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El agresor, que fue aplaudido, es un kurdo que perdió a su hermano

Familiar de una víctima lanza un zapato al multiasesino noruego Anders Behring Breivik
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Imagen de archivo del neonazi noruego, quien está acompañado de su abogada Vibeke Hein BaeraFoto Reuters
 
Periódico La Jornada
Sábado 12 de mayo de 2012, p. 23

Oslo, 11 de mayo. Un familiar indignado de unas de las víctimas mortales de los ataques de julio de 2011 en Oslo y la isla Utoeya lanzó hoy un zapato contra el autor confeso de los atentados, el noruego Anders Behring Breivik, en pleno juicio en su contra en esta capital.

¡Asesino! Mataste a mi hermano! ¡Vete al infierno!, gritó un joven durante la lectura de los últimos informes de las autopsias de las víctimas fatales. Según medios de prensa locales, se trató de un joven kurdo del norte de Irak, que perdió a su hermano de 18 años durante la matanza en Utoeya.

Pero en lugar de golpear a Breivik, el zapato dio con la humanidad de su abogada, Vibeke Hein Baera, quien no resultó herida.

Algunos asistentes al tribunal aplaudieron la acción, mientras el personal de seguridad sacó al hombre de la sala. El proceso tuvo que ser interrumpido brevemente.

El abogado de la familia del kurdo explicó poco después que el acceso de ira expresa la profunda desesperación y luto de los familiares de las víctimas. El joven tuvo que ser atendido después por un médico. Hasta el cierre de esta edición se desconoce si su acción tendrá consecuencias legales.

Mostrar o lanzar un zapato es en el mundo islámico un signo de desprecio. En 2008 esta costumbre se hizo famosa en Bagdad cuando un reportero iraquí lanzó un zapato contra el ex presidente estadunidense George W. Bush.

Desde entonces se han lanzado zapatos de la misma manera en el mundo occidental en signo de protesta contra una injusticia, por ejemplo en manifestaciones.

Se trata del primer incidente serio que se produce desde el comienzo del proceso, el 16 de abril, contra el ultraderechista, autor de dos ataques que causaron en total 77 muertos: 69 por disparos en la isla Utoeya, y ocho más en un previo atentado con explosivos frente a la sede oficial del gobierno noruego en Oslo.

Hasta ahora, las audiencias estuvieron marcadas por las lágrimas de los sobrevivientes de Utoeya o de los familiares de las víctimas, pero éstos nunca habían atacado directamente al acusado.

Declarado sicótico en una primera evaluación, el extremista de 33 años de edad –que reconoce los hechos pero se rehúsa a declararse culpable– pretende ser considerado mentalmente sano para que su ideología no quede invalidada por un diagnóstico médico.

Si es reconocido penalmente irresponsable, Breivik podría ser internado en un centro siquiátrico por el resto de su vida. Si se le declarara responsable, purgará una pena de 21 años de prisión, la cual puede ser ampliada mientras sea considerado peligroso para la sociedad de su país.