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Se refugian en Culiacán 48 habitantes emparentados entre sí; vivieron muchos años en La Mesa

Éxodo de pobladores de la sierra de Sinaloa, por amagos de grupo armado

En apenas un año hubo 10 asesinados en el municipio, donde es común la siembra de amapola y mariguana

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Alrededor de 20 niños de la zona serrana del municipio de Sinaloa de Leyva fueron desplazados debido a la violencia de un grupo armadoFoto Javier Valdez
Corresponsal
Periódico La Jornada
Sábado 26 de mayo de 2012, p. 27

Culiacán, Sin., 25 de mayo. Cuarenta y ocho habitantes de la zona serrana del municipio de Sinaloa huyeron ante las amenazas de un grupo armado y se refugiaron en Culiacán.

Son 13 familias que tienen parentesco entre sí, un grupo formado hace 60 años en la comunidad La Mesa, en los límites con Chihuahua. Entre los desplazados están dos embarazadas, una a punto de parir, y alrededor de 20 niños, entre los cuales hay uno de apenas ocho meses.

Francisco Hernández, el mayor de todos, a pesar de que no recuerda su edad –sus parientes afirman que rebasa los 90–, contó que huyeron hace tres semanas y tardaron tres días en llegar a la ciudad. Todo fue de aventones, por tramos, caminando poco porque hay muchos menores en el contingente.

Ahora están aquí, por la calle Mina de Batopilas, a pocos metros de la transitada avenida 21 de Marzo, en la colonia Antonio Toledo Corro, al sur de la ciudad. Ya han sufrido los estragos del calor, que en la capital sinaloense llega a 38 grados durante mayo.

Aquí llegaron porque la hermana de uno de ellos les dio asilo y además de su casa de patio grande, que parece cajón por los cuartos construidos en hilera, les consiguió una vivienda deshabitada enfrente.

Atisba una señora bajita, de unos 35 años, cuando los reporteros llegan y saludan. Pide que le permitan buscar a los demás. En minuto y medio hay 10 niños en el cuarto y no se sabe de dónde salen. Luego siete mujeres, una de más de 60 años, quien dice que sufre dolores de cabeza y eso se agrava por el calor sofocante.

Más de mil 200 desplazados

Todos son apenas una muestra de las más de mil 200 familias de desplazadas por la violencia de las comunidades rurales y serranas de la entidad.

El fenómeno empezó hace un tiempo, por ataques de grupos armados ligados al narco, gavilleros y secuestradores. Ahora se ha multiplicado y alcanza prácticamente toda la zona montañosa de la entidad, de los municipios de Concordia, Mazatlán, Culiacán, Mocorito, Badiraguato, Sinaloa, Choix, San Ignacio, Elota y El Fuerte.

Los tres niveles de gobierno iniciaron un programa de apoyo y los instalaron en albergues y edificios públicos. La Secretaría de Desarrollo Social federal anunció la entrega de despensas y otras autoridades empezaron un operativo de vigilancia para combatir los grupos delictivos y resguardar a los desplazados.

El municipio de Sinaloa, en cuya zona montañosa vivían estas familias, tiene el mayor número de comunidades afectadas por hechos delictivos de alto impacto, sobre todo homicidios, con 33 poblaciones que han quedado desoladas. De esta región suman 587 familias que han buscado refugio en ciudades cercanas.

Consuelo Ramos Urías tiene 36 años y es parte de las 13 familias distribuidas en dos viviendas. Ellos siembran frijol y maíz en los sitios más adecuados de la serranía. Tiene ocho hijos y todos están con ella. Su rostro se iluminó cuando alguien de la misma calle llegó con dos bolsas de víveres.

La gente peleaba mucho. Ya no podíamos vivir. Llegaban de otros pueblos, iban armados, y no sé por qué, pero antes vivíamos bien, sin problemas, ahora ya no se puede vivir, manifestó.

Mira hacia todos lados. Su mirada refleja miedo y el instinto de protección hacia sus hijos, mismos que rápido se le abalanzan y pegan como güinas –parásitos externos que traen los animales– alrededor de sus piernas.

En esta zona es común la siembra de amapola y mariguana. En apenas un año, 10 personas fueron asesinadas. Cinco eran de La Mesa. Ahora todo el rancho quedó solo.

Francisco Hernández, el patriarca, señaló que había rumores de que esa gente iba a agredirlos, por eso decidieron salirse con toda la familia.

Volveremos cuando haya calma

“Dejamos animalitos allá, unas reses, un cochi (cerdo), unas matitas… y no vamos a volver hasta que eso se calme, aunque perdamos todo”, aseguró.

Su hijo Porfirio, de 39 años, lamenta que esa gente sin negocio esté actuando contra otros: No se puede esperar nada bueno de ellos, te quieren obligar a hacer cosas que no y mejor salir a batallar a poner en riesgo a la familia.

Allá, como aquí, en la ciudad, no pasa nadie. No hay gobierno, y a veces llegan a recorrer la zona los militares, pero en cuanto se van regresan los delincuentes y reinician las agresiones.

Acá tampoco hay gobierno. Ninguna autoridad se les ha acercado para darles comida o atención médica, o reubicarlos en un albergue. Cuando recién llegaron a este sector, muchos durmieron a la intemperie, en la calle. No cabían en una sola vivienda. Pero los vecinos y conocidos los fueron acomodando y ahora hasta comida, doctor y medicinas les llevan, sobre todo porque el bebé de ocho meses ha estado con molestias y creen que es por el cambio de clima.

Pero lograron refugiarse y ya suman 21 días. Parecen estar seguros. Tejen sus recuerdos y con ellos quisieran construir de nuevo un hogar, sin tierra ni horizonte, donde seguramente tendrá su niño esa joven que tiene nueve meses de embarazo.