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Disquero
Patti Smith en México: la noche nos pertenece
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Patti Smith durante el concierto del sábado anterior en el Museo Diego Rivera Anahuacalli. Alrededor, las portadas de todos sus discosFoto Yazmín Ortega Cortés
 
Periódico La Jornada
Sábado 12 de mayo de 2012, p. a16

Su voz tan cercana al rugido, tan próxima a la guturación, tan a punto del murmullo y la caricia lo mismo que a la reverberación y el agudo sostenido.

Su canto tan pleno de coraje de ternura de quejío y protesta, de indignada ocupación del alma. Su voz que acurruca, pliega y revienta en puñetazo.

Hela allí, hierática y sencilla. Tan feroz como una leyenda viva y tan frágil como una flor, no de jardín botánico: fiera vegetal del desierto calcinado. Incinerado por la pasión.

Hela, íngrima y valiente, como un sueño cumplido: Patti Smith en concierto, en México, la noche del 5 de mayo de 2012 en la explanada del Museo Anahuacalli, en el momento mejor de la versión 28 del fmx Festival de México.

Como una puberta a sus 65 años se cimbró e hizo trepidar los más de tres mil cuerpos y todos los espíritus que convocó sobre el templete donde reptó, saltó, caminó, flotó, su cabellera crines indomables, sus muslos centauros, pegasos, corceles y con su banda y con el público rebotando de alegría, se escuchaba bajo su música encantada el trepidar de una manada de bisontes en celo que hicieron temblar las flores de un jardín.

Patti Smith en concierto.

Escuchémosla: canta con la misma impresionante potencia y modula mejor que hace treinta, cuarenta años: modula, mastica, escupe, digiere, traga, abre el diafragma entero y lanza al ombligo de la noche ese resorte invisible que se ubica un milisegundo antes del grito: un andar de hamaca que se vuelve temblor trepidatorio a lo largo y ancho del número infinito de notas graves que caben en su tesitura de contralto, que puede viajar hasta soprano y cuando en lo alto de la noche suelta de la melena su característico falseto, el mundo vuelve a cobrar sentido en su epicentro ígneo, porque la señora Patti Smith está imprecando al universo: ¡sean libres, sean fuertes! ¡resistan! Nos grita, nos impele, nos impreca.

Y el público en medio de su embeleso corea, grita, gime los versos que ella deja en blanco para que el público se convierta en coro griego de una anti-tragedia épica con final feliz: la lucha social, la conciencia de clase, el compromiso. La resistencia. Patti Smith: artista de izquierda. La creativa de su tiempo, la colaboradora del Movimiento Ocupa Wall Street, la enarboladora de consignas efectivas: El pueblo tiene el poder/ el poder de soñar/ de mandar/ de rescatar a la tierra de los tontos/ porque está decretado que es el pueblo el que manda.

Y pasa entonces del mantra hacia el susurro, atraviesa el valle de las notas graves, roncas rocas rodantes, para culminar el verso con un escupitajo. Patti Smith escupe al suelo mientras canta de la misma manera como lo hizo su camarada punk Adam Yauch durante años al frente de sus Beastie Boys, hasta morir, hace unos días apenas.

Un concierto celebratorio dedicado a los espíritus que moran ya en otro plano dimensional, por igual que a los vivos, saltantes y bailantes, gritantes y cantantes: más de tres mil personas coreamos la noche del sábado bajo la luna: People have the power / the power to dream, to rul/ to wrestle the earth from fools/ but it’s decreed the people rule.

El público de aquella noche, porque la noche nos pertenece (Because the night): pintores, prosistas, poetas, músicos rupestres, monjes budistas, jóvenes, muchos jóvenes, celebraron un ritual comunitario dirigido por una maestra que iniciaba suave, muy suaves sus caricias vocales mientras su excelente banda dirigida por Lenny Kaye hacía saltar y cambiar de ubicación a las constelaciones, bajo el faro de luz cobalto que salía, zumbante, del bajo inenarrable del maestro Tony Shanahan y bajo esos influjos tan pesados, tan ligeros en su vuelo, tan hondos en su sumergimiento, la señora Patti Smith aceleró, una y otra y otra vez, el ritmo de sus melódicos berridos, acrecentó la llama calma de sus gritos de embeleso, puso a girar en vértigo las solfas sucias que salían de su boca y que limpiaba con sonoro escupitajo blanco sobre el piso, mientras las notas recuperaban vuelo nuevamente y el público para entonces ya era presa de un frenesí tan incandescente que los juntó, más de tres mil, y los hizo uno, producto de la alquimia de un concierto verdadero durante el cual los megatones de energía que desplegó esta dama de 65 años cual si fuera puberta anudada en nitroglicerina, estallaron por el aire percutido por esas finísimas partículas de alma que volaban convertidas en notas musicales.

Patti Smith en vivo, en concierto. En México. Epifanía.

Este concierto glorioso coincide con dos novedades discográficas: Outside Society, antología preparada por la propia Dama Smith y la edición del 30 aniversario del disco Horses (la única pieza clásica que faltó al concierto), de 1975, que incluye un segundo disco, con versiones en vivo de todo ese álbum, realizadas en 2005; ambas ediciones con un sonido soñado: una remasterización que corona la gloria de una dama tan fiera como dulce, tan verdaderamente revolucionaria, luchadora social, artista suprema: la señora Patti Smith.

Loor, dulce, fiera, tiernísima dama.

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