Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 17 de junio de 2012 Num: 902

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Manual para hablar chichimeca-jonaz
Agustín Escobar Ledesma

Monsiváis o la cornucopia de un cronista
Abelardo Gómez Sánchez entrevista con Carlos Monsiváis

“Cariño que dios
me ha dado...”

Carlos Bonfil

La Iglesia, el Estado
y el laicismo

Bernardo Bátiz

Mozart y Salieri
Marco Antonio Campos

Columnas:
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Enrique López Aguilar
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Debatetas

Julia Orayen es una modelo argentina –frondosa y exuberante, con poderosas inclinaciones hacia el desnudismo exhibicionista–, seguramente conocida por quienes son seguidores de las revistas especializadas en el tema del porno soft. Saltó hacia una ruidosa y breve fama por su aparición en una suerte de escenario “equivocado”: siendo una chica que suele aparecer como conejita, fue vista por los televidentes durante el primer debate político de los cuatro candidatos que contienden por la Presidencia de la República Mexicana para las elecciones de 2012, haciendo de edecán que ofrecía una urna con papeletas para los turnos de participación.

Según los entendidos, la aparición de Julia Orayen ocupó 24 segundos en pantalla (con mediciones que recuerdan las de Oliver Stone en JFK): vestido blanco ceñidísimo, escote amplio y tetas voluminosas… No describo nada que no haya sido mirado y remirado en México y sus alrededores, con regocijo (mucho) y escándalo (poco).

Si Julia Orayen hubiera sido registrada así en uno de los muchos programas de rifas, música y chismografía en la televisión, donde todas las modelos y edecanes aparecen vestidas como ella en el “debate”, nadie la recordaría particularmente; lo que la ha convertido en un curioso tema chismográfico es su breve presencia en un programa de contenidos políticos. Es como si se hubiera televisado una misa en Catedral y ella, con el atuendo mencionado, hubiera aparecido con una patena en la mano a la hora de la comunión (me equivoco, la imagen de un niño ataviado con normalidad es suficiente para la excitada, caliente y mafiosa pornoiglesia): lo que escandaliza (palabra que no tiene que ver con “reprobación”) es que una mujer así, con un vestido como ése, haya aparecido en un programa político, circunspecto y aburrido que, estrictamente hablando, no requiere de edecanes.

Lo dicho me remonta a una escena de otra película, Poderosa Afrodita, de Woody Allen, en la que el protagonista –en busca de reorientar el destino de una joven prostituta interpretada por Mira Sorvino, es decir, la poderosa Afrodita–, le sugiere a ésta, antes de que conozca a un posible pretendiente:  “Cuando lo conozcas, dale la mano y no le preguntes si le puedes chupar el pene.” En el contexto filmográfico, quien aparece infelizmente descolocada es ella, pues no sabe cómo comportarse con personas de la alta sociedad neoyorquina y percibe que su cuerpo, su atrevimiento y su manera de vestir no convocan las simpatías de la high society.

En una sociedad mexicana dizque moderna e impermeable a todo escándalo (el de los crímenes imperdonables contra las mujeres, el de la guerra contra el narco, el de los fraudes electorales), la aparición de una modelo vestida provocativamente ha sido más causa de hilaridad y regocijo que de comentarios relevantes. ¿No será que, en el fondo y la superficie, el público iguala –en su fatiga– el cansancio frente a los políticos con el cinismo irrespetuoso de los “medios”? ¿No será que alguna fuerza “externa” pretende sugerir que es lo mismo Julia Orayen que el discurso de cuatro candidatos?

Tetas contra carretas, o iguales a carretas, o la playboyización de las carreras políticas: si todo fuera como el espectáculo de un téibol, que llegue la hora de los cuchillos largos, al fin que todos nos reímos del puntadón, como hizo el frívolo y acomodaticio Jorge Castañeda jr. en un tuit que remitió para lectura generalizada. Ahora recuerdo Los malditos, de Visconti, pero sin Krupps ni verdaderos líderes. Pareciera que no hay nada en este incidente que no haya sido profetizado por el cine: ahí estuvo el excanciller Castañeda jr., fotografiado en todos los medios: jugaba a ser el Titino del entonces secretario de Estado de Georgie Bush (Colin Powell) y fue patiño engañoso a la hora de afirmar que, intelectual independiente, pertenecía al “alternativo” Grupo San Ángel.

El cine y la tele. El ife pide perdón por el numerito de la edecán desnudista y paga millones de pesos a la televisión extraídos del dinero de los contribuyentes; jura que nada supo de la modelo encueratriz. ¿Por qué no contrae sus enormes sueldos? Estos ofenden más que la presencia de una modelo exhibicionista a la que pagaron poco más de cien pesos por segundo de aparición en un debate rutinario: eso sí que es pornografía. El ife dispendia como si el dinero fuera suyo y sus funcionarios fueran diputados, senadores, delegados, o presidentes municipales –esos dizque representantes colectivos “que dejan el pellejo en la arena por cada uno de nosotros”. Prefiero verle las tetas a Julia Orayen.