblea Nacional

La segunda vuelta de los comicios legislativos tuvo un abstencionismo récord de 44 por ciento

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Marion Maréchal Le Pen (derecha) dialoga con su abuelo Jean Marie Le Pen, presidente honorario del ultraderechista Frente Nacional, luego de ganar un escaño en el ParlamentoFoto Ap
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Lunes 18 de junio de 2012, p. 25

Burdeos, 17 de junio. A pesar de un abstencionismo récord de 44 por ciento, el Partido Socialista de Francia y sus aliados ganaron la mayoría absoluta en la nueva Asamblea Nacional francesa, con 314 escaños, muy arriba del umbral de 289 necesarios. Para el Frente de Izquierda, que sólo tendrá 10 diputados, es decir, menos de los que tenían los comunistas en la anterior legislatura, es un rotundo fracaso. La extrema derecha regresará a la asamblea después de más de 25 años de ausencia, con dos diputados del frente nacional, el abogado Gilbert Collard y Marion Maréchal Le Pen, sobrina de Marine Le Pen, que será la diputada más joven del recinto. El centrista MoDem, de François Bayrou, derrotado en Pau, está en vía de desaparición con sus dos diputados. Cabe recordar que los 18 escaños que han ganado los verdes ecologistas, que sólo tenían cuatro anteriormente, se consiguieron por un acuerdo con el partido socialista que no presentó candidatos frente a ellos. En cuanto a la ex mayoría de Nicolás Sarkozy, tendrá 228 diputados. La Asamblea Nacional está integrada por 577 representantes.

Entre los candidatos derrotados se encuentran tres conocidos ex ministros de Nicolás Sarkozy, Claude Guéant (Interior), Nadine Morano (Familia) y Michèle Alliot-Marie (Defensa/Relaciones exteriores). En cambio, para los ministros del gobierno del primer ministro Jean-Marie Ayrault, es carro completo, incluso en Marsella, baluarte de la Unión por un Movimiento Popular (UMP), donde no la tenía ganada Marie-Arlette Carlotti.

La socialista Ségolène Royal fue, como estaba previsto, derrotada en La Rochelle por Olivier Farloni, un disidente socialista que, aunque fue segundo lugar en la primera vuelta, se negó a retirarse y se benefició de los votos de la derecha. Marine la Pen, la dirigente del Frente Nacional, no acepta el cerrado resultado (118 votos de diferencia) que la separa del vencedor socialista, Philippe Kemel, en Hénin Beaumont, y reclama un nuevo conteo.

Así termina una larguísima campaña electoral, la más prolongada quizá que se haya conocido en Francia. Hace poco más de un año se pensaba que el candidato del partido socialista sería Dominique Strauss Kahn, todavía director del FMI, y que arrasaría en la elección. Con su escandalosa caída se iniciaron elecciones primarias socialistas muy abiertas y la campaña se volvió más áspera. El hartazgo de la población francesa, primero, se deshizo de Nicolás Sarkozy eligiendo a François Hollande, y ayer confirmó su voto dándole un poder prácticamente sin límite a él y a su partido, que ya gobiernan la mayor parte de las grandes ciudades francesas, controla casi todas las regiones y también el Senado, que ganó hace poco. Situación que nunca se había dado en el país.

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Ségolène Royal, quien fue derrotada ayer en La Rochelle por un disidente socialista apoyado por la derechaFoto Reuters

Tampoco se había manifestado de esa manera un bipartidismo ajeno a la cultura francesa. Por una parte, una derecha que se ha radicalizado y se inclina hacia el extremo en una banalización del Frente Nacional. Por la otra, una izquierda socialdemócrata, que acaba de devorar al centro, que regala escaños a los ecologistas para restarles su poder de protesta y que ningunea a la izquierda de la izquierda, considerada utopista, poco realista y, ahora, inútil.

El tema de elecciones proporcionales está de regreso a la mesa de debate, porque muchos electores ya no aceptan que el sistema actual de votación distorsione su sufragio. Ese es uno de los motivos que ocasionaron el alto índice de abstencionismo.

François Hollande tiene un programa de 60 puntos. Los franceses esperan que lo cumpla, pero la desconfianza es inmensa. En la tormenta que sacude a toda Europa no se sabe qué podrá sostener y lograr François Hollande frente a Angela Merkel. Se sabe que el gobierno necesita importantes recursos para poner en marcha su política y que la crisis económica y el aumento del desempleo no son propicios para llenar las arcas del Estado.

Se esperan, para principios de junio, trabajos de la contraloría de la nación sobre las cuentas del país. Después será cuando se anuncien las primeras medidas de saneamiento de la economía nacional y la reforma tributaria que, según las promesas de François Hollande, no tocará a una clase media muy golpeada desde hace varias décadas. Se espera también que pronto se inicien los programas para superar el desempleo de los jóvenes y de los “seniors” (entre 50 y 60 años), y se busquen soluciones para parar los cierres de empresas.

Estas elecciones marcan, una vez más, los límites de la democracia parlamentaria. ¿Cómo inventar otros modelos en los que el pueblo pueda expresarse y participar efectivamente? La idea de una constituyente para la sexta república, manejada por el frente de izquierda, plantea el debate de la repartición y del control de los poderes. El frente de izquierda, que difícilmente se levantará después del fracaso legislativo, podría tomar el tema de la constituyente para volver a movilizar a sus partidarios. Igualmente lo podría hacer sobre la cuestión europea en un momento en que la tentación federalista parece muy fuerte. Pero si los alemanes, los italianos o les españoles nunca han tenido un Estado centralizado, no es el caso de Francia, que desde la Revolución de 1789 reivindica su tradición jacobina. ¿Cómo inventar e imponer otra Europa que tome en cuenta los intereses de los pueblos y no de las finanzas?